Este artículo analiza uno de los
hechos más importantes ocurridos en Estados Unidos que no ha tenido
visibilidad mediática en los mayores medios de difusión e información de
España: la nacionalización de la General Motors. El artículo contrasta
la política seguida por la Administración Obama en los sectores
industriales con la que se ha desarrollado en los sectores financieros.
El artículo detalla también los intentos de conversión de la General
Motors en una cooperativa industrial como Mondragón.
La nacionalización de General Motors
Uno de los pilares del pensamiento
neoliberal ha sido la creencia de que el sector privado es más eficiente
que el sector público. De ahí deriva su postura de que hay que
privatizar las empresas públicas. Este dogma aparece también en otra
versión, cuando se subraya que la mejor manera de actuar frente al
fracaso de una empresa privada es dejar que se colapse permitiendo que
las fuerzas del mercado actúen con plena libertad. Solo en caso de que
el tamaño de tal empresa sea excesivamente grande (como ocurrió con la
mayoría de empresas financieras de Wall Street) y su colapso pudiera
causar una crisis a toda la economía, está justificado darle el dinero
que necesite, pero sin intervenir a través de una gestión por la vía
pública de tal empresa. La palabra nacionalización está prohibida en la
narrativa neoliberal.
De ahí que el partido
neoliberal norteamericano, es decir, el Partido Republicano, semejante
al Partido Popular en España, se opusiera por todos los medios a que el
Estado federal nacionalizara a la General Motors y a la Chrysler, las
dos empresas automovilísticas más poderosas de EEUU (junto con la Ford)
cuando éstas se declararon en bancarrota. El gobierno federal las quería
nacionalizar para evitar el enorme impacto negativo que el cierre de
tales empresas hubiera significado para grandes regiones industriales
de EEUU. La nacionalización consistió en la compra de acciones que dio,
en la práctica, control de la empresa por parte del gobierno federal,
pudiendo influenciar en gran manera al nuevo equipo de dirección que el
gobierno federal aprobó.
Los republicanos
inmediatamente auguraron un desastre económico, resultado –según ellos-
de una supuesta captación del gobierno federal por parte de los
sindicatos del automóvil (UAW) que, al imponer una “medida socialista”
(así definieron la intervención), crearía un enorme agujero en las
cuentas del Estado. Es interesante contrastar esta resistencia del
Partido Republicano a nacionalizar General Motors y Chrysler, con el
apoyo y respaldo de tal partido a la ayuda federal a Wall Street que fue
muchas veces superior a las cantidades utilizadas en la nacionalización
de las empresas automovilísticas.
Afortunadamente, los
resultados de esta nacionalización están ya disponibles para el público.
E.J. Dionea acaba de publicar un artículo en el The Washington Post
(del cual extraigo la mayoría de estos datos) en el que indica que la
General Motors, que había perdido 4.300 millones de dólares en el
momento álgido de la crisis, había declarado este año 2.500 millones de
beneficios. En realidad, la General Motors ha pagado ya al gobierno
federal el préstamo que recibió cuando se declaró en bancarrota. Y lo
que es más importante, ello se ha corregido sin que la General Motors
tuviera que forzar despidos masivos. Hubo despidos pactados con los
sindicatos, pero un número menor que el temido al principio. El que sí
que fue despedido inmediatamente fue el equipo directivo de la General
Motors, nombrando a un nuevo equipo aprobado por el gobierno federal. En
cuanto al resto de empleados, se pactaron los cambios que debían
realizarse con el sindicato del automóvil, United Autoworkers of
America.
Este sindicato desea ahora que la
altamente exitosa GM, no se venda al sector privado, convirtiéndose en
su lugar en una cooperativa tipo Mondragón. El sindicato UAW ha pedido a
la cooperativa Mondragón del país vasco que les aconseje sobre como
convertir una de las empresas más importantes de la manufactura del
mundo en una cooperativa. En realidad, la solidaridad expresada por los
trabajadores de la nacionalizada General Motors con la nueva empresa y
con sus compañeros trabajadores, explica que aceptaran reducciones
salariales y reducción de horas de trabajo en lugar de eliminación de
puestos de trabajo. Éstas son las bases del cooperativismo, que requiere
una cultura de solidaridad para su éxito. La mejor prueba de ello es la
cooperativa vasca Mondragón, punto de referencia internacional del
cooperativismo, que explica la petición de asesoría por parte del
sindicato UAW, uno de los sindicatos más progresistas existentes en EEUU
La administración Obama, sin
embargo, presionada por algunos de sus economistas neoliberales (de los
cuales hay muchos en el Departamento de Economía del gobierno federal),
está favoreciendo la venta de la GM a las empresas privadas, con el
apoyo y aplauso del Partido Republicano. El sindicato UAW, tal como he
señalado, se opone, y está proponiendo la vía cooperativa. De lo que se
decida, dependerá mucho el futuro industrial de EEUU.
Por otra parte, el éxito de la
nacionalización de GM ha reavivado las voces de aquéllos centros de
reflexión económica, tales como el Center for Economic and Policy
Research, de Washington, que habían sugerido al gobierno Obama que
nacionalizara sectores de la Banca o que creara una banca pública. Toda
la evidencia acumulada parece concluir que no estaríamos hoy en medio
del caos financiero en el que estamos si se hubieran tomado tales
medidas.