Publicado en Sistema Digital el 10 de mayo de 2011
La gente que no tiene mucha idea de números y se limita a ver los
telediarios o a leer los titulares de la prensa quizá contemple
sorprendida lo que está pasando en Bankia. Tantas veces se nos ha dicho
que los bancos españoles gozan de excelente salud, que el Banco de
España es un supervisor ejemplar y que nada había que temer, que es
lógico que la mayoría de las personas no se pueda explicar cómo es
posible que entonces se produzcan de vez en cuando estos episodios
catastróficos que de pronto
se llevan por alto a una entidad hasta entonces calificada por todos
como solvente y ejemplar. Es la consecuencia de la serie de grandes
mentiras que se vienen lanzando para ocultar la realidad del sistema
financiero español y para disimular la estrategia que los banqueros más
poderosos han ideado para salir de la crisis con más fuerza y
privilegios que antes de que ellos mismos la provocaran.
Lo que está ocurriendo es el resultado de la larga connivencia entre
las autoridades, los bancos y los grandes empresarios españoles,
especialmente promotores y constructores. Entre todos ellos montaron un
negocio extraordinariamente lucrativo en torno a la burbuja inmobiliaria
de los últimos años, propiciada a su vez por los bajos tipos de interés
que necesitaba Alemania. De 1992 a 2007 el crédito total de los bancos y
cajas españolas pasó de 88.500 millones de euros a 1,07 billones y de
ese incremento algo más del 60% fue a parar a la construcción y la
vivienda.
Como los depósitos que recibían eran claramente insuficientes para
proporcionar ese crédito, las entidades financieras españolas se
endeudaron con bancos extranjeros, pasando el crédito recibido de 78.000
millones a 428.000 millones en el mismo periodo.
Es importante entender que este incremento impresionante del crédito
no es sino la misma cosa que el incremento impresionante del negocio
bancario, que consiste en crear deuda. Y fue para poder conseguirlo que
los bancos han estado imponiendo políticas de liberalización del suelo,
de fomento de la compra de vivienda, de privatización de los fondos de
pensiones, o de moderación salarial y bajos ingresos para que las
familias y las pequeñas y medianas empresas se vieran más obligadas a
endeudarse. Todo ello es lo que impulsaba la demanda de crédito, es
decir, lo que iba alimentando el negocio de los bancos.
Pero al hacer esto, las entidades financieras fueron incurriendo en
riesgos crecientes: elevaban artificialmente, mediante sus tasadores, el
valor de los negocios que financiaban y el precio de los pisos y daban
créditos cada vez más arriesgados. Cuando la crisis estalló llevándose
por los aires la burbuja inmobiliaria o disminuyendo la capacidad de
pago de los deudores e hipotecados, la morosidad se multiplicó y la
banca comenzó a acumular activos que perdían rápidamente valor. Perdía
capital y dejaba de cobrar créditos, mientras que seguía obligada a
pagar los que había recibido del exterior.
La patronal bancaria consiguió enseguida que las autoridades europeas
autorizaran cambios en la normativa contable para que los bancos
pudieran disimular esas pérdidas, dejándoles que consignaran en sus
balances el valor que tenían cuando fueron adquiridos y no el de mercado
actual. Gracias a ello se ocultaban la descapitalización ingentes que
su pérdida de solvencia. Y gracias a la generosa financiación y a las
facilidades que recibían del Banco Central Europeo, iban haciendo
negocio con la deuda (en lugar de financiar a la economía) y, sobre
todo, se iban desprendiendo de activos malos al ir entregándolos a
cambio de la liquidez que recibían.
La autoridades han amparado los intereses de los banqueros
permitiendo que no tengan que mostrar claramente su quebranto
patrimonial, así que no sabemos realmente qué magnitud real tiene. Pero
de ella puede dar idea el hecho de que su solvencia siga estando bajo
mínimos y que sean incapaces de volver a funcionar normalmente a pesar
de haber recibido cientos de miles de millones de euros del Banco
Central Europeo.
En lugar de poner al descubierto lo que estaba pasando y hacer que
cada uno hiciera frente a sus responsabilidades, las autoridades
cedieron a las presiones de los banqueros y asumieron que la solución
para salvarlos sería acabar con la parte más débil del sistema para que
los grandes bancos privados pusieran fortalecerse repartiéndose el
mercado que dejaban. En nuestro caso esa estrategia consistiría en ir
desmantelando las cajas de ahorros, que suponían prácticamente la mitad
del mercado, y que podían utilizarse fácilmente como chivos expiatorios
al haber estado ligadas en gran parte a una clase política, con razón,
cada vez más desprestigiada.
La estrategia ha sido cuidadosa y muy bien urdida. Sorprendentemente,
en un periodo en que no había consenso alguno entre PSOE y PP, ambos
partidos se pusieron de acuerdo en cuestión de días para aprobar una ley
de cajas que, a diferencia de lo que se hacía con los bancos privados,
las obligaba a “desnudarse” patrimonialmente hablando. De esa manera
resultaría inevitable que mostraran su insolvencia y carencias de
capital y, por tanto, que tuvieran que recurrir a las soluciones de
urgencia que la propia ley contemplaba: diferentes formas de fusiones
entre ellas que irían aclarando el mercado.
En ese proceso las autoridades volvieron a actuar con la misma
complicidad con las entidades financieras privadas que tuvieron años
antes cuando dejaron que acumularan el gran riesgo que luego ha generado
los problemas que ahora sufrimos, con tal de que aumentaran sin parar
su negocio y sus beneficios. Así, tanto el Banco de España como la
Comisión Nacional del Mercado de Valores o el gobierno impulsaron y
permitieron que se llevaran a cabo fusiones entre cajas en condiciones
que llevaban consigo más problemas futuros que los que decían querer
resolver. Lo que era lógico si lo que sería no era salvar a las cajas
sino justamente lo contrario, acabar con ellas para que o bien fuesen
absorbidas posteriormente por bancos privados, que desparecieran o que
redujeran al mínimo su presencia en el mercado.
Por referirme al caso de Bankia, recordaré que se alentó su fusión
con Bancaja haciendo la vista gorda ante las ocultaciones y valoraciones
inadecuadas que iban detrás de ésta última, dejando que la nueva
entidad resultante naciera con una losa que le iba a hacer imposible
salir adelante. Hoy día, por ejemplo, el 80% de los morosos de Bankia
proceden de Bancaja.
Más tarde, se impulsaron salidas a Bolsa realmente impresentables,
por no calificarlas de manera más fuerte, que han supuesto un auténtico
engaño para los suscriptores, la inmensa mayoría de los cuales han
registrado ya pérdidas sustanciales en su inversión, y una
capitalización prácticamente fallida de las entidades.
Era imposible que Bankia, como seguramente le va a ocurrir a otras
entidades procedentes de antiguas cajas de ahorros, saliese adelante en
las condiciones en las que estaba. Sería imposible que lo hiciera
prácticamente cualquier banco o caja de ahorros español si se le
obligase a valorar correctamente sus activos. Pero mucho menos lo era
Bankia desde que arrastraba a Bancaja con ella. Si bien esto no puede
exculpar a los dirigentes y directivos de la antigua Caja de Madrid, una
de las entidades que en mayor medida ha estado sujeta al poder caciquil
y que más habitualmente ha practicado la manipulación de los valores
reales de los activos para incrementar a su antojo el crédito en
beneficio de promotores, constructores y grandes empresarios amigos,
además de ser una de las que ha engañado a mayor número de clientes con
cláusulas escondidas, participaciones preferentes, swaps, etc.
Lo que ocurrirá en los próximos días, o incluso horas, estaba
previsto: se trata de ir avanzando en la línea de poner todo el mercado
financiero a disposición de los grandes bancos. Ahora se “nacionalizará”
el capital contaminado de Bankia mientras que se dejará expedito el
camino para que en un futuro más o menos inmediato el capital limpio sea
absorbido por otras entidades o se mantenga como una entidad
jibarizada.
Luego se hará lo mismo con otras cajas bancarizadas. Poco a poco,
para que todo parezca un accidente. Salvo que los acreedores extranjeros
se vayan poniendo nerviosos, o que los especuladores se agiten más de
la cuenta sobre la deuda pública, que a la vista de lo que va a ocurrir
con Bankia, cada vez es más evidente que es el resultado de un expolio
conscientemente organizado para salvar los privilegios de los banqueros y
no, como dicen, del despilfarro en derechos sociales y bienes públicos.
Si se complican las cosas y si el gobierno de Rajoy sigue manifestando
que solo sabe actuar mediante la improvisación y las contradicciones
constantes, perdiendo legitimidad y apoyo social por momentos, es
posible que todo se adelante y que se imponga desde fuera el rescate
generalizado de los bancos españoles para que éstos paguen sus deudas a
los alemanes y franceses. Ah!, perdón, quería decir, el rescate “de
España”, ya saben.