El divulgador musical Fernando Martín de Argenta Pallarés ha fallecido hoy a los 68 años. Nacido en Madrid en 1945, fue creador, director y presentador de Clásicos populares, en Radio Nacional y El conciertazo,
en Televisión Española. Argenta, cuarto de cinco hermanos, fue el único
hijo varón del director de orquesta Ataulfo Martín de Argenta,
fallecido en enero de 1958, y de la pianista Juanita Pallarés.
Cursó la carrera de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid,
gracias a una beca que le concedió la orquesta Suisse Romande. Además,
poseía estudios de grado superior de Música de piano y armonía,
realizados en el Real Conservatorio de Madrid, pero los dejó a falta de
los dos cursos de composición.
Fernando Argenta perteneció en los años sesenta al grupo de rock Miky y los Tonys,
en que el tocó la guitarra, y, posteriormente, comenzó a dirigir
orquestas, en un principio para escolares y a partir de noviembre 1981
para público adulto. En 1971 entró a formar parte de la plantilla de
Radio Nacional de España, donde realizó múltiples programas, entre los
que destacan: Circuito nocturno, Nocturno español, Madrugada y Para los jóvenes.
Pero fue con Clásicos populares, cuyas emisiones inició el
13 de abril de 1976, con el que consiguió gran relevancia por el
lenguaje cercano y ameno que utilizaba para divulgar la música clásica.
Argenta compartió micrófono con Beatriz Pecker, José Manuel Rodríguez Rodri y Araceli González Campa, desde abril de 1984 hasta su prejubilación en febrero de 2008.
En noviembre de 1986 fue nombrado director de Radio-3 de Radio
Nacional de España, cargo que desempeñó durante dos años. Y en octubre
de 1988 se hizo cargo de la dirección de Radio-1, de la misma emisora,
donde solo se mantuvo unos meses y en el que le sustituyó Alicia
Fernández, en febrero de 1989. Más tarde, regresó a la dirección y
presentación de Clásicos populares, espació que tenía registrado.
Compatibilizó esta tarea con la dirección de conciertos para niños, y
en 1994 con la de asesor musical de la serie de dibujos animados para
TVE La Banda de Mozart (1994) y la dirección y presentación Zarzuelas en las calles de Madrid.
En 1996, al cumplirse el vigésimo aniversario de Clásicos Populares,
RTVE sacó al mercado el primer disco que lleva el nombre del programa,
al que le siguieron en años sucesivos otros discos, algunos de los
cuales obtuvieron varios discos de platino. Desde el 4 de marzo de 2000,
presentaba y dirigía también en La2 de TVE el espacio El conciertazo,
dirigido a los niños y en el que explicaba el significado de la música
clásica con la interpretación de piezas y la puesta en escena de
elementos de la danza.
Afectado por un expediente de regulación de empleo en RTVE,
en diciembre de 2008 dejó el grupo de comunicación estatal, aunque
entonces reconoció que le hubiera gustado continuar al frente de estos
espacios (32 años en Clásicos populares y nueve en El conciertazo), de los que también realizó sendos libros en 1998 y 2008, respectivamente.
Desde el 10 de abril de 2008 era director artístico de la Fundación Magistralia,
creada en 2000 para la promoción y la difusión de la música clásica y
el jazz, puesto en el que sucedió a Emilio Aragón. Además, era miembro
del jurado que otorga el Premio Príncipe de Asturias de las Artes desde
la edición de 2001.
Junto con su amigo y compositor Fernando Arbex, el 15 de julio de
1998 dirigió a la Orquesta Filarmónica de Londres en la grabación del Belén 2000. Himno de la Vida, encargado por el líder palestino Yaser Arafat para la celebración del año jubilar.
El poema sinfónico fue estrenado mundialmente el 1 de julio de 2000
en la localidad segoviana de Pedraza, ocasión en la que Argenta
compartió la batuta con Max Bragado al frente de la Sinfónica de
Castilla y León y el Orfeón Donostiarra.
En 2010 presentó su libro Los clásicos también pecan, en el que acercó la vida privada de 13 grandes genios de la música clásica, y en 2011 Pequeña historia de la música, con ilustraciones de Jvlivs. Asimismo, consiguió varios premios por Clásicos Populares,
entre ellos el Ondas de Radio 1980, el Jean Antoine Triumph Varietè de
1978, la Antena de Oro de Radio de 1988, el Ondas Internacional de Radio
1991 y el galardón al mejor Programa Infantil de los Premios de la
Academia de la Televisión de 2007.
En diciembre de 2003 el Gobierno le concedió la Medalla de Oro al
Mérito en las Bellas Artes. El 22 de agosto de 2013, en una entrevista
con Efe, reconoció su "frustración" porque el nombre de su padre se iba
olvidando, y por la ignorancia que hay sobre la fulgurante carrera de
director de orquesta que pudo haber tenido si la muerte no la hubiera
truncado.
Fernando Argenta, el mago de la música clásica
Fernando era una de esas personas a las que no cuesta trabajo
envidiar. Estudió con éxito, fue joven músico en un grupo de moda en los
sesenta, triunfó en la radio a la primera, se casó con Toñi, una
belleza por dentro y por fuera, tuvo un hijo maravilloso, Ataulfo, para
recordar así siempre a su padre, y en su trabajo siempre fue querido y
admirado, además de reconocido con todos los premios que se pueden
conseguir en nuestro país ¿Cómo no envidiarlo con esa envidia sana que
nos ayuda y nos empuja a ser mejores y progresar?
Rebusco en el trastero de mi memoria donde se amontonan tantos
recuerdos de estos últimos años en los que hemos trabajado juntos y veo
que todos los relacionados con él me han hecho mejor persona. Caminar en
su compañía por el mundo de la divulgación musical ha sido un placer y
un privilegio, quiero darle las gracias por dejarme compartir con él
camino y experiencias.
Fernando siempre tuvo el corazón atrapado por sus oyentes y en
especial por sus niños y fue un mago sin chistera que con su creatividad
en el trabajo de cada día convirtió siempre sus conciertos, con música
en vivo y en directo, en unas fiestas para los niños que asistían
expectantes a cada una de sus sesiones, esperando la sorpresa con que
les sorprendía en cada uno de ellos.
Siempre creyó en lo que hacía y por eso seguramente lo hacía bien.
Con él aprendimos que la música clásica debería ser una cosa normal y no
una extraordinaria y que la buena música sirve a mucha gente sensible
musicalmente para elevar el espíritu y a otros, menos melómanos,
simplemente, para poner algo de pomada al alma.
A pesar de su enfermedad y su progresivo deterioro físico, nunca se
dejó vencer por el pesimismo y siempre perteneció a ese selectivo grupo
de gente que hace cambiar las cosas en pequeña o gran medida, desde su
música y su optimismo desbordante. Persona comprometida, siempre aportó
su granito de arena desde su micrófono, en sus conciertos y últimamente
desde sus libros de educación musical, que ayudan a crecer a sus oyentes
y lectores en su cultura y en su buen gusto por la música de calidad.
Su hueco no será fácil de llenar, hay personas que son irremplazables
aunque su puesto lo ocupen otras personas válidas. Siempre podremos
presumir de haberlo conocido y haberlo tratado. Se apagó su vida, pero
su estrella seguirá brillando.
Su última lección magistral fue la serenidad y dignidad con que
afrontó su enfermedad y su profesionalidad y responsabilidad cumpliendo
con el compromiso que tenía con la editorial hasta dejar el trabajo
entregado y cumplimentado hasta en los más mínimos detalles. Mi andadura
personal al lado de Fernando ocupará para siempre un lugar preferente
en mis recuerdos positivos y espero que se note lo que aprendí a su lado
en mis actuaciones cotidianas y en mis futuros trabajos editoriales.
El arte de contagiar la música de Fernando Argenta
Demostró que el rigor casa perfectamente con el sentido del
espectáculo, que el humor ensalza mucho más a los genios que la
pomposidad destilada habitualmente por ciertos prebostes de la música,
que la jovialidad, el encanto, el carisma, son armas de comunicación más
efectivas que la rigidez y la gravedad, que los vicios pueden ser más
atractivos que las virtudes y que, en fin, por muy celestial o solemne
que fuera la música de Bach, por muy insuperable o sublime o fuera de
este mundo que resultarán los sonidos creados por Wagner, por Mozart,
nunca había que olvidar que se trataba de seres humanos, con sus
defectos, sus bajezas, sus escatologías, sus miserias, perfectamente
compatibles con el arte.
Quizás porque antes que en nada, Fernando Argenta
era un experto en la vida, apasionado, fascinante, culto, gracioso,
esencialmente bueno, supo transmitir como nadie el placer de su oficio
en beneficio de quienes devorábamos tarde a tarde su magistral sentido
de la comunicación en Clásicos populares, en hora más o menos punta, de lunes a viernes. En el programa de Radio Nacional estuvo 32 años, desde 1976.
Transmitió el virus de la gran música a, lo menos, tres generaciones y
más de un niño de los que ahora se encuentran en plena adolescencia ha
entrado quizás en un mundo que otros se empeñan en demostrar complejo
cuando no lo es en absoluto, gracias a sus locas y contagiosas mañanas a
cargo de El conciertazo, en La dos de TVE.
Luego fue víctima de un plan nada exquisito de amputación de talentos
en el ente. Le prejubilaron por edad, que no por méritos y sus
seguidores quedaron huérfanos de su exquisita manera de concebir el
oficio. Periodista, melómano, hombre orquesta, medio rockero, se
contagió de la música desde la cuna. Su padre, Ataulfo Argenta,
se lo supo transmitir desde niño, lo mismo que a sus cuatro hermanas.
No en vano ha sido el director español más importante y del que en este
año de 2013 se ha celebrado el centenario de su nacimiento en Castro Urdiales (Cantabria).
De Argenta a Argenta, se dio un cordón umbilical curioso que ha
resultado fundamental en los últimos 70 años de la historia musical
española para crear, fomentar y consolidar públicos incondicionales. Su
progenitor se encargó de sembrar en mitad del desierto franquista la
afición a un arte huérfano, amputado y cautivo. Labró una carrera
internacional con las cualidades del director perfecto: ambición en los
repertorios, exquisita sensibilidad, eclecticismo en la variedad de
géneros –de la zarzuela a la escuela de Viena, nada se le resistía- y un
carisma interior, irresistible para los músicos, y exterior,
absolutamente seductor para el público.
La pasada semana, Fernando pudo saber e incluso celebrar ya en mitad
de sus últimos suspiros junto a Toñi, su esposa y Ata, su hijo, que el
Ayuntamiento de Santander dedicaba una calle a la memoria de su padre.
Fue un gesto ejemplar de civismo cargado de simbología por parte de la
corporación municipal liderada por Íñigo de la Serna. La ciudad se la
arrebataba a un golpista como el general Mola y se la entregaba al
músico que alentó, entre otras cosas, la creación del Festival
Internacional de Santander. Su hijo pudo vivir para disfrutarlo.