Publicado en maspublico.org el 11 de mayo de 2012
Cuando la historia juzgue dentro de unos años lo que ahora está
pasando en Europa encontrará en el comportamiento del Banco Central
Europeo una causa principal de los males que sufrimos porque fue
diseñado para ayudar a la banca privada y no para defender los intereses
públicos y la estabilidad macroeconómica y social.
No se le concedió capacidad de supervisión para que las entidades financieras utilizaran con
ventaja la existencia de los 27 regímenes nacionales diferentes y se le
impidió financiar a los gobiernos. Es decir, Europa se dotó de un banco
central que no lo era en realidad, lo que permitió que los bancos
privados dispusieran para sí, y con toda libertad de actuación, del
negocio de la financiación a los gobiernos.
Cuando las cosas iban bien, y el paso de los intereses se llevaba con
cierta comodidad, este modo de funcionar permitía que los bancos
encontrasen en la suscripción de la deuda soberana de los distintos
países una abundante y tranquila fuente de beneficios que no generaba
demasiados problemas, pero cuando la crisis arreció y aumentó la
necesidad de financiación (en gran parte para ayudar a los propios
bancos privados) se generaron algunos muy graves que pueden provocar que
Europa salte por los aires.
En primer lugar, se obligó a que los gobiernos tuvieran que pagar
muchísimo más por financiar su deuda. Y como ésta comenzó a
multiplicarse en gran parte por la aplicación de los tipos de interés de mercado, se llegaron a cifras que resultaban literalmente insoportables.
En segundo lugar, y como ocurre siempre, los mercados no se limitaban
a financiar sino que financiaban en función de la lógica especulativa
dominante, es decir, vinculando la deuda a productos financieros más
complejos, cuya rentabilidad aumentaba cuanto más difícil se hiciera su
pago, de modo que se incentivó así la desestabilización de las economías
para hacer rentables la inversión especulativa: cuantas más cayeran,
más ganancias.
Finalmente, aunque ya cuando la situación apenas tenía arreglo, el
Banco Central Europeo fue obligado a intervenir, aunque por la puerta de
atrás del mercado secundario y sin dejar de alimentar la codicia de la
banca privada. Trató de aliviar la situación pero lo que consiguió no
fue sino mostrar a los inversores y a los bancos que podían jugar incluso aún más fuerte a especular pues al final dispondrían de la cobertura que daba el BCE.
Sabemos que los bancos privados han utilizado esta posición
privilegiada como financiadores para extorsionar a los gobiernos e
imponerles reformas orientadas a recortar derechos sociales (con la
excusa de que eran necesarias para salir de la crisis). Y ahora nos
enteramos de que el propio Banco Central Europeo ha utilizado también
sus propias intervenciones para influir sobre las decisiones de los
gobernantes, forzando su voluntad y dejando que la situación se
empeorase cuando le convenía para defender los postulados ideológicos
que guían a sus directos. Se ha comportado como un auténtico pirómano y
debería abrirse cuanto antes una comisión independiente de investigación
que depure las responsabilidades de todos ellos, así como crear ya los tipos penales que contemplen el daño económico que provocan este tipo de actuaciones.