Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario digital EL PLURAL, 1 de octubre de 2012
Este artículo analiza las
limitaciones de la democracia en España que dificultan el desarrollo de
referéndums tanto a nivel autonómico como local. Por otra parte, la
democracia española no reconoce la plurinacionalidad del Estado español
que determina la demanda popular de que se realice un referéndum en
Catalunya sobre el futuro de su articulación con el resto de España.
Uno de los puntos más flacos de la
democracia representativa es que se realiza predominantemente a través
de partidos políticos que, por definición, tienen una visión totalizante
de la realidad y que, por lo tanto, ofrecen propuestas de resolución en
casi todas las áreas de esta realidad en la que intervienen. De este
modo, su oferta electoral contiene gran variedad de políticas, tales
como políticas fiscales, políticas educativas, políticas de transporte, y
un largo etcétera. Ahora bien, el problema que tal aspecto de la
democracia tiene es que cuando un ciudadano vota por la opción política
A, le da, en teoría, su voto a toda su oferta programática, de manera
que ésta se considera así legitimada para llevar a cabo todos los
elementos de su programa.
Pero ahí está la enorme debilidad de la
democracia representativa. El ciudadano puede estar de acuerdo con, por
ejemplo, la política educativa de la opción A, pero prefería la política
sanitaria de la opción B. Y sin embargo, no se le permite al ciudadano
votar selectivamente. Tiene que votar todo el programa, o no lo vota. Es
todo o nada. Y ello limita enormemente la democracia y su
representatividad. Esta limitación es incluso más acentuada al reducir
la democracia a votar cada cuatro años por programas totalizantes (es
decir que cubren diferentes tipos de intervenciones).
Ni que decir tiene que los partidos
quieren hacer creer a la ciudadanía que el votante les apoya en todos
los elementos de su programa. Pero la evidencia muestra que ello
raramente es el caso. Así, las encuestas mostraban que la mayoría de la
ciudadanía que votó al candidato Reagan en EEUU estaba en desacuerdo con
la mayoría de su programa de claro corte neoliberal. Pero le votaron
porque esperaban que controlara la inflación, problemática que se había
identificado con el presidente Carter, su adversario político.
Una situación semejante ocurre en
España. Incluso la gran mayoría de votantes del PP están frecuentemente
en desacuerdo con las decisiones del gobierno Rajoy, no sólo con
aquellas que no estaban en su programa electoral –como los recortes-
sino también algunas que sí estaban incluidas en su programa. Y lo mismo
ocurre en Catalunya, donde el voto al partido nacionalista
conservador-liberal, CiU, que gobierna la Generalitat de Catalunya, se
debió en gran parte a su nacionalismo, aún cuando había gran desacuerdo
con sus políticas públicas, no sólo las que no ha respetado en su
programa electoral –como los recortes, que no constaban en su programa-,
sino también algunas que sí que estaban en él.
La democracia directa: la necesidad de referéndums
De estas limitaciones de la democracia
indirecta representativa (que reducen la democracia a votar cada cuatro
años por partidos que son totalizantes, es decir, que cubren toda la
realidad que nos rodea en sus intervenciones) se generó una demanda por
formas de mayor participación ciudadana, tales como los referéndums, una
forma de democracia casi inexistente en España, cuya Constitución y el
sistema democrático que este documento sintetizó, son resultado del
miedo y cautela entre los personajes y fuerzas políticas que elaboraron
tal documento que parecían temer a la población limitando extensamente
su participación.
Este miedo y cautela explican también la
escasísima proporcionalidad del sistema electoral español que no
respeta el principio básico en la democracia que cada ciudadano tiene
que tener la misma posibilidad, a través de su voto, de configurar la
gobernanza de su país. Esto no ocurre en España, resultado de un diseño
que tenía como objetivo discriminar contra las izquierdas y muy en
particular contra el Partido Comunista que lideró la resistencia contra
la dictadura y que era percibido por la nomenclatura del aparato
dictatorial (que dominó el proceso inmodélico de la dictadura a la
democracia) como su máximo enemigo.
El dominio conservador del aparato del
estado explica, como he documentado en mis escritos (tal como Bienestar
insuficiente, democracia incompleta. De lo que no se habla en nuestro
país y el Subdesarrollo social de España: Causas y consecuencias), el
enorme retraso y subdesarrollo social de España, que continúa siendo uno
de los países con un gasto público social por habitante más bajos de la
Europa de los Quince (UE-15), el grupo de países de la UE de semejante
desarrollo económico a España, así como la falta de reconocimiento de su
plurinacionalidad, ocultado por un estado de las autonomías que, con
“su café para todos”, negaba tal pluralidad. En tal estado de las
autonomías se confundió descentralización con autodeterminación.
Resultado de esta confusión se ha llegado a afirmar que España, en la
práctica, ya es un estado federal, lo cual traduce un desconocimiento de
cómo funciona un estado federal. He vivido en uno de tales estados,
EEUU, y no hay ni punto de comparación entre el estado de las autonomías
español y el sistema federal estadounidense. Sería impensable que un
estado, como el estado de Maryland en EEUU, tuviera que pedir permiso al
gobierno federal o al Congreso de EEUU para realizar un referéndum. En
España, Catalunya no puede hacer un referéndum sin la autorización de
las Cortes Españolas en Madrid.
El referéndum en Catalunya
Cualquier persona de sensibilidad
democrática debería estar de acuerdo con el derecho de la población
catalana a votar si quiere ser independiente, si quiere tener un Estado
propio, si quiere estar confederada o federada, o si quiere continuar
como ahora. Muchos se oponen a la realización de tal referéndum. Y
mientras que los predecibles opositores de fuera de Catalunya ya han
aparecido con toda intensidad, los opositores dentro de Catalunya
aparecen más sutilmente. Y entre ellos está una amalgama de intereses
que, paradójicamente, se presentan como las fuerzas democráticas,
justificando sus exigencias de elecciones ahora en este momento en base a
su supuesto compromiso democrático. Entre ellos está el partido
conservador liberal, CiU, que gobierna la Generalitat de Catalunya, que
en teoría está exigiendo que se respete el derecho a decidir (derecho
que yo pedí mucho antes que él o que CiU lo pidiera) sin especificar la
naturaleza y temática de tal referéndum.
En realidad el Parlamento catalán ya
tiene la mayoría necesaria para convocar un referéndum a fin de
preguntarle abiertamente al pueblo catalán qué es lo que desea
(independientemente que sea legal o no). Pero CiU no eligió esta vía. En
su lugar, el partido gobernante decidió canalizarlo a través de los
partidos, convocando elecciones que, deliberadamente, se presentan como
constituyentes (pues asumen que la independencia seria el resultado de
tal referéndum), con el objetivo de votar a los partidos según su
relación con la independencia de Catalunya, identificando al presidente
(que será un candidato y que paradójicamente nunca cita independencia)
como el líder de tal movimiento. En realidad, el propio presidente Mas
lo dijo muy claro en el Parlament sin ocultar tal manipulación. Indicó
que aquéllos que defendían un referéndum (supuestamente, aunque nunca
claro, sobre la independencia) tenían que apoyarle a él, pues le
reforzaría cara a sus opositores (españoles).
El partido gobernante, CiU, que estaba
entrando en una bajada de popularidad debido a sus enormes políticas de
austeridad y crecientes casos de corrupción, jugó exitosamente la baza
nacionalista, detrás de la cual hay unas políticas sociales
reaccionarias que desaparecen del debate al centrarse en el tema
independentista. Esta estrategia, que es obvia, les está funcionando
debido en parte a la bochornosa utilización de los medios públicos de la
Generalitat (Catalunya Ràdio y TV3). La evidencia de tal manipulación
es abrumadora. Pero es un enorme error que esta realidad se interprete
fuera de Catalunya como que el movimiento independentista es simplemente
un instrumento de CiU. Tal movimiento parte de la sociedad civil y está
basado en un hartazgo que he también anunciado y documentado en
artículos recientes (“¿Qué ocurre en Catalunya, y en España?”, Público.
20.09.12, y “Las consecuencias de la transición inmodélica”, El Plural.
24.09.12). Está claro, sin embargo, que CiU apoyó, y sus medios
alentaron, tal movilización. Después de todo, otras manifestaciones, sin
ser tan numerosas, alcanzaron dimensiones también enormes (la
organizada en Barcelona por el 15-M por ejemplo), y no tuvieron ninguna,
repito, ninguna visibilidad mediática.
Lo que está ocurriendo en Catalunya es
un hartazgo con la España actual que para muchos (seamos o no
independentistas) no es la nuestra. Luchamos por otra España justa,
democrática, y que fuera plurinacional. Esta España, centrada en el
establishment que tiene como base Madrid, no es nuestra España. Esta
España existente se ha impuesto a las fuerzas democráticas, que tuvieron
que aceptarla porque no había otra alternativa en una situación
supervisada por el Ejército. Pero sí que la hay hoy. Y los que han
salido a la calle en distintas ciudades en España, incluyendo Barcelona y
Madrid, son los gérmenes de esta otra España y otra Catalunya más
democrática, más justa y más plural. Lo que vemos en Catalunya es un
intento de las derechas nacionalistas de liderar este proceso de cambio,
a base de hacer olvidar al pueblo catalán que habiendo sido el partido
gobernante durante la mayoría de años desde que Catalunya y España han
tenido democracia (desde 1978), comparte responsabilidades por el enorme
retraso social de Catalunya, pues el déficit fiscal (llamado “expolio”
en su lenguaje belicista) -que existe y debe corregirse- es insuficiente
para explicar tal retraso. Ha sido su apoyo en las Cortes Españolas a
las fuerzas conservadoras que también han dominado la vida política de
España y de las Cortes Españolas, votando conjuntamente las políticas
regresivas fiscales y ahora los recortes que son la causa del enorme,
(sí, hay que enfatizar lo de enorme) retraso social de Catalunya y de
España.