Las estrategias de recuperación, reducción y reciclaje se imponen, y en cuanto a los residuos orgánicos, empieza a generalizarse su aprovechamiento energético. La basura orgánica encierra mucha energía que se desaprovecha y los subproductos resultantes tienen el valor añadido de servir para fertilización agrícola y en jardinería, porque son un estupendo compost.
Las cooperativas agrarias de la comarca de La Ribera del Xúquer están ultimando un proyecto para construir dos plantas de generación de biogás (metano) a partir de las frutas inservibles que quedan en sus almacenes tras el proceso de selección y empaquetado de la producción comercial.
Manuel Peris, técnico del grupo Uteco (Unión Provincial de Cooperativas Agrarias de Valencia), estima que en los almacenes hortofrutícolas se rechaza alrededor de un 4-5% de producción, al ser inservible para su venta por defectos serios en la piel, podridos, etc. Es lo que se conoce en el sector como el destrío final, el resultado último después de las labores de selección.
De toda la cosecha que entra en una instalación comercial, por término medio se acaba empaquetando en distintas categorías por calibres y calidades sólo un 70-80%. El resto es destrío, pero aquí hay que diferenciar el destrío apto para la industria transformadora de zumos o conservas, porque es fruta de tamaños muy pequeños o demasiado grandes, pero sin deterioro de sus cualidades internas, y el destrío que no sirve para nada, que acaba en un contenedor y va a parar a los vertederos o a la alimentación de ganado. Esta última cantidad es la que viene a suponer del orden del 4-5% en términos generales, aunque depende bastante del tipo de fruta, el momento de la campaña, la meteorología, las plagas y la marcha del mercado.
Gestionar esa parte inservible de la cosecha representa sobrecostes y problemas al alza. Ha habido que pagar por producirla, recolectarla, transportarla y manipularla, para después rechazarla. Y después hay que volver a gastar en recogerla adecuadamente y en transportarla de nuevo hasta instalaciones de ganadería extensiva (cada vez más distantes) o vertederos autorizados (también más separados y restrictivos).
Sin embargo, lo que ahora representa un cúmulo de complicaciones puede resolverse favorablemente. De una tacada cabe minimizar una parte de los costes y de los impedimentos ambientales. Sólo hay que convertir esas frutas en biogás y aprovechar este para producir electricidad que se vende a la red general a precios subvencionados (0,135 euros el kw/h).
Esto mismo es lo que proyectan las cooperativas de La Ribera, con el asesoramiento técnico de su organización Uteco. Una salida ultramoderna que está en la misma línea que impera hoy en la gestión de toda clase de residuos orgánicos, incluidos los urbanos, los de modernas granjas de animales y los lodos de depuradoras de aguas fecales de poblaciones.
En países de Europa Central y del Norte ya se está generalizando la utilización de nuevas instalaciones para reciclar las basuras domésticas y obtener energía, con lo que se reduce drásticamente lo que ahora estorba y se logra un aprovechamiento, hasta ahora inexistente, que reduce la dependencia energética.
El término moderno al uso en estos casos es el de 'valorizar' los residuos, y la fiebre -buena fiebre, en esta situación- empieza a desplegarse también en España, donde ayuntamientos, gobiernos regionales, entes públicos y empresas encargadas de recoger y gestionar las basuras urbanas proyectan en estos momentos o empiezan a desarrollar planes y actuaciones en esta línea.
Lo más fácil es utilizar las basuras orgánicas para quemarlas directamente en instalaciones industriales que gastan ahora gran cantidad de carbón. El ejemplo más claro está en los hornos de las cementeras y el caso más paradigmático es el de la multinacional mejicana Cemex, con plantas en Buñol (Valencia) y San Vicente del Raspeig (Alicante), que ha registrado en Europa un producto con el nombre de Enerfuel, compuesto de pequeños trozos de plástico, papel y cartón, textiles y madera provenientes de los residuos urbanos.
El kilo de Enerfuel tiene unas 5.000 kilocalorías, frente a las 7.500 del carbón de coque, pero tiene menos coste, cuenta con el valor de recuperar lo que antes daba problemas y encima no deja escorias, porque las altas temperaturas de combustión las incorpora al pro roducto cementero final, y las emisiones tóxicas a la atmósfera se sitúan en el 10% del máximo permitido.
Otro modo de quitarse de encima los residuos, aprovechando la energía, consiste en quemarlos para mover directamente un generador eléctrico.
En el caso de los desperdicios estrictamente orgánicos, como los excrementos de ganado y las frutas de destrío, la solución más apropiada es la de someterlos a fermentación en enormes digestores y producir metano (biogás) que se quema para mover una turbina generadora de electricidad.
La Granja San Ramón, la explotación de vacas lecheras más grande y moderna de España, acaba de inaugurar en sus instalaciones de Campo Arcís (Requena) una planta modélica que convierte el estiércol de sus más de dos mil cabezas de ganado en electricidad. Sorprende comprobar que en una explotación tan grande apenas se amontonen los excrementos. En las instalaciones se separa automáticamente la fracción líquida, que va enormes estanques impermeabilizados, y la sólida, que se dirige al digestor, donde se produce gas natural.
El estiércol líquido se utilizarádespués para fertilizar fincas agrícolas de la zona; el mismo destino que tendrá el compost resultante tras la fermentación. La planta de generación de gas y electricidad de San Ramón puede producir 500.000 kilovatios hora que se inyectan a la red eléctrica. La granja es capaz de generar cuatro veces la luz que consume.
www.lasprovincias.es
Las cooperativas agrarias de la comarca de La Ribera del Xúquer están ultimando un proyecto para construir dos plantas de generación de biogás (metano) a partir de las frutas inservibles que quedan en sus almacenes tras el proceso de selección y empaquetado de la producción comercial.
Manuel Peris, técnico del grupo Uteco (Unión Provincial de Cooperativas Agrarias de Valencia), estima que en los almacenes hortofrutícolas se rechaza alrededor de un 4-5% de producción, al ser inservible para su venta por defectos serios en la piel, podridos, etc. Es lo que se conoce en el sector como el destrío final, el resultado último después de las labores de selección.
De toda la cosecha que entra en una instalación comercial, por término medio se acaba empaquetando en distintas categorías por calibres y calidades sólo un 70-80%. El resto es destrío, pero aquí hay que diferenciar el destrío apto para la industria transformadora de zumos o conservas, porque es fruta de tamaños muy pequeños o demasiado grandes, pero sin deterioro de sus cualidades internas, y el destrío que no sirve para nada, que acaba en un contenedor y va a parar a los vertederos o a la alimentación de ganado. Esta última cantidad es la que viene a suponer del orden del 4-5% en términos generales, aunque depende bastante del tipo de fruta, el momento de la campaña, la meteorología, las plagas y la marcha del mercado.
Gestionar esa parte inservible de la cosecha representa sobrecostes y problemas al alza. Ha habido que pagar por producirla, recolectarla, transportarla y manipularla, para después rechazarla. Y después hay que volver a gastar en recogerla adecuadamente y en transportarla de nuevo hasta instalaciones de ganadería extensiva (cada vez más distantes) o vertederos autorizados (también más separados y restrictivos).
Sin embargo, lo que ahora representa un cúmulo de complicaciones puede resolverse favorablemente. De una tacada cabe minimizar una parte de los costes y de los impedimentos ambientales. Sólo hay que convertir esas frutas en biogás y aprovechar este para producir electricidad que se vende a la red general a precios subvencionados (0,135 euros el kw/h).
Esto mismo es lo que proyectan las cooperativas de La Ribera, con el asesoramiento técnico de su organización Uteco. Una salida ultramoderna que está en la misma línea que impera hoy en la gestión de toda clase de residuos orgánicos, incluidos los urbanos, los de modernas granjas de animales y los lodos de depuradoras de aguas fecales de poblaciones.
En países de Europa Central y del Norte ya se está generalizando la utilización de nuevas instalaciones para reciclar las basuras domésticas y obtener energía, con lo que se reduce drásticamente lo que ahora estorba y se logra un aprovechamiento, hasta ahora inexistente, que reduce la dependencia energética.
El término moderno al uso en estos casos es el de 'valorizar' los residuos, y la fiebre -buena fiebre, en esta situación- empieza a desplegarse también en España, donde ayuntamientos, gobiernos regionales, entes públicos y empresas encargadas de recoger y gestionar las basuras urbanas proyectan en estos momentos o empiezan a desarrollar planes y actuaciones en esta línea.
Lo más fácil es utilizar las basuras orgánicas para quemarlas directamente en instalaciones industriales que gastan ahora gran cantidad de carbón. El ejemplo más claro está en los hornos de las cementeras y el caso más paradigmático es el de la multinacional mejicana Cemex, con plantas en Buñol (Valencia) y San Vicente del Raspeig (Alicante), que ha registrado en Europa un producto con el nombre de Enerfuel, compuesto de pequeños trozos de plástico, papel y cartón, textiles y madera provenientes de los residuos urbanos.
El kilo de Enerfuel tiene unas 5.000 kilocalorías, frente a las 7.500 del carbón de coque, pero tiene menos coste, cuenta con el valor de recuperar lo que antes daba problemas y encima no deja escorias, porque las altas temperaturas de combustión las incorpora al pro roducto cementero final, y las emisiones tóxicas a la atmósfera se sitúan en el 10% del máximo permitido.
Otro modo de quitarse de encima los residuos, aprovechando la energía, consiste en quemarlos para mover directamente un generador eléctrico.
En el caso de los desperdicios estrictamente orgánicos, como los excrementos de ganado y las frutas de destrío, la solución más apropiada es la de someterlos a fermentación en enormes digestores y producir metano (biogás) que se quema para mover una turbina generadora de electricidad.
La Granja San Ramón, la explotación de vacas lecheras más grande y moderna de España, acaba de inaugurar en sus instalaciones de Campo Arcís (Requena) una planta modélica que convierte el estiércol de sus más de dos mil cabezas de ganado en electricidad. Sorprende comprobar que en una explotación tan grande apenas se amontonen los excrementos. En las instalaciones se separa automáticamente la fracción líquida, que va enormes estanques impermeabilizados, y la sólida, que se dirige al digestor, donde se produce gas natural.
El estiércol líquido se utilizarádespués para fertilizar fincas agrícolas de la zona; el mismo destino que tendrá el compost resultante tras la fermentación. La planta de generación de gas y electricidad de San Ramón puede producir 500.000 kilovatios hora que se inyectan a la red eléctrica. La granja es capaz de generar cuatro veces la luz que consume.
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