En un mundo como el nuestro, es sorprendente y difícil encontrarse con oasis para el entendimiento y para las emociones, para espacios abiertos a la comunicación, a la solidaridad o a la búsqueda de la belleza, ese duro desierto que al ser atravesado nos convierte en más sabios y más puros. La realidad nos lleva de forma habitual a encontrarnos a la vuelta de cada esquina con esa constante carrera por ser más que los demás en la continua carrera por el “éxito” que nos vende la presión social de los esquemas tradicionales, que para eso son los que mandan. De tal manera, lo que nos encontramos en los noticieros a diario son solo síntomas y consecuencias de esta carrera demente por alcanzar cuanto antes la degeneración más alejada de la naturaleza del hombre.Así las cosas, la inconcebible existencia de revistas como “Fortune” o “Forbes” que tienen como objeto el entorno económico de los más ricos, muestran sin pudor las listas de las personas más acaudaladas del mundo, que por lo antinatural de su acumulación de la riqueza, son un ejemplo de la insolidaridad y del la corrupción que genera el poder. Pero claro, desde la perspectiva de la globalización, son un ejemplo a seguir.Aunque como decía, a veces uno en su deambular por la vida se encuentra con espacios tesoro en los que otra manera de vivir, convivir y relacionarse son posibles, y así la sorpresa me la encontré de la mano de un programa que Cáritas está desarrollando en distintos entornos sociales para la alfabetización de personas inmigrantes que necesitan conocer nuestro idioma hablado y escrito. En mi caso la he conocido, como tantos otros espacios alternativos y esperanzadores de la vida, en la Parroquia de Santo Toribio, en el barrio de las Delicias.Conozco el barrio y la zona desde que vine a Valladolid en el 81 (ya ha llovido) y he visto y aprendido en el entorno de esa Parroquia obrera, reivindicativa y popular muchas de las cosas más importantes de la vida, las cosas y las personas que a la larga te moldean el espíritu para siempre; y con el paso del tiempo, ahora me encuentro con un paisaje humano que ha cambiado radicalmente el colorido del barrio. Pero de lo que quiero hablar es de cómo el poso solidario y humano que han ido dejando a lo largo del tiempo gente como Millán Santos , Cacho o Fernando Suazo y tantos otros sigue vivo en la manera de hacer y actuar de las generaciones que a duras penas van tomando el relevo.Y ahora los parroquianos, de repente son de religiones distintas y de colores distintos, pero con un interés común por hacer de ese espacio un lugar de encuentro y comunicación en la que la primera piedra que se está poniendo es enseñar la lengua que sirva para entendernos a todos, y a disfrutar de la sonoridad y de los ojos de tanta gente tan hermosa, venida de muy lejos con tanto aplomo y con tanto esfuerzo, que merecen el mejor de los abrazos.
Publicado por Cifu en "El Norte de Castilla" el 30 de Noviembre de 2007