miércoles, 28 de septiembre de 2011

DATOS PARA CONFIRMAR LA LUCHA DE CLASES EN ESPAÑA (ALBERTO GARZÓN ESPINOSA)

Hay quien piensa que vivimos en el mejor de los mundos posibles y que ya no existen las clases sociales. Piensan que todos somos iguales y que es anticuado hablar de ricos y pobres. Pero yo desde luego impugno ese pensamiento, y no lo hago gratuitamente sino porque los datos apoyan precisamente la posición contraria. No sólo siguen existiendo clases sociales sino que están cada vez más separadas como consecuencia de las políticas llevadas a cabo por los diferentes gobiernos.
En este artículo vamos a repasar varios artículos académicos y bases de datos estadísticas para visualizar cómo la desigualdad de renta y riqueza entre individuos y hogares ha aumentado en España en el período reciente. Además evaluaremos de dónde provienen los ingresos de los diferentes estratos sociales, lo que nos permitirá entender cómo afectan las políticas económicas a la desigualdad. Aprovecharé para sacar algunas conclusiones, en mi opinión cruciales, de política económica.
Para empezar conviene aclarar dos términos parecidos pero no iguales: renta y riqueza. Las rentas son todos los flujos de dinero que entran como ingresos cada período. Los salarios, por ejemplo, son un tipo de renta. Pero también los intereses ganados cada año por tener títulos financieros, los dividendos derivados de las acciones y otros mecanismos financieros similares son parte de las rentas. Por otra parte, la riqueza es un stock y tiene que ver con la cantidad de dinero acumulada en el tiempo. Por ejemplo, una vivienda, bienes materiales como coches y yates, o la propiedad de la tierra es considerada parte de la riqueza.

Distribución de la riqueza

¿Cómo es la distribución de la riqueza en España en términos de hogares para el año 2002? Pues los datos del Banco de España recogidos en el estudio de Davies, J., Sandström, S., Shorrocks, A., y Wolff, E. (2008) reflejan lo siguiente:

El 25% de los hogares más pobres tienen el 2′1% de la riqueza del país. El 50% más pobre tiene el 13′2% de la riqueza. El 75% más pobre tiene el 34.7% de la riqueza. Y el 90% más pobre tiene el 58′1% de la riqueza. Todo ello supone que el 10% más rico tiene el 41′9% de la riqueza. Pero si miramos aún más arriba comprobamos que el 1% más rico tiene el 18′3%; el 0′5% más rico tiene el 13′1%; y el 0′1% más rico tiene el 5′6% de la riqueza del país.
No es una desigualdad elevada si la comparamos con los datos de otros países, especialmente Estados Unidos (donde el 1% de las familias tiene el 32′7% de la riqueza) o Suiza (donde el 1% de las familias tiene el 34′8% de la riqueza). Pero es desde luego un dato que refleja estupendamente cómo la riqueza está fatalmente repartida, por más que nos hayan hecho creer que aquí somos todos iguales. El mismo estudio refleja que el 10% de la población mundial tiene el 70% de la riqueza de nuestro planeta.

Distribución personal de la renta

En lo que se refiere a distribución de la renta hay varias formas de medirla. Las dos fundamentales son la distribución funcional de la renta (que diferencia entre la parte de la renta total de un país que se va a salarios y la parte que se va a beneficios) y la distribución personal de la renta (que diferencia los diferentes tipos de renta que reciben los individuos del país).
Sobre la distribución funcional de la renta ya hablamos en su momento, y puede leerse este artículo que hice con datos de la Comisión Europea, y sabemos que entre 1994 y 2006 la parte de los salarios cayó un 8%. También explicamos aquí la importancia económica que esto tiene y el papel que ha jugado esta dinámica en la gestación de la crisis actual.
Sobre la distribución personal de la renta hay numerosos estudios, todos señalando las mismas tendencias. El más reciente y riguroso es el de Alvaredo, F., y Saez, E. (2009), dos expertos en el ámbito de la desigualdad de ingresos. Este completo estudio ha estudiado la tendencia de la desigualdad de la renta en su perspectiva histórica. El siguiente gráfico está extraído de dicho trabajo, y lo que señala es que la mayor desigualdad de la renta en este país fue en los años treinta del siglo pasado. Además, se concluye también que la desigualdad crece a partir de los años ochenta y de nuevo otra vez a partir de los noventa. Aunque la metodología de cálculo de un tiempo y otro es diferente, los autores señalan que actualmente (2005, pero así son las estadísticas…) padecemos una desigualdad del mismo nivel que la que existía en 1947 en plena dictadura.

Pero puede que nos interese saber qué está pasando en estos últimos veinte años con la participación del ingreso que tienen los más ricos. El siguiente gráfico es clarísimo al respecto: es el 1% más rico de la población el que se ha beneficiado del crecimiento reciente de la economía española.
La pregunta que nos hacemos casi sin querer en este punto es: ¿y de dónde obtienen los más ricos esos ingresos crecientes? Y en la respuesta tenemos la esencia de la crisis, la explicación de los rescates actuales y el reflejo de lo que es el capitalismo moderno. Ni más ni menos. Es algo que ya se había demostrado para Estados Unidos, Francia y Alemania, pero el siguiente gráfico lo resume bastante bien también para España.
Resulta que los más ricos (el 0′01% más rico, concretamente) ha visto crecer sus ingresos debido a dos factores: el crecimiento de los salarios y, sobre todo, el crecimiento de las ganancias de capital. Las ganancias de capital aquí son los resultados de procedimientos especulativos tales como comprar barato y vender caro títulos financieros (como acciones, por ejemplo). Por lo tanto su nivel tiene mucho que ver con el buen estado del sistema financiero y, por supuesto, con la existencia de oportunidades de inversión razonables (por ejemplo burbujas especulativas).
Cualquiera que ahora mismo tenga dudas que lo piense con tranquilidad. En momentos de euforia financiera, por ejemplo como en los años 2000 con las puntocom o en los años recientes con las subprime, mercados de futuros y demás, son los más ricos los que participan en ese festín. Los ingresos que de aquella fiesta se derivan recaen sobre los participantes, que son aquellos que pueden participar. Por supuesto la mayor parte de la población o no participa o lo hace en cantidades minúsculas (a través de humildes fondos de inversión, por ejemplo). Lo que se puede resumir en que: las finanzas representan a las clases altas de las sociedades modernas. Sus éxitos son los éxitos de los más ricos. Quizás así se entienda mejor el verdadero carácter de los rescates financieros a los acreedores de deuda pública o a los bancos.
Esto es algo que confirma el Banco de España a través de su Encuesta de Presupuestos Familiares (2007). El 40% de los hogares más pobres tenían un 6′7% de activos financieros sobre el total de activos, mientras que el 10% de los hogares más ricos tenía el 16′60%. Pero más aún: los hogares más pobres tenían el 60% de sus activos financieros depositados en cuentas corrientes en los bancos, mientras que sólo un 8′5% en acciones y un 27′80% en fondos de inversión diversos. El 10% de los hogares más ricos, en cambio, tenían sólo el 16′60% de sus activos financieros en cuentas corrientes, y el 32′40% en acciones y el 36′40% en fondos de inversión. Cada producto (cuenta corriente, acciones, fondos de inversión) proporciona diferentes rentabilidades, siendo las acciones y fondos de inversión los más rentables. Eso significa que cada año que pasa, y en ausencia de impuestos progresivos, los ricos se hacen cada vez más ricos porque invierten de forma más rentable.
Esto quedaría mitigado si existieran impuestos progresivos, es decir, que cuanto más rico es uno más contribuye a las finanzas públicas (dinero que se utiliza para proporcionar servicios “más baratos” al resto de la sociedad). Pero aunque eso es así en la teoría, en la práctica resulta que los que cobran más de 600.000 euros pagan un tipo efectivo del 27′4% y los que cobran 120.000 euros pagan un tipo efectivo del 30′2%. Y la explicación reside en que el sistema impositivo español hace que los ingresos derivados de ganancias de capital (de la especulación) paguen mucho menos en impuestos (entre el 19% y el 21%) que lo que son los ingresos derivados del trabajo (que es variable pero con un máximo aproximado del 45%).

Conclusiones políticas

En plata. La mayoría de la población cuyos ingresos provienen fundamentalmente de los salarios paga más impuestos que aquellos que tienen ingresos mixtos y realizan ganancias de capital. Además, en contextos de auge financiero mientras los salarios reales caen (entre 1995 y 2006 cayeron un 6%) las ganancias de capital se multiplican. Se incrementa la desigualdad y los mecanismos del Estado para redistribuir pierden efectividad porque los gobiernos (PP y PSOE) han desactivado la mayoría o los han deteriorado.
El sistema económico capitalista se caracteriza por tener una tendencia inherente hacia el incremento de la desigualdad (por el diferente lugar que ocupan las personas en la actividad productiva), pero el Estado tiene mecanismos para mitigar eso y evitar tanto estallidos sociales como crisis económicas. En los últimos veinte años tanto el PP como el PSOE han rebajado los impuestos, especialmente a los ricos, y han tolerado mecanismos de evasión fiscal como los paraísos fiscales. Eso ha dañado enormemente las finanzas públicas, dejándolas indefensas ante la crisis, pero también ha permitido que la desigualdad crezca sin límites. Los muy ricos se han hecho cada vez más ricos. Y por supuesto lo han hecho poniendo en riesgo el sistema en su conjunto, que finalmente ha terminado por entrar en crisis. Una crisis que ahora, paradójicamente, están pagando los que menos se han beneficiado de los llamados períodos de “bonanza económica”.
Controlan los medios de comunicación, que son conglomerados financieros, y nos hacen creer que somos todos iguales. Pero es mentira, y los datos están ahí para quien quiera verlos. Sólo la presión social y la búsqueda de soluciones colectivas, previa concienciación de la situación, puede hacer que cambiemos el rumbo de esta sociedad.


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Una vez más: una ayuda multimillonaria a los bancos sin poner condiciones para esta ayuda (VINCENÇ NAVARRO)

Este artículo critica la ayuda de los bancos de los cinco Bancos Centrales más importantes del mundo, incluyendo el Banco Central Europeo, a los bancos europeos. Esta ayuda se está haciendo sin ningún tipo de condiciones, lo cual equivale a un regalo a la banca por parte de las autoridades públicas de las cuales los Bancos Centrales son parte.
Los mayores bancos europeos han estado comprando deuda pública de Grecia, Portugal e Irlanda, exigiendo unos intereses claramente abusivos a los respectivos Estados, ayudados por las agencias de valoración de bonos públicos que deliberadamente presentaban la situación de tal deuda pública como problemática, a fin de conseguir unos intereses más altos, y con ello unos mayores beneficios. Es así como lo que llaman la prima de riesgo ha ido aumentando. Y hace poco comenzaron con España y con Italia.
El pago de esta deuda pública está forzando el debilitamiento e, incluso, en algunas ocasiones, el desmantelamiento del Estado del Bienestar en estos países. Donde este proceso ha avanzado más es en Grecia, donde las políticas de austeridad han alcanzado unos niveles casi incompatibles con el mantenimiento del orden social. Las movilizaciones de protesta popular están alcanzando unos niveles de conflictividad nunca vistos en aquel país durante su periodo democrático.
Tales políticas de austeridad, además de afectar muy negativamente el bienestar  de las clases populares de estos países, está reduciendo todavía más el nivel de demanda doméstica, dificultando su recuperación económica. En realidad, la situación económica en Grecia ha alcanzado un deterioro tal que casi ha colapsado la economía. Este colapso y el temor de que  contamine a otros países que están siguiendo también estas políticas de austeridad, ha creado un pánico entre los mayores bancos que tienen bonos públicos griegos, pues, de no cobrarlos, las pérdidas serían muy elevadas. Su propia avaricia, pidiendo intereses más y más altos, está matando la gallina de los huevos de oro. Y ahora les entra pánico. De ahí las llamadas de que los bancos tienen que “capitalizarse”, es decir, que tienen, una vez más, que rescatarse del colapso que ellos han contribuido a crear.
Y, como no, los bancos centrales más importantes del mundo, además del Banco Central Europeo (el Federal Reserve Board, el Banco de Inglaterra, el Banco de Suiza y el Banco del Japón), están imprimiendo dinero y se lo dan (en realidad se lo prestan a unos intereses ridículamente bajos) para salvarlos. Y lo hacen sin ninguna condición, tal como ocurrió hace cuatro años. Nos encontramos con una situación casi idéntica a la que existía hace cuatro años cuando el sistema financiero casi colapsó. Entonces, los Estados les ayudaron sin pedir nada a cambio. Lo mismo que ahora. Podrían, por ejemplo, ayudarles con la condición de que garanticen la disponibilidad de crédito, o que eviten las prácticas especulativas, o que compren deuda pública de sus países a unos intereses razonables y no exagerados como ahora. Pues no. Nada de esto se les ha pedido. Les dan el dinero, y ya está.
Comparen ahora el comportamiento del BCE con la banca privada europea con el comportamiento del BCE con los Estados de la Eurozona. El BCE, un organismo público (controlado por la banca) no da ni presta dinero a los Estados de la Eurozona, ni compran deuda pública de tales países (sólo en situaciones excepcionales) forzándoles a que reduzcan más sus Estados del Bienestar. Los Estados tienen que conseguir el dinero, no del Banco Central Europeo, sino de los Bancos (que recibieron el dinero del BCE a un 1%) que se lo prestan entonces a unos intereses del 6%, 7%, 8%, e incluso el 12%.
Viendo esta situación creo que canalizar la indignación hacia los mercados y hacia la banca, aunque necesario como medida educativa y pedagógica (enseñando a la ciudadanía el rol que juegan los bancos y el capital financiero en la crisis actual), es insuficiente porque cada una de estas decisiones que permiten y reproducen esta situación la toman no sólo los banqueros, sino los propios políticos. Las políticas públicas que permiten estos comportamientos son diseñadas y aprobadas por las élites políticas del Estado. Los Bancos Centrales son autoridades públicas y sus gobernadores designados por nombramiento político. El nombramiento del Gobernador ultraliberal del Banco de España, el Sr. Fernández Ordóñez, que se sienta también en el Consejo del BCE, fue realizado por el Presidente del gobierno socialista español.
En lugar de proveer ayuda a los bancos, el BCE podría haber apoyado a los Estados. Esto es también una decisión política. Y como bien dijo Joseph Stiglitz en su día, con la enorme cantidad de dinero público que ha recibido la banca privada, podrían haberse establecido bancas públicas que hubieran garantizado la disponibilidad de crédito. Y cuando se ayudó a la banca hace cuatro años y ahora, podría haberse hecho tal ayuda condicionada a toda una serie de medidas que hubieran permitido la reactivación de la economía.
Enfatizar la culpabilidad en los mercados o en la banca es diluir la responsabilidad que las instituciones mal llamadas democráticas tienen en esta situación. No olvidemos que por cada decisión –por cada recorte de gasto público social -por ejemplo- podría haberse considerado una alternativa. En lugar de congelar las pensiones e intentar ahorrar 1.500 millones de euros, podría haberse mantenido el impuesto de patrimonio que recogía 2.500 millones, Y así, recorte por recorte. De ahí que es importante recuperar categorías de análisis como poder de clase y Estado, que sirvan para mostrar las enormes insuficiencias de lo que se llama democracia. Como he dicho en varias ocasiones, la petición más transformadora, incluso revolucionaria, que hoy puede hacerse es exigir que las instituciones llamadas democráticas sean auténticamente democráticas. Los establishments políticos, mediáticos, financieros y económicos no lo permitirán. Y ahí está el campo de batalla al que mi amigo Noam Chomsky, en su introducción al libro Hay alternativas que hemos escrito Juan Torres, Alberto Garzón y yo, define como la guerra de clases –class war- que, redefiniendo la que existió en épocas anteriores, es la guerra de una minoría que controla las instituciones financieras, económicas, mediáticas y políticas en contra de todos los demás, la gran mayoría de la ciudadanía.

Vincenç Navarro