jueves, 15 de enero de 2009

Los biocombustibles no son parte del problema, son parte de la solución

Los biocombustibles no solo son una herramienta de lucha contra el cambio climático y la dependencia energética, sino que también constituyen un pilar de desarrollo rural, generando importantes efectos de arrastre en el campo.

Permiten poner tierras improductivas o contaminadas en cultivo, diversifican la ecomomia rural, reducen el paro, atraen capitales y generan actividades de I+D+i en lugares improbables por su limitada accesibilidad o lejanía de los centros económicos y tecnologicos.

Además, contribuyen a generar nuevas líneas de investigación, como por ejemplo el uso de algas para la producción energética (lo que permitiría cultivos en tres dimensiones en cualquier tipo de suelo).

Desde el punto de vista del agricultor, los biocombustibles permiten aumentar la rentabilidad de un gran número de expl0taciones agrícolas, ya que su producción genera otros productos comercializables:
si se utiliza una hectárea de colza para producir biodiésel, el 42% de la cosecha es para la producción del biocombustible, pero el resto, el 58%, es utilizable para piensos animales.

Fomentar el uso de combustibles ecológicos es una necesidad para el campo europeo y para el desarrollo agrícola de otros países. Por ello, es una buena noticia para todos la reciente aprobación por parte de la Unión Europea de la Directiva de Energías Renovables que asegura una proporción mínima de biocombnstibles en nuestras carreteras hasta 2020: no supone ningún coste para el consumidor final, contribuye a rebajar nuestra peligrosa y excesiva dependencia del petróleo, contribuye a un cambio gradual a medios de transporte más ecológicos y ayuda a frenar el cambio climático.

Por todo ello, los biocombustibles (bioetanol, biodiésel, biogás, biometanol, bioETBE, etcétera) son una magnífica solución y constituyen, además, una herramienta de desarrollo rural que se debería aprovechar, sobre todo teniendo en cuenta que ya se ha conseguido atraer inversiones a este sector. Si hay algo dificil en este país es convencer a alguien de que invierta su dinero en una tecnología emergente. No tiene sentido fomentar la inversión en un sector que se considera estratégico y abandonar después a su suerte a unos inversores que ya tienen otros problemas, como los de distribución de esta energía renovable a través de la red de distribución de sus competidores, las petroleras, o la competencia desleal del biodiésel de Estados Unidos que está copando el mercado europeo gracias a las subvenciones recibidas en origen.

Por otra parte, el medio rural español no puede prescindir de millones de euros de tecnología, ni tampoco de facilitar su medio de vida a los pocos agricultores dispuestos a mantener vivo el campo. Alcanzar el objetivo europeo de un 6% de biocombustibles para dentro de dos años es factible, y favorecería a varios sectores productivos, además de al I+D+i nacional. Si queremos biocombustibles de segunda generación es necesario que los de primera tengan recorrido.

En este contexto, es necesario ser crítico con la información. Las campañas malintencionadas y de desinformación contra este motor de desarrollo, como han denunciado, entre otros, la comisaria Europea para la Agricultura y el Desarrollo Rural, Mariann Fischer Boel, o el expresidente del Parlamento Europeo, Josep Borrell (El País, 12-07-2008), sólo benefician a los lobbies del petróleo y a la industria agroalimentaria, sin que se alcance a entender cómo organizaciones de defensa del medio ambiente o ligadas al desarrollo puedan haber caído en la trampa tendida por los sospechosos habituales.

Los biocombustibles no son el problema, sino parte de la solución.

Francisco J. Tapiador
Geógrafo e investigador del Departamento de Ciencias Ambientales de la Universidad de Castilla-La Mancha

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