Los lamentables hechos que han llevado a cebarse con la muerte en la familia de los jóvenes marroquíes instalados en nuestro país Dalilah Mimouni y Mohamed, de 20 y 21 años respectivamente, deben llevarnos sin duda a darnos cuenta de que algo está pasando (para mal) en la sanidad pública, y que ese algo debe ser enmendado. A nadie, ni al peor enemigo, le puedo desear estar en la piel de esa familia, y mucho menos del padre y esposo sobreviviente a tamaña desgracia, que en dos semanas ha perdido a su hermosa mujer y su hijo, en lo que ha sido un reguero de catastróficas desdichas y negligencias.
Cuando ves en los diarios la foto de boda de la pareja, aún se te eriza más la angustia, porque los rostros con que regala la imagen no son a lo que estamos acostumbrados con todo lo que viene de la mano de la inmigración ilegal y su zona lumpen de violencia y miseria, que ya es bastante revulsiva por sí misma. En este caso vemos las caras de una pareja inmersa en su felicidad, con unos rostros abonados por el rayo de sol que la belleza regala de vez en cuando entre los afortunados de cada raza. Son esos hombres y mujeres que con la hermosura que irradian no tienen puertas que puedan permanecer cerradas, a pesar de la mezquindad de este mundo. Con todas las maletas de la ilusión estaban instalados en España, peleando por salir adelante cuando la mala sombra de la desdicha ha pasado segando a ras su vida y se ha llevado por delante cualquier resquicio de esperanza. Detrás queda el absurdo de colocar a un culpable, alguna explicación que subraye la cuadratura de un ángulo desafortunado. Y es que la larga lista de este tipo de circunstancias absurdas y negligentes, arropada en muchos casos por la manta de las inoperantes administraciones, ha llegado ya a un punto que es difícilmente sostenible y que delata ya no la fortuita casualidad de la mala suerte, si no la escasa convicción de lo que debe ser un servicio público que debe alisar el terreno a las dificultades ciudadanas por sobrevivir, que la mayor parte de las veces resuelven tus necesidades como si te estuvieran perdonando la vida. A estas alturas, del milenio lo del vuelva usted mañana que escribió Larra hablando del mundo de las ventanillas de la administración pública debería estar erradicado de una vez para siempre, para que la memoria histórica futura dejase de pasear por un camino repleto de baches y de zancadillas.
Cuando ves en los diarios la foto de boda de la pareja, aún se te eriza más la angustia, porque los rostros con que regala la imagen no son a lo que estamos acostumbrados con todo lo que viene de la mano de la inmigración ilegal y su zona lumpen de violencia y miseria, que ya es bastante revulsiva por sí misma. En este caso vemos las caras de una pareja inmersa en su felicidad, con unos rostros abonados por el rayo de sol que la belleza regala de vez en cuando entre los afortunados de cada raza. Son esos hombres y mujeres que con la hermosura que irradian no tienen puertas que puedan permanecer cerradas, a pesar de la mezquindad de este mundo. Con todas las maletas de la ilusión estaban instalados en España, peleando por salir adelante cuando la mala sombra de la desdicha ha pasado segando a ras su vida y se ha llevado por delante cualquier resquicio de esperanza. Detrás queda el absurdo de colocar a un culpable, alguna explicación que subraye la cuadratura de un ángulo desafortunado. Y es que la larga lista de este tipo de circunstancias absurdas y negligentes, arropada en muchos casos por la manta de las inoperantes administraciones, ha llegado ya a un punto que es difícilmente sostenible y que delata ya no la fortuita casualidad de la mala suerte, si no la escasa convicción de lo que debe ser un servicio público que debe alisar el terreno a las dificultades ciudadanas por sobrevivir, que la mayor parte de las veces resuelven tus necesidades como si te estuvieran perdonando la vida. A estas alturas, del milenio lo del vuelva usted mañana que escribió Larra hablando del mundo de las ventanillas de la administración pública debería estar erradicado de una vez para siempre, para que la memoria histórica futura dejase de pasear por un camino repleto de baches y de zancadillas.
Jesús Cifuentes - el norte de castilla