La que han montado los señores de la SGAE nos va a regalar un culebrón periodístico para rato. Ya tenemos condumio para alimentar en las leves páginas veraniegas de los diarios algo que ha dejado en entredicho la ya mala imagen que tiene la SGAE por sí misma.
A los Celtas nos pilló la noticia yendo para Burgos de bolo y desde luego los comentarios que se hacen en el entorno musical de los artistas de a pie, no creo que vayan en la línea de los grandes perceptores del pastel tipo Victor Manuel o Calamaro, que salió en defensa de Teddy Bautista en su concierto compartido con Sabina en Hoyos del Espiuno, que dijo "Twitter con SGAE demuestra ser militante del golpe picoleto de Tejero el 23F. O lo sabe aparentar. Mostrando la hilacha. La operación SGAE y el 23F son la misma cosa". Bueno. Desde luego está lo de la presunción de inocencia, que todos merecemos, pero está claro que algo huele a muerto desde hace mucho tiempo en los pordentros de esta sociedad de gestión, que tiene en su entramado una difícil auditoria. Pero es que las cifras en cuanto al dinero defraudado o malversado ya andan por los 20 millones de euros, cantidad que ya da para unas cuantas cañas, ahora que parece que aprieta la calorina.
En fin. Que tiene toda la pinta de que va a apretar a estos señores algo más que el calor veraniego, porque con la cuadrilla de imputados a la sombra, lo que tenga que salir a la luz apunta maneras de tener bien de enjundia.
Desde luego, como músico y socio de la SGAE, considero absolutamente necesaria su existencia como gestora de todo un colectivo que vive de sus creaciones y de romperse el espinazo en la furgoneta y sobre el escenario, pero me resulta sorprendente que a estas alturas de la jugada, la supervisión y auditoria de una sociedad que mueve tantísimo dinero no pase por las manos de la fiscalidad pública, algo que presumiblemente diera unas garantías reales de transparencia en las cuentas de lo generan los derechos de autor y su manera de repartirse.
El día que la Guardia Civil entraba en la sede de la SGAE pasaba que también liberaban a Strauss Khan de la sospecha de violación, porque resulta que la camarera se movía en un entorno de delincuencia que desmontó la mentira. Pero el polvete desde luego no se lo quitó nadie, según las razones que dejaba su ADN.
Aquí puede que pase algo parecido, porque lo que de momento está claro, aún no sabiendo con certeza el nombre de los culpables, es que hay un montón de pasta que nos han birlado a los que sudamos la camiseta de verdad y construimos la cultura de con nuestro espinazo, con nuestro esfuerzo.
La verdad de todo esto la conoceremos cuando hagan la película.