jueves, 11 de octubre de 2012

Las contradicciones e incoherencias de la socialdemocracia en la Unión Europea (VICENÇ NAVARRO)

Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 11 de octubre de 2012

Este artículo señala las luces y sombras de los partidos socialdemócratas francés, alemán y español. El artículo también identifica los cambios positivos que han ocurrido en las políticas económicas del partido francés y del partido alemán, señalando a la vez la falta de autocrítica y renovación del partido español. El aspecto más negativo en todos ellos es, si embargo, que no han abandonado el dogma neoliberal de la austeridad, aceptando la necesidad de reducir el déficit público, continuando su apoyo al Pacto de Estabilidad y todavía peor, al Pacto Fiscal, que condena a todos los países a un estancamiento económico.

La elección del gobierno socialista en Francia abrió un enorme abanico de esperanzas. Por fin –se dijeron millones de europeos- se va a romper con esta obsesión con las políticas de austeridad (promovidas por la troika: el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional) y se va a poder iniciar una nueva vía, priorizando el crecimiento. Parecía que el discurso que el candidato François Hollande había utilizado durante su campaña electoral permitía así abrigar estas esperanzas.

Tales esperanzas, sin embargo, se están diluyendo rápidamente. El presupuesto presentado por el Primer Ministro Jean-Marc Ayrault al Parlamento francés el día 28 de septiembre contribuye a esta dilución. Veamos.

Lo primero que debe decirse es que el presupuesto tiene muchos elementos positivos, que representan un cambio de rumbo de 180º sobre las políticas del anterior presidente del gobierno francés, el Sr. Nicolas Sarkozy. La acusación hecha por algunas voces de izquierda en España de que no hay diferencia entre Hollande y Sarkozy es una frivolidad que debe denunciarse por su sectarismo. Más de la mitad de la reducción del déficit público (37.000 millones de euros) proceden de aumentar los impuestos de las rentas superiores y de las grandes empresas, mediante intervenciones fiscales, como incrementar el gravamen de las familias millonarias a un 75%. El entonces Presidente Sarkozy los bajó. Desde este punto de vista, el gobierno socialista se merece un aplauso. Comparado, por cierto, con lo que hizo el gobierno Zapatero, en el segundo periodo de su mandato, el gobierno Hollande está a años luz del socialismo español.

Ahora bien, habiendo dicho esto, tiene que señalarse que el presidente Hollande no ha cambiado un ápice su compromiso con la política de austeridad que antepone la reducción del déficit público a todo lo demás. Y ahí está el problema. Quiere reducir el déficit público actual del 4,5% al 3% el próximo año, para alcanzar el 0% en 2017. Y por si no fuera poco, moviliza cielo y tierra para que el Parlamento apruebe el Pacto Fiscal que la canciller alemana Merkel está exigiendo que se apruebe en todos los países de la Eurozona. Este Pacto Fiscal obligará a los Estados a no tener déficit, una política de una enorme (repito, enorme) austeridad y que creará la paralización económica en tales países. Imagínense el impacto que tendría una Ley que prohibiera endeudarse a las familias. Sería el fin del futuro de las familias, pues el endeudamiento es necesario en cualquier actividad económica que conlleve un gran gasto.

Se me dirá, como ya se me ha dicho, que en EEUU, los Estados tienen que equilibrar también sus cuentas, de manera que su déficit tiene que ser 0%. Pero EEUU es un Estado federal, con un Estado federal central (con un gasto equivalente al 21% del PIB), que ayuda a los Estados. No existe tal Estado federal en la Eurozona, y los fondos que controla lo que erróneamente se presentan como componentes de un posible Estado federal, la Comisión Europea y el Parlamento Europeo, son sólo un poco más de un 1% del PIB europeo.

También se me dirá que los países de tradición socialdemócrata en los países escandinavos han tenido mayoritariamente sus presupuestos equilibrados durante el periodo posterior a la II Guerra Mundial. Pero tales voces ignoran la gran carga fiscal (dentro de una política altamente progresiva y redistributiva) que existe en aquellos países, situación que no ocurre en los otros países de la UE. La peor medida, de las muchas malas medidas económicas que tomó el gobierno Zapatero en su segundo mandato, fue la aprobación (con el apoyo del PP y de CiU) del Pacto Fiscal, pacto que empeorará todavía más las dificultades de financiación del Estado del Bienestar en España y en Catalunya. Aprovecho para añadir que el apoyo del dirigente del Partido Verde, el conocido Daniel Cohn-Bendit, al Pacto Fiscal, señala el grado de acomodación y escasísima vocación transformadora de tal figura (lo cual explica su gran promoción mediática por parte de los medios de información de los diferentes establishments). François Hollande tampoco está cuestionando el Pacto de Estabilidad que ha sido el responsable –al requerir un descenso del déficit público- de que el crecimiento económico, desde que se estableció el euro, ha disminuido, y con ello ha aumentado el desempleo.

¿Por qué conserva Hollande su compromiso con la austeridad?

Una de las razones de tales medidas es el objetivo de “recuperar la confianza de los mercados”, la frase más utilizada por los neoliberales, una frase que no pasa ningún test de evidencia científica. La desconfianza de los mercados se basa, ahora, no tanto en el déficit público, sino en el escasísimo crecimiento económico, sin el cual es imposible la reducción del déficit. Y las medidas de austeridad reducirán su crecimiento, aumentando el déficit y la deuda pública. La evidencia de que ello será así es abrumadora. Incluso el Fondo Monetario Internacional acaba de reconocer que las políticas de austeridad tienen un impacto negativo muy acentuado en el crecimiento económico. El mismo FMI atribuye a los recortes el hecho de que Grecia y España tendrán el próximo año el menor crecimiento económico en el mundo.

La otra causa que explica el apoyo de Hollande a tales medidas de austeridad es su deseo de no antagonizar el establishment político y financiero alemán, como bien señala George Irvin en su artículo “The French Budget: Ni juste, ni efficace,” en Social Europe Journal. Es parte de la estrategia del gobierno Hollande recuperar el eje francés-alemán, pensando en un futuro, que considera próximo, en el que la canciller Merkel sea sustituida por una coalición del partido socialdemócrata con los verdes alemanes o incluso con la misma Democracia Cristiana alemana. La promesa que hizo Hollande en su campaña electoral de que su gobierno sería uno más en una Europa multipolar ha ido desapareciendo para recuperar el énfasis en el eje alemán-francés que augura consecuencias negativas para el resto de países de la Eurozona, pues continuará las políticas de austeridad que están llevando a Europa y al mundo al desastre.

Cambios en la socialdemocracia alemana

El partido socialdemócrata alemán ha hecho propuestas novedosas, en las líneas que Hollande también ha apoyado en su campaña electoral como el establecimiento de los eurobonos, la europeización de la deuda y un cambio en el BCE para dar mayor hincapié al crecimiento, y no sólo al control de la inflación. Todos estos cambios son muy positivos, y también hay que aplaudirlos. Pero el problema mayor es que el partido socialdemócrata, el SPD, no ha cambiado en un punto central: su compromiso con las políticas de austeridad que el gobierno socialdemócrata presidido por el canciller Schröder, por cierto, inició (en su Agenda 2010), y que la canciller Merkel continuó. Hoy los trabajadores alemanes están subpagados. A pesar del aumento de su productividad, los salarios reales en Alemania no han aumentado en los últimos diez años, siendo una característica de su mercado laboral una elevada tasa de precariedad, un 25%. Su Estado del Bienestar está muy deteriorado, habiéndose incrementado las desigualdades sociales hasta alcanzar niveles sin precedentes desde la II Guerra Mundial. El 10% de los alemanes, los más ricos, tienen el 53% de la riqueza privada del país, mientras que el 50% de la población alemana sólo tiene un 1% (sí ha leído bien, un 1%), según el último informe de la pobreza en Alemania del Ministerio de Trabajo alemán.

Todos estos datos son consecuencia de que el gobierno Schröder potenciara el sector exportador a costa de la demanda doméstica. La reducción de tal demanda disminuyó el crecimiento de la economía alemana, y con ello el crecimiento de la economía europea, que está en camino de una gran recesión de nuevo. Tal recesión en los países de la Eurozona, y muy en particular, de sus países periféricos (resultado de las políticas de austeridad) han afectado también a las exportaciones alemanas a estos países periféricos. Así, las exportaciones alemanas a España descendieron un 11,4%, a Portugal un 15,8%, a Grecia un 9%, y a Italia un 8,6%. Tales exportaciones fueron sustituidas por exportaciones a EEUU, China y otros países emergentes, pero el decrecimiento económico europeo está afectando negativamente al crecimiento económico mundial, afectando también tales exportaciones. Hoy la economía alemana está decelerándose muy marcadamente, y la tasa de crecimiento de la Eurozona se calcula  será en el  2012  negativa (un -0,5% del PIB de la Eurozona).

Estas son las consecuencias de estas políticas de austeridad iniciadas por el canciller Schröder y continuadas por la canciller Merkel. Y una persona clave para el desarrollo de tales políticas ha sido el que ahora es el candidato del SPD para la presidencia del país en las próximas elecciones alemanas, el Sr. Peer Steinbrück, que era el Ministro de Finanzas en el gobierno de coalición Cristiano Demócrata-Partido Socialdemócrata. De ahí que la alianza  Partido Socialista francés-Partido Socialdemócrata alemán no augura que haya el cambio tan urgente y necesario de romper con la austeridad que permita la aparición del New Deal en Europa. De ahí que aunque tales partidos socialdemócratas hayan ido mejorando sus propuestas económicas (consecuencia de las presiones procedentes de los sindicatos franceses y alemanes, así como de los partidos a su izquierda, la Alianza de Izquierdas en Francia y Die Linke (la izquierda) en Alemania, y muy en particular las movilizaciones de protesta popular frente a las políticas de austeridad) todavía están estancadas en el dogma de la austeridad y lo que llaman disciplina fiscal que está llevando a Europa y al mundo al desastre. La alternativa, que sería establecer el New Deal en Europa con políticas expansivas, encaminadas a estimular la economía mediante el crecimiento de la demanda doméstica, no está ni se la espera.

Las políticas económicas de la socialdemocracia española

Los equipos económicos del gobierno socialista del Presidente Zapatero han sido discípulos aventajados de la escuela ortodoxa liberal y su comportamiento antes y durante la crisis encaja dentro de los cánones de los libros de texto del neoliberalismo. En lugar de resolver el mayor problema que tiene el Estado español (la regresividad de su política fiscal y la pobreza del Estado que ello conlleva), el gobierno Zapatero hizo una reforma fiscal en el 2006, en la que bajó los impuestos, favoreciendo todavía más a las rentas del capital y a las rentas superiores. Tales recortes de impuestos crearon un agujero en las cuentas del Estado de casi 20.000 millones de euros La política de que “bajar impuestos es de izquierdas” le costó mucho dinero al Estado, incrementando su déficit público estructural que apareció con toda intensidad cuando estalló la burbuja inmobiliaria y el Estado dejó de ingresar los fondos coyunturales resultado del crecimiento de la burbuja.

Y cuando el déficit público se disparó, la respuesta fue también de libro de texto en la doctrina neoliberal. Recortó el gasto público, incluyendo el social, antes que revertir la bajada de impuestos que había hecho en sus años de bonanza. Así, el gobierno Zapatero congeló las pensiones (para ahorrar 1.200 millones de euros), pero no revertió la bajada de impuestos de sucesiones (que le habría significado recuperar 2.200 millones de euros).

Es cierto que el gobierno Rajoy ha acentuado todavía más estas políticas de austeridad, recortando, por ejemplo, el gasto público sanitario (6.000 millones de euros), cuando podría haber conseguido 5.600 millones de euros, revertiendo la bajada del Impuesto de Sociedades de las empresas que facturan más de 150 millones de euros al años, y que representan sólo el 0,12% de todas las empresas de España.

Es sorprendente que en España, uno de los países con mayores desigualdades y menos ingresos al Estado, la socialdemocracia sea de las más conservadoras y con menos vocación transformadora en las áreas económicas y fiscales que existe en la Unión Europea. Existe un temor (o una complicidad) a enfrentarse, por ejemplo, con la banca, nombrando a personas de clara orientación muy liberal, como Jordi Sevilla, Pedro Solbes, Elena Salado, David Taguas, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, Miguel de Sebastián, y otros, en posiciones de gran responsabilidad económica. Los resultados de tales políticas liberales son fáciles de ver: la escasa prevención de la crisis y la manera como se ha respondido a ella (que ha causado un enorme daño) son típicos productos del neoliberalismo. El hecho de que el Partido Popular haya sido incluso mucho peor, no disculpa o diluye los errores económicos de la Administración anterior.

La ausencia de autocrítica y renovación

Lo que caracteriza al socialismo español es su nula capacidad de autocrítica y renovación. Es sorprendente que durante todos estos años no ha habido ninguna voz crítica dentro del PSOE hacia tales políticas. Con la excepción de Josep Borrell, ninguna figura del socialismo español se opuso al cambio de la Constitución para incluir (bajo las órdenes de la Sra. Merkel) el infame Pacto Fiscal que fuerza al Estado a no tener ningún déficit, condenando a España a estar a la cola de la Europa Social. Como dije antes, hay que darse cuenta de las consecuencias que tendría para las familias españolas que se aprobara una Ley que les prohibiera endeudarse. El impacto sería enormemente negativo. Pues ésta es la situación para España. Con la excepción de Josep Borrell, no hubo nadie dentro del grupo dirigente del PSOE (repito, nadie) que se opusiera o criticara a tal Pacto Fiscal, mostrando que el PSOE es un aparato presidencialista que ha alcanzado unos niveles que generan rechazo en grandes sectores de su electorado. Tal rechazo se ha acentuado todavía más ahora en que el que lo dirige era el segundo de a bordo del Presidente Zapatero, que ha purgado a todos los demás que le pudieran hacer sombra. El aparato del Partido ha captado el mayor instrumento de las izquierdas españolas, el PSOE, y ello ha tenido enormes repercusiones negativas para todo el país. Hoy al PSOE se le ve y se le percibe por la mayoría de la población española como parte del problema, y no como la solución. Y todos los dirigentes permanecen callados, aferrados a su poltrona. Sería deseable (urgente y necesario) que las bases de tal partido, que son en su mayoría votantes de izquierda, se rebelaran, y hubiera una movilización general pidiendo que se marchen las élites que tanto daño han estado haciendo al socialismo español. El enorme hostigamiento que las clases populares están sufriendo desde el Estado gobernado por la derecha más reaccionaria que ha gobernado este país desde el fin de la dictadura, necesita un instrumento mucho más socialista y más radical de lo que tal instrumento es hoy en día. El amor a España que estos sectores populares siempre han mostrado, requieren una rebelión en contra de la falta de participación y democracia en tal Partido. El hecho de que este fenómeno sea generalizado en otros partidos no es razón de no exigirlo en el mayor partido de la oposición. Así lo necesita este país.