miércoles, 1 de junio de 2011

LA RAMONA (CIFU)


No se si será una casualidad o no, pero no deja de ser curiosa esta suerte de circunstancias por las que la memoria del pasado más casposo y menos saludable para el futuro, está cobrando vida propia y emergiendo así como quien no quiere la cosa en los titulares de los noticieros. Porque si ya ha habido durante las elecciones municipales cierta controversia con el carácter xenófobo de algunos candidatos y su espíritu añorante de la extrema derecha, ahora de repente nos salen unos “historiadores” que parecen vivir embalsamados y con claro tufillo a naftalina dentro de la “Academia de la Historia”, que acaba de publicar un “Diccionario Biográfico” en 50 tomos del ala con un pestorcillo intratable de la época del aguilucho.

Si ustedes se leen la biografía que del dictador Fco Franco ofrecen estos señores se darán cuenta del escaso respeto a la verdad, tan fácilmente contrastable por lo próximo de los acontecimientos, y menor respeto a la sociedad presuntamente democrática en que vivimos o queremos vivir. Porque para el “trabajo” de estos señores ilustradamente decimonónicos, han fundido 6,4 millones de euros para hacer una historia apócrifa de lo que sucedió en este país, haciendo del dictador una especie de héroe incomprendido pero magnífico.
Quizá sea por eso que últimamente cada vez que ganamos algún trofeo internacional, como ha sido el último giro de Italia por parte del incombustible Contador, a la hora de poner nuestro himno nacional, pusieron el que venía con la letra de Pemán encargado por el dictador Primo de Ribera en 1928, y que perpetuó el otro dictador del que ahora dice la historia que era un héroe Pero es que al propio Contador ya le pasó algo parecido sin ser igual cuando en 2009 ganó el Tour de Francia y le pusieron el himno de Dinamarca, y por lo que he descubierto es una situación ya casi “común” entre los deportistas españoles, ser galardonados en sus victorias con los himnos más inverosímiles.
Está claro que las banderas y los himnos se pueden convertir en actividades peligrosas cuando la gestión que se hace de ellos es parcelaria: dárselas a unos para que no les sirvan a los otros, o se acaben convirtiendo en el de sus enemigos. Pero parece estar claro también a la luz del cachondeo que se traen con esta broma es que, de la misma manera que nadie se asegura de que el técnico de turno en el lugar que sea, tenga los himnos reglamentarios de cada país, aquí nadie tampoco supervisa el trabajo de quienes pretenden escribir una historia falsa que es un insulto para la memoria y los valores de una sociedad que pretende acercarse a la justicia y a la democracia. Para la próxima toma de posesión de los gobernantes sugiero que pongan “La Ramona”.

LEONARD COHEN, PRÍNCIPE DE ASTURIAS DE LAS LETRAS

La poesía cantada, esas novelas de seis minutos y pico, la prosa mecida por inconfundibles melodías folk le han valido al músico Leonard Cohen (Montreal, 1934) el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Por sus canciones de marcado carácter literario, sí, pero también por su obra no cantada, libros como Flores para Hitler, Los hermosos vencidos, Comparemos mitologías, o la novela El juego favorito.
Con esta decisión, el jurado de los galardones hace realidad una vieja amenaza de la Academia Sueca: conceder su máxima distinción literaria a un simple cantante de rock. A lo mejor el Nobel nunca acaba por recaer en Bob Dylan, pero sí ha merecido un Príncipe de Asturias el cantautor canadiense cuyas letras (Suzanne, Last year's man, So long Marianne, Joan of Arc. Famous Blue Raincoat o I'm your man) son leídas con la reverencia debida a las grandes obras de la literatura por generaciones de oyentes.
El jurado ha destacado el "imaginario sentimental" creado por Leonard Cohen, en el que "la poesía y la música se funden en un valor inalterable".
Posiblemente ahora cobre todo su sentido el hecho de que la carrera de Cohen, fenomenal recitador de voz grave y ascendencia lituana, comenzase en los cenáculos literarios en aquellos años 60 en los que la generación que revisó las tradiciones del folk introdujo la sensibilidad poética de autores estadounidenses como Walt Whitman o Henry David Thoreau. Su novela de debú, El juego favorito, tomó la forma de un libro de aprendizaje.
Después vendría el fichaje por Columbia Records, auspiciado por John Hammond. Y su estreno discográfico, Songs of Leonard Cohen, acaso uno de los mejores álbumes de la historia del rock. Se abría con Suzanne, una letra dedicada platónicamente a una bailarina canadiense que ya daba idea de unas inquietudes poéticas, algo nada común en la industria de la música: "Y cuando tratas de decirle / que careces de amor para ofrecer / te coge y te mece entre sus brazos / dejando que el río conteste / que siempre fuiste su amante".
La pulsión estilística de Cohen nunca desapareció desde entonces, en discos como Songs from a Room (1969), Songs of Love and Hate (1971), Death of a Ladies' Man (1977, con producción de Phil Spector), I'm Your Man (1988) o su último álbum de estudio, Dear Heather(2004).
Cohen visitó España por última vez en 2010 en una gira enmarcada en un tour monumental, espoleado por la pertinaz ruina en la que se quedó tras el último divorcio. El tour le llevó por todo el mundo desde 2009 (en realidad, eran dos giras enlazadas). Una prueba de lo que se pudo ver en aquellos conciertos está contenida en Live in London (2009). Cohen firmó un brillante capítulo en su relación con España cuando colaboró con sus composiciones para un disco de Enrique Morente, Omega (1996). El Festival Internacional de Benicàssim fue testigo del reencuentro entre ambas leyendas de la música.
El galardón, que el año pasado recayó en el escritor libanés Amin Maalouf, reconoce a las personas cuya labor creadora o de investigación representen una contribución relevante a la cultura universal en los campos de la literatura o de la lingüística.
De los ocho galardones que convoca la Fundación Príncipe de Asturias, el de las Letras ha sido el quinto en fallarse en la presente edición. La entrega de los premios será en otoño en el teatro ovetense Campoamor, presidida por don Felipe de Borbón. Cada premio está dotado con 50.000 euros y una escultura creada expresamente por Joan Miró.
¡ENHORABUENA MAESTRO! ¡QUE GRANDE ERES!
Anina