Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 20 de septiembre de 2012
Este artículo analiza las causas
del surgimiento del independentismo como movimiento de amplia base
popular en Catalunya, cuestionando muchas de las explicaciones que se
han dado en los mayores medios de difusión en España. El artículo señala
que la Transición inmodélica que ocurrió en España y la falta de
reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado español ha sido la
causa del gran retraso social de España por un lado y del crecimiento
del independentismo por el otro. Las políticas del establishment español
(basado en Madrid) están empeorando todavía más la situación, que
electoralmente favorece a las fuerzas conservadoras tanto en Catalunya
como en España.
Tengo gran respeto por el periodista
Iñaki Gabilondo y por su gran profesionalidad. Le considero uno de los
mejores periodistas de España. Ahora bien, discrepo de sus comentarios
hechos el 17 de septiembre a raíz de la manifestación independentista
que tuvo lugar en Barcelona el 11 de septiembre (el día nacional de
Cataluña). Sus observaciones indicaron (con todo el respeto que
caracteriza siempre la exposición de sus argumentos) que la nueva
situación creada por el enorme tamaño de tal manifestación exigía un
posicionamiento claro del partido gobernante en Cataluña, CiU, así como
de otros partidos definidos hasta hoy como nacionalistas o catalanistas,
sobre su objetivos políticos para Cataluña, criticando una cierta
ambigüedad sobre tales objetivos por parte de dichas formaciones
políticas, ambigüedad notoria, según él, en los últimos años. Puesto que
esta exigencia de claridad es bastante generalizada en círculos
mediáticos, académicos y políticos españoles (y muy en particular
madrileños) me veo en la necesidad de responderle, no sin antes
agradecerle que haya definido la situación actual en la que se
encuentran tales opciones políticas como resultado de una ambivalencia.
Otros de diferente talante que Gabilondo han hablado, no tanto de
ambigüedad, sino de manipulación, presentando tales partidos como
independentistas ocultos que han ido cambiando la presentación de sus
argumentos dependiendo del momento y periodo en el que se encontraban.
La famosa frase de que “los nacionalistas/catalanistas nunca estarán
satisfechos, se les dé lo que se les dé” recoge esta percepción de que
los nacionalistas o catalanistas siempre desean, en realidad, llegar a
la independencia, y todo lo demás es una mera estrategia de pasos en
este sentido.
Este tipo de argumentos ignora, sin
embargo, que la gran mayoría de personas que están a favor de la
independencia hoy en Cataluña no lo estaba hace sólo unos años. Tengo
muchísimos amigos aquí en Cataluña que, no habiendo sentido nunca el
deseo de tener un estado propio, separándose de España, hoy así lo
desean. Una de las mayores causas de que ello ocurra no se encuentra en
Cataluña sino en Madrid y en España. En contra de lo que aducía un
reciente artículo en El País (“La lucha final de la burguesía catalana”,
de José Luis Álvarez, 21.08.12), en el que se criticaba al
establishment español por haber estado demasiado pasivo frente a lo que
el autor definía casi como veleidades del nacionalismo o catalanismo, el
enorme crecimiento del independentismo se explica, en gran parte, por
el comportamiento del establishment español (centrado primordialmente en
Madrid), siendo su eje principal el aparato del Estado central y
también los mayores medios de información basados en lo que se llama la
capital de España.
El rechazo a la plurinacionalidad de España
La falta de reconocimiento de tal
plurinacionalidad del Estado español existente en este establishment ha
sido la raíz del problema. Solo por un momento, durante la II República,
pareció que se abría una posibilidad, que desapareció completamente
durante la dictadura fascista que impuso un nacionalismo español
(castellano) extremo que, basado en una concepción jacobina del Estado
español, ahogó y asfixió cualquier otra visión de España. La Transición
inmodélica (que se realizó en términos muy desequilibrados entre unas
derechas -herederas del franquismo- que controlaban los aparatos del
Estado y unas izquierdas –que lideraron las fuerzas democráticas- que
acababan de salir de la clandestinidad) permitió más espacios a las
fuerzas nacionalistas/catalanistas, pero sin reconocer la
plurinacionalidad de España. En realidad, el Estado de las autonomías
(con el “café para todos”) era una manera de negar tal
plurinacionalidad. Referirse a los acuerdos que tuvieron lugar entonces
como fuente de las exigencias de que se respeten aquellas reglas, sin
tener en cuenta el enorme desequilibrio de fuerzas que existía en aquel
momento (como hacía Santos Juliá en su artículo del pasado domingo en El
País o como hace el Monarca en su carta abierta a los españoles), es
permitir que aquel desequilibrio se mantenga.
Este Estado de las autonomías abocará
inevitablemente a la disgregación y rotura de España, como algunos hemos
ido subrayando (ver mi libro Bienestar Insuficiente, Democracia
Incompleta. Sobre lo que no se habla en nuestro país). Si cada demanda
de Cataluña se tiene que traducir en diecisiete demandas iguales, España
dejará de existir pues España no puede ser la suma de diecisiete
Cataluñas. España no aguanta la suma de diecisiete naciones con
historias, culturas e idiomas diferentes.
La falta de resolución de esta
articulación Cataluña-España en la España de las Autonomías hizo que
surgiera la demanda de un proyecto federal asimétrico que reconociera,
dentro de España, la especificidad de la nación catalana. Fue en esta
vía que, junto con otras alternativas, surgió el Estatuto de Cataluña
que fue aprobado por el Parlamento Catalán, por las Cortes Españolas y
refrendado por la población catalana. Y a pesar de ello, el Tribunal
Constitucional, parte del aparato del Estado, vetó precisamente algunos
de los componentes más estimados por los movimientos que habían generado
la necesidad de establecer el Estatuto. Y la torpe respuesta del
gobierno Zapatero, definiendo tal veto como un elemento menor del
Estatuto, contribuyó a ampliar el enfado de grandes sectores de la
población catalana. Más y más personas en Cataluña comenzaron a pensar
que con esta España no hay nada que hacer. Algunos firmes seguidores del
federalismo asimétrico abandonaron este proyecto, bajo la constatación
de que no había posibilidades ni complicidades en España para
desarrollarlo. Y se convirtieron en independentistas.
La explosión del independentismo
Pero, ¿por qué ha alcanzado ahora el
independentismo el nivel que ha alcanzado? Y la respuesta es la crisis.
Hoy, la crisis está afectando muy dolorosamente el bienestar de la
población. Y la gran habilidad política de la coalición nacionalista
gobernante en Cataluña, CiU, ha consistido en atribuir tales
dificultades al famoso “expolio español”. Según este argumento, la
aportación no voluntaria de Cataluña a España es equivalente al 8% del
PIB de Cataluña. La demanda de un pacto fiscal, con un sistema semejante
al concierto vasco, es una lógica respuesta a esta situación, en caso
de que el proyecto deseado fuera mantenerse en España. Tal Pacto Fiscal
implicaría un cambio en la gestión de los impuestos y su distribución.
Exigiría que fuera el Estado catalán (como parte del Estado español) el
que recogiera los impuestos y fuera el Estado catalán el que negociara
con el Estado central los fondos para el pago de los servicios comunes y
el componente de solidaridad que, por cierto, nadie cuestionaba (al
menos hasta ahora).
Pero esta demanda se ve irrealizable en
España, gobernada por el establishment español basado en Madrid. Y el
punto final de esta frustración ha sido la victoria por gran mayoría del
PP, el partido que se opuso al Estatuto con mayor intensidad. Tal
partido, heredero del franquismo, muestra la mayor hostilidad a la
especificidad catalana y al reconocimiento de Catalunya como una nación.
El último detalle, entre muchos otros, es que tal gobierno no sancionó a
un militar que hace unos días pedía, una vez más, la invasión militar
de Cataluña. El comportamiento del gobierno PP y de la “caverna” que le
rodea es el mayor fabricante de independentistas en Cataluña. Los medios
públicos de la Generalitat, tanto Cataluña Ràdio como TV3,
instrumentalizados abusivamente por el gobierno Mas (recordando los
peores momentos del pujolismo), constantemente identifican la
ultraderecha, el PP, con España, forzando una imagen falsa de que el
PSOE y el PP son lo mismo. Autores de la “caverna” aparecen o son
citados mucho más frecuentemente en tales medios que autores españoles
de izquierda federalistas, o incluso políticos españoles conocidos que
apoyan el derecho de autodeterminación de Catalunya.
La paradójica situación en Catalunya
Resultado de esta situación, incluido el
control de la mayoría de medios en Catalunya por parte de las derechas
nacionalistas, nos encontramos con la situación casi única en Europa de
que uno de los gobiernos que ha ido imponiendo mayores medidas de
austeridad a su población (ninguna de ellas existentes en su programa
electoral) goza de un amplio apoyo electoral en Catalunya sin que la
crisis y la puesta en marcha de tales políticas hayan afectado su
popularidad. La gran astucia política del partido gobernante, CiU, ha
sido presentar la necesidad de aplicar tales medidas como consecuencia
del “expolio” de Cataluña por parte de España. De ahí que haya intentado
canalizar, con la ayuda de sus medios, tal enfado hacia el
establishment español basado en Madrid, definiéndolo como España.
En este argumento se olvida que el
déficit de gasto público (incluyendo el gasto público social) de
Cataluña es mayor que el déficit fiscal (que existe y debe eliminarse). Y
también se olvida que el País Vasco, con un sistema fiscal semejante al
que el gobierno CiU desea, tiene también problemas graves, con una
crisis profunda. En realidad, el gasto público social por habitante en
el País Vasco es mucho menor de lo que le correspondería por el nivel de
desarrollo económico que tiene, y ello como resultado de haber estado
gobernado por las derechas en la mayoría del periodo democrático. Tener
una Cataluña independiente no es garantía de que Cataluña elimine su
enorme déficit de gasto público social. En realidad, algunos de los
economistas más visibles en la esfera independentista (incluyendo el
economista “oficial” de TV3, que en sus llamadas “lecciones de economía”
en tal medio adoctrina a la población catalana con su dogma neoliberal)
son ultraliberales que eliminarían gran parte de los servicios
públicos, como sanidad y educación, acentuando todavía más el deterioro
de los servicios públicos que ha ocurrido bajo el mandato de CiU.
El expolio no es la única causa del déficit social de Catalunya
En realidad, tal como he señalado en
otro artículo (“Expolio nacional o expolio social” Público 13.11.11) el
gran déficit social de Cataluña se ha acentuado todavía más como
resultado de la alianza de CiU con el PP (que fue el partido que se
opuso más al Estatut) en las políticas fiscales regresivas, en la
reducción de los impuestos que gravan las rentas del capital y rentas
superiores, y en la privatización de servicios públicos, además de otras
políticas de clara orientación neoliberal. Y ambos, tanto CiU como el
PP, han hecho lo opuesto a lo que prometieron. Dijeron mil veces durante
la campaña electoral que no recortarían en los servicios públicos como
sanidad y educación, donde ha recortado más. Ambos están siguiendo
políticas para las cuales no hay ningún mandato popular. De ahí que la
demanda de un referéndum sobre si la ciudadanía aprueba tales políticas
de austeridad sea tan aplicable al gobierno PP como al gobierno CiU.
El Presidente Mas ha subrayado que, si
el pueblo catalán votara a favor de la independencia en un referéndum,
las autoridades públicas representativas españolas, por mera coherencia
democrática, deberían aceptarla y permitir su desarrollo. Pero la
selectividad en la exigida coherencia y su falta de credibilidad aparece
claramente cuando el mismo Presidente hace lo contrario de lo que el
pueblo catalán votó, desmontando, como lo está haciendo, el Estado del
Bienestar catalán. En sanidad, por ejemplo, las políticas que la
Generalitat de Catalunya están polarizando todavía más la sanidad en
Catalunya, favoreciendo a la sanidad privada (que sirve
predominantemente a las rentas de mayores ingresos) a costa de la
sanidad pública (que sirve a las clases populares). Y todo ello bajo el
liderazgo del Conseller de Salut (que era el jefe de la patronal
hospitalaria privada) transformando un servicio universal en un servicio
asistencial, justificando tales políticas bajo el lema de que no hay
otra alternativa, pues Madrid (España) nos fuerza a hacerlo y así nos lo
manda.
De la misma manera que el Presidente
Rajoy está desmantelando la España social bajo la excusa de que es lo
que le exige Bruselas, el gobierno Mas también señala que tiene que
hacerlo porque así se lo pide Madrid. En ambos casos estamos viendo la
externalización de responsabilidades. En España, Bruselas se presenta
como el problema. En Cataluña, Madrid es el problema. Y aunque en ambos
casos hay un componente que sí se corresponde a la realidad, es sólo un
componente y no lo es todo pues, ni antes de que hubiera el euro ni
ahora con el euro, Bruselas y Madrid han sido los mayores determinantes
del subdesarrollo social de Cataluña y de España (ver mi libro El
Subdesarrollo Social de España. Causas y Consecuencias). Las relaciones
de poder de clase juegan el papel determinante tanto en Cataluña como en
España. La alianza de clases, entre las clases dominantes en España y
en Cataluña (terminología nunca utilizada en los medios por considerarla
interesadamente como anticuada), es la causa mayor del retraso social
de ambas, y los datos así lo muestran. Los países que tienen menor gasto
social por habitante son aquéllos donde las clases conservadoras han
sido más dominantes sobre los aparatos de sus Estados. Y así ocurre
tanto en Cataluña como en España, como lo muestra que en la gran mayoría
de leyes y presupuestos de austeridad que han afectado negativamente el
bienestar de la población (tanto en Catalunya como en España), el PP y
CiU han votado juntos (tanto en el Parlament de Catalunya como en las
Cortes Españolas). Esto es lo que está ocurriendo en Catalunya y en
España, de lo que no se habla en los medios de mayor difusión ni en
Catalunya ni en España.
Sería un gran error que las izquierdas
permitieran que las derechas catalanas y españolas protagonizaran el
desarrollo de los hechos durante este periodo. Las izquierdas catalanas
no pueden dejar que el gobierno CiU lidere el proceso de defensa de
Catalunya cuando sus políticas públicas han estado dañando de una manera
tan acentuada el bienestar del pueblo catalán. Las manifestaciones
identitarias y las sociales deben confluir en una protesta generalizada
hacia lo que está ocurriendo, no sólo en España, sino también en
Catalunya. Y la izquierda española necesita aceptar que la Constitución,
fruto de un desequilibrio en el momento de su aprobación, no es un
documento sagrado. Debe cambiarse favoreciendo que la plurinacionalidad
de España se refleje en que cada nación dentro de tal Estado pueda
expresarse y determinar su futuro.