lunes, 26 de diciembre de 2011

SABRINA Y SUS AMORES (SIDNEY POLLACK, 1995)

Sabrina Fairchild es la hija del chófer de los Larrabee, una millonaria familia de Long Island. Desde que era niña se sentía fascinada por los hermanos Larrabee, especialmente por David. Pasan los años y, gracias a los ahorros de su padre, Sabrina marcha a París, donde vive una temporada maravillosa que la ayuda a madurar. Cuando regresa a Estados Unidos, se ha convertido en una bella y sofisticada joven que deslumbra a David hasta tal punto que está dispuesto a romper su compromiso matrimonial con una millonaria. Pero Linus, el hermano mayor, ha cerrado un trato comercial con el padre de la prometida de David y no está dispuesto a consentir que nadie interfiera en sus negocios. (FILMAFFINITY).

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Remake del clásico de Billy Wilder de 1954, de mismo título y protagonizada por Audrey Hepburn, Humphrey Bogart y William Holden. (FILMAFFINITY)
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"Pollack se limita a realizar con buen gusto una película perfectamente consciente de sus limitaciones: poco o nada que añadir al original" (Luis Martínez: Diario El País)
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"Una producción que, aunque tiene su encanto, no puede comparase a su mítica antecesora (...) Divertida" (Fernando Morales: Diario El País)
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Esta peli la he visto un montón de veces, hace tiempo me encantaba.
Anina

EL EURO NO ESTÁ EN PELIGRO. EL BIENESTAR DE LA POBLACIÓN SÍ QUE LO ESTÁ (VICENÇ NAVARRO)

Artículo publicado en EL PLURAL por Vicenç Navarro. 26 de diciembre de 2011.

Este artículo critica el argumento de que los recortes de los derechos sociales y laborales de los países de la Eurozona se necesiten para salvar el euro, tal como el pensamiento neoliberal (dominante en las culturas políticas y mediáticas dominantes en la Unión Europea) indica. 

Existe una frase, “el euro está en peligro”, que se reproduce constantemente en los medios de mayor difusión, la mayoría de los cuales pertenecen a la sensibilidad neoliberal. Esta frase, generada en los establishments financieros y políticos de la Eurozona, señala que su moneda está en crisis y que, a no ser que se implementen cambios profundos con los déficits y la deuda pública de los Estados, reduciendo dramáticamente su gasto público y su protección social, el euro desaparecerá. De ahí la llamada al arrebato para apretarse el cinturón (sobre todo de las clases populares) y salvar tal moneda. Bajo esta excusa se está reduciendo la protección social y desmontando el Estado del Bienestar de los países de la Eurozona, privatizándolo.
Tal movilización, sin embargo, tiene muy poco que ver con el euro. En realidad, mírese como se mire, el euro ha estado y continúa estando fuerte. Y algunas empresas exportadoras de la Eurozona dirán, con razón, que está demasiado fuerte, dificultando las exportaciones de sus  productos. Basta con mirar la tasa de cambio del euro con otras monedas. Mientras que el dólar, el yen y la libra esterlina han ido bajando, el euro se ha mantenido. Durante el colapso de Lehman Brothers el dólar bajó casi en picado, pero el euro se mantuvo. Cualquier turista europeo puede dar testimonio de ello. EEUU se convirtió para un europeo en un país más barato que la  mayoría de países de la Eurozona, y continúa siéndolo hoy.
Es cierto que el euro ha ido devaluándose un poco, pero no tanto frente al dólar o a la libra esterlina, sino frente a las otras monedas europeas, especialmente las monedas de Suecia, Noruega y Suiza, así como la moneda de los países emergentes como Brasil, China e India. Las reducciones de gasto público, incluyendo del gasto público social, tienen, pues, poco que ver con el valor del euro, a pesar de toda la avalancha ideológica neoliberal enmascarada como rigor.
El valor del euro depende, primordialmente, de un hecho que permanece casi oculto en los medios de mayor difusión, y es el comportamiento del Banco Central Europeo (BCE) que antepone el proyecto de controlar la inflación por encima de cualquier otro objetivo. En realidad es su único objetivo, logrado a costa de no realizar otra función que realizan otros bancos centrales: estimular la economía. Es decir, el BCE para salvar al euro está, con su comportamiento, destruyendo la economía de los países de la Eurozona, condenándolos a una Gran Recesión y pronto a una Gran Depresión.
El BCE, aunque es el único banco central que puede imprimir dinero en la Eurozona, imprime poco dinero, manteniendo así la inflación baja. Para complicar todavía más la cosa, mantiene unos intereses bancarios altos, dificultando además la disponibilidad del crédito, con lo cual, la actividad económica se reduce, el crecimiento económico se ralentiza, y aparece la recesión. En otras palabras, para salvar al euro el BCE está destruyendo a las economías de la Eurozona.
Detrás de esta frase “hay que salvar el euro” hay, sin embargo, unos intereses muy concretos y específicos: conseguir defender los intereses de la banca, y muy en especial de la banca europea para la cual la eliminación de la inflación es su objetivo único. Ello explica que estemos donde estamos, con una inflación baja y con un desempleo enorme y una economía de recesión. Y todo, para salvar, no tanto al euro, sino a la banca. A la banca, la recesión actual le está yendo muy bien. Según Ronald Janssen, economista que asesora a los sindicatos belgas, los beneficios bancarios en la zona euro han crecido astronómicamente, alcanzando 50.000 millones de euros en 2010, y 27 .000 millones en la primera mitad del presente año.
Todo ello a costa de un enorme crecimiento de la pobreza en la mayoría de países de la Eurozona, y notable descenso de la capacidad adquisitiva de la mayoría de la población. Un tanto igual ha pasado en España. Es lógico, pues, que según las últimas encuestas publicadas, nada menos que el 70% de la población española cree que el euro ha sido más negativo que positivo para España. Sería conveniente que se iniciara un debate en España sobre si sería o no aconsejable para España continuar en el euro. Hay argumentos a favor de continuar utilizando el euro como la moneda española. Pero también hay costos, y algunos de ellos muy elevados (como el desempleo entre los jóvenes de un 45%) que debieran entrar en esta discusión. Y, sin embargo, no han aparecido en el debate voces que subrayen estos costes, no porque no existan, sino porque los autores que las sostienen no tienen espacio para poder presentarlas en los mayores medios de información y persuasión. Así de incompleta es la democracia española.