Artículo publicado por Vicenç Navarro en GACETA SANITARIA, abril de 2012
Este artículo analiza 
críticamente la política de recortes de gasto sanitario público que se 
está realizando en España, recortes que acentuarán todavía más la 
polarización de la atención sanitaria en España por clase social.
Una de las características de la sanidad
 pública española es su bajo gasto público sanitario, uno de los más 
bajos de la Unión Europea de los Quince, UE-15 (el grupo de países de la
 Unión Europea de semejante nivel de desarrollo económico al de España).
 Según Eurostat, en el 2008,
 el primer año de la crisis, España se gastaba sólo un 6,5% del PIB, 
comparado con un 7,3% en el promedio de la UE-15. Se llega a la misma 
conclusión cuando se escoge el gasto público sanitario por habitante. 
España se sitúa, de nuevo, a la cola de la UE-15.
 Soy consciente de que 
algunos economistas de la salud en España han señalado que España se 
gasta ya en sanidad pública lo que le corresponde por su nivel de 
desarrollo económico, postura insostenible a la luz de los datos (para 
ver una crítica de tal postura, ver mi artículo publicado en la revista 
Salud 2000 de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la 
Sanidad Pública (“Los determinantes del gasto público sanitario”. Agosto
 2010). En realidad, España se gasta en sanidad pública mucho menos de 
lo que le corresponde por su nivel de riqueza. Su PIB per cápita es ya 
el 94% del PIB per cápita promedio de la UE-15. En cambio, su gasto 
sanitario público per cápita es sólo el 79,5% del gasto sanitario 
público per cápita del promedio de la UE-15. Si en lugar de 79,5% se 
gastara el 94%, España se gastaría en su sector sanitario público 13.500
 millones de euros más de los que se gasta. Ni que decir tiene que el 
PIB por habitante no es el determinante del gasto público sanitario por 
habitante, pues muchas otras variables intervienen en configurar tal 
gasto, desde la estructura demográfica al tipo de organización del 
sistema sanitario, entre otros. Pero todas las indicaciones permiten 
llegar a la conclusión de que el gasto público sanitario es más bajo de 
lo que debiera ser
 por el desarrollo económico que tiene el país. Esta observación es 
aplicable a todos los servicios públicos del Estado del Bienestar. El 
número de personas adultas trabajando en los servicios públicos del 
Estado del Bienestar es de los más bajos de la UE-15. Sólo un 9%, 
comparado con un 15% en la UE-15 y un 25% en Suecia, el país que tiene 
mayor desarrollo de su Estado del Bienestar.
 Las causas de este 
escaso gasto público sanitario son predominantemente políticas: el gran 
dominio que las fuerzas conservadoras han tenido sobre el Estado español
 a lo largo de su historia, característica que comparte con Grecia y 
Portugal, los países que tienen también un gran retraso en su gasto 
público social (ver Navarro, V., El subdesarrollo social de España. 
Causas y Consecuencias, y Volúmenes I, II y III de La Situación Social 
en España, 2004, 2007 y 2009).
 La polarización por clase social del sistema sanitario español
 Esta situación explica que
 España sea también el país que tiene el mayor porcentaje de gasto 
sanitario privado de la UE-15. Casi el 30% del gasto sanitario es gasto 
privado procedente predominantemente del 20-25% de la población que 
tiene mayor nivel de renta. Ello determina que exista una polarización 
por clase social del sistema sanitario español, con una sanidad privada 
que atiende básicamente a los sectores con mayores recursos y una 
sanidad pública que atiende a las clases populares. Esta polarización es
 típica de los países donde las fuerzas conservadoras han tenido mayor 
influencia sobre el Estado, tales como el sur de Europa y la mayoría de 
países de América Latina.
 Tal sistema, además de
 injusto, es altamente ineficiente, pues mientras que la privada es, en 
general, mejor que la pública por su confort (una cama por habitación), 
por su mayor tiempo de visita y por una menor lista de espera, en la 
pública la calidad del personal y riqueza de la infraestructura es 
superior . En países donde se ha comparado la mortalidad estandarizando 
las variables que pueden afectar la mortalidad, ésta es mayor en los 
centros privados (con afán de lucro) que en los centros públicos (P. J. 
Devereaux, et ál. “Payment for care at private for-profit and private 
not-for-profit hospitals: a systemathic review and meta-analysis”, 
08-06-04, y P. J. Devereaux, et ál. “A systematic review and 
meta-analysis of studies comparing mortality rates of private for-profit
 and private not-for-profit hospitals”, en la revista de la Canadian 
Medical Association 28-05-02).
 Las políticas públicas
 que se están proponiendo con recortes sustanciales de la sanidad 
pública acentuarán todavía más la polarización por clase social del 
sistema sanitario español. Los recortes en el gasto público acelerarán 
el crecimiento de la sanidad privada, proceso de aceleración que será 
facilitado por la desgravación del aseguramiento privado que alcanza su 
máxima expresión en las propuestas del Conseller de Salut del gobierno 
CiU de Catalunya, el Sr. Boi Ruiz, quien ha propuesto el aseguramiento 
sanitario obligatorio para las rentas superiores, reduciendo el sector 
público a un sector asistencial de mínimos para las clases populares. 
Esta dicotomía afectará todavía más negativamente la inequidad e 
ineficiencia del sistema, como ha demostrado la experiencia en EEUU. 
Ningún otro país se gasta tanto en sanidad y tiene un mayor grado de 
descontento popular con su sistema sanitario que EEUU, donde el 
aseguramiento privado está generalizado. Es un tremendo error ir en esta
 dirección.
 Los recortes acentuarán más la polarización social
 Las insuficiencias del 
gasto público sanitario han dado pie a las políticas de recortes que se 
justifican bajo varios argumentos, ninguno de los cuales es sostenible, 
ni conceptualmente ni empíricamente. Es paradójico que algunos 
economistas aconsejen tales recortes que conllevarán una expansión de 
tal aseguramiento, argumentando que estimularán la eficiencia 
“eliminando la grasa”. Tal argumento ignora, sin embargo, el carácter 
político de los recortes, los cuales reproducen y acentúan más la 
desigualdad en la distribución del poder institucional dentro del sector
 sanitario, pues los grupos más poderosos se defienden mejor de los 
recortes que los grupos con menos poder. No hay ninguna evidencia de que
 tales recortes estén mejorando la eficiencia del sistema. Antes al 
contrario, están acentuando todavía más las grandes ineficiencias, 
consecuencia de la polarización por clase social del sistema sanitario.
 Estos recortes van 
acompañados de una llamada al incremento de los ingresos privados, 
aumentando todavía más el elevado porcentaje que el gasto público 
privado representa sobre el gasto total. Uno de ellos es el copago, 
medida que se presenta frecuentemente como medida moderadora de un 
supuesto abuso del sistema público por parte del usuario, del cual no 
hay ninguna evidencia. El hecho de que el usuario español tenga más 
visitas o más recetas no es un indicador de abuso del sistema por parte 
del usuario, pues esta mayor utilización se debe a causas 
administrativas (tener la firma del médico) o a una subutilización del 
personal de enfermería, entre otros factores. Es más, la utilización y 
el gasto sanitario viene determinado en gran manera por el médico, no 
por el usuario.
 El sistema de copago 
no es equitativo y sería mucho más eficiente, eficaz y equitativo que el
 pago se hiciera por vía impositiva con una orientación finalista, tal 
como se ha desarrollado en otros países. La carga fiscal en España es, 
además de baja, altamente regresiva. Y debería corregirse, añadiendo un 
componente finalista en la corrección de inequidades fiscales. Las 
encuestas señalan que, a la vez que existe una gran desaprobación por 
parte de la población de los recortes y del copago, hay una amplia 
aprobación del aumento de los recursos para la sanidad (87% de la 
población). En realidad, los fondos que el Estado intenta ahorrarse 
recortando los servicios sanitarios podrían haberse adquirido a base de 
medidas tales como eliminar la baja de impuestos a las empresas que 
facturan más de 150 millones de euros al año (que habrían obtenido 5.300
 millones de más) o recuperando el impuesto del patrimonio (2.100 
millones de euros), y eliminando la reducción de los impuestos de 
sucesiones (2.552 millones), o eliminando el fraude fiscal de la grandes
 fortunas, de la banca y de las grandes empresas que facturan más de 150
 millones de euros al año, consiguiendo 44.000 millones de euros, por 
citar sólo unos ejemplos (ver “Hay alternativas. Propuestas para crear 
empleo y bienestar en España” Navarro, V., Torres, J., Garzón, A.). 
Tales recortes responden a unas coordenadas políticas de poder que se 
presentan erróneamente como las únicas alternativas posibles. Pero los 
datos muestran que otras intervenciones son posibles si existe voluntad 
política para ello.