Los medios de comunicación afirman que el anuncio de que el gobierno griego podría convocar un referéndum para decidir si Grecia aprueba el segundo plan de "ayuda" ha hecho caer las bolsas y que constituye una amenaza para la estabilidad de la economía europea. Lo primero que sorprende es que se le tenga miedo a que el pueblo decida si quiere o no una "ayuda" cuando se encuentra en una situación tan difícil.
¿No será que los medios saben perfectamente que en realidad no se trata de ayudar sino de dar una vuelta más a la soga que los poderes financieros han puesto en el cuello del pueblo para salvar, un poco más y de nuevo, a los bancos acreedores de Grecia a costa del sacrificio de la población? ¿Acaso iba a tener problemas el pueblo griego para recibir ayudas si de verdad lo fueran? ¿Y por que temen que se produzca esta expresión de democracia si sabemos perfectamente que las economías van mejor cuanto más democracia haya? ¿No dicen que lo que buscan es mejorarlas?
La verdad es que esta reacción de los medios muestra una vez más el miedo atroz a la voluntad popular que tienen los llamados mercados, los grandes financieros, los bancos, las grandes corporaciones y la clase política corrupta que ha renunciado a su poder representativo para ayudarles a mantener sus privilegios. Tienen miedo a la decisión del pueblo porque son incompatibles con la democracia incluso por muy débil y tamizada que ésta sea. No quieren dejar que el pueblo se pronuncie porque tienen la seguridad de que lo que hacen es lo contrario de lo que quiere la gente.
En España, por ejemplo, las encuestas muestran que la inmensa mayoría de la sociedad no quiere que se siga dando dinero público a los bancos y, sin embargo, los líderes políticos -lo ha dicho recientemente Rajoy- afirman continuamente que eso es imprescindible. Su vergonzosa servidumbre a los poderes financieros les lleva a presentar como ineludible lo que solo es necesario para los bancos y las grandes empresas que destruyen empleo, a otras medianas y pequeñas empresas y riqueza productiva. El rechazo continuado a que la ciudadanía exprese claramente sus preferencias y la imposibilidad de que ésta decida lo que se hace o no con la economía significa nada más y nada menos que vivimos en una dictadura. Así de simple y así de sencillo.
¿Dónde está la democracia si no podemos hacer que los asuntos económicos, que al fin y al cabo son los que nos proporcionan bienestar y satisfacción personal, se resuelvan según la voluntad de la mayoría? ¿Cómo se puede decir que hay democracia si los gobiernos no gobiernan para el pueblo sino que son gobernados por las finanzas contra el pueblo, como estamos viendo día a día?
La continua imposición de políticas por parte de "los mercados", el hecho evidente de que los gobiernos representativos se pliegan a sus preferencias y dictados, la continua aceptación de la voluntad de los financieros y banqueros gracias al poder político, económico y mediático que han acumulado al margen de las instituciones democráticas muestra inequívocamente que vivimos bajo una auténtica dictadura. Hay que decirlo claramente.
Una democracia que se desvanece cuando se trata de gobernar el dinero y la economía no es una democracia de verdad. Lo llaman democracia pero es una dictadura. Y no tenemos por qué aceptar pasivamente todo esto que está pasando. Cuando un pueblo está sometido a un poder dictatorial tiene todo el derecho a rebelarse y a tratar de destruirlo. Es más, yo creo que lo indigno es no intentar acabar con él.