Lo de la crisis económica cada día está más interesante. Se están cocinando caldos de cultivo de lo más granado entre la población, de tal manera que la bomba que se prepara es tan imprevisible en sus daños colaterales como lo de los virus de reciente generación.
De cualquier modo, los datos que se refieren a este país nos están acercando a un 20% (¡un 20%!) de la población viviendo bajo el umbral de la pobreza. Pero como siempre, no es lo mismo vivir en el sur (Andalucía tiene un 28,9% y Extremadura un 38%), que en norte (País Vasco cuenta con un 8,5%). La diferencia norte-sur es una constante que puede aplicarse a casi todos los territorios del planeta -cada vez que digo 'planeta' me meo de la risa recordando lo de Leyre Pajín-, y si hablamos del ecosistema urbano de cualquier núcleo de población, lo de norte-sur se transforma en centro-periferia.
Aquí, en Valladolid, lo del centro-periferia no es distinto de la mayoría de los núcleos urbanos. Los barrios populares de toda la vida están siendo los herederos de esta segunda eclosión de inmigrantes que anteriormente fue ocasionada por los emigrantes de interior, la generación que fue del campo a la ciudad, los que pusieron el primer puntal a la eterna agonía del mundo rural y de la cultura tradicional.
Y trasladando el desarraigo y la lucha interior que llevaron a cabo esos pioneros que fueron nuestros padres en aquel momento, pero que fueron capaces de sobrevivir y, quizá, mejorar su nivel de vida en un momento. ¿Cuál es el horizonte que se ofrece ahora mismo a nuestros nuevos acogidos? La respuesta es poco esperanzadora desde la óptica de quienes tienen el perfil sociocultural lo suficientemente organizado como para leer tranquilamente esto que escribo.
El clima desesperanzador que se está brindando echa para atrás cualquier intento de levantar la cabeza, dada la escasa capacidad de respuesta que se está brindando ante el problema. Lejos de eso, asistimos a una continua bajada de pantalones que mantiene en el cargo a los corruptos y sus rebaños; raro es el día en que no aparezca una nueva trama. Parece que los tiempos, para los que nos dedicamos a la música, van siguiendo ese guión norte-sur, centro periferia, por los cuales el desaliento general pretende provocar el desánimo y el desconcierto. Quizá el futuro de los músicos esté en ofrecer 'desconciertos' por un asequible 'desprecio'.
De cualquier modo, los datos que se refieren a este país nos están acercando a un 20% (¡un 20%!) de la población viviendo bajo el umbral de la pobreza. Pero como siempre, no es lo mismo vivir en el sur (Andalucía tiene un 28,9% y Extremadura un 38%), que en norte (País Vasco cuenta con un 8,5%). La diferencia norte-sur es una constante que puede aplicarse a casi todos los territorios del planeta -cada vez que digo 'planeta' me meo de la risa recordando lo de Leyre Pajín-, y si hablamos del ecosistema urbano de cualquier núcleo de población, lo de norte-sur se transforma en centro-periferia.
Aquí, en Valladolid, lo del centro-periferia no es distinto de la mayoría de los núcleos urbanos. Los barrios populares de toda la vida están siendo los herederos de esta segunda eclosión de inmigrantes que anteriormente fue ocasionada por los emigrantes de interior, la generación que fue del campo a la ciudad, los que pusieron el primer puntal a la eterna agonía del mundo rural y de la cultura tradicional.
Y trasladando el desarraigo y la lucha interior que llevaron a cabo esos pioneros que fueron nuestros padres en aquel momento, pero que fueron capaces de sobrevivir y, quizá, mejorar su nivel de vida en un momento. ¿Cuál es el horizonte que se ofrece ahora mismo a nuestros nuevos acogidos? La respuesta es poco esperanzadora desde la óptica de quienes tienen el perfil sociocultural lo suficientemente organizado como para leer tranquilamente esto que escribo.
El clima desesperanzador que se está brindando echa para atrás cualquier intento de levantar la cabeza, dada la escasa capacidad de respuesta que se está brindando ante el problema. Lejos de eso, asistimos a una continua bajada de pantalones que mantiene en el cargo a los corruptos y sus rebaños; raro es el día en que no aparezca una nueva trama. Parece que los tiempos, para los que nos dedicamos a la música, van siguiendo ese guión norte-sur, centro periferia, por los cuales el desaliento general pretende provocar el desánimo y el desconcierto. Quizá el futuro de los músicos esté en ofrecer 'desconciertos' por un asequible 'desprecio'.
Jesús Cifuentes - El norte de Castilla-