Artículo publicado por Vicenç Navarro en la revista digital SISTEMA, 16 de diciembre de 2011
Este artículo señala que la austeridad generalizada promovida por la reunión de los dirigentes de la Unión Europea en Bruselas llevará a Europa a una Gran Recesión e incluso Depresión.
Uno de los economistas que me influenció más en mi juventud cuando viví en Suecia fue Gunnar Myrdal, que tuvo una enorme influencia en el desarrollo de las políticas públicas en los países escandinavos. Recuerdo que en una ocasión, Myrdal, que fue galardonado con el Premio Nobel de Economía en 1974, me dijo, en un tono muy crítico del pensamiento económico dominante en aquel momento, que los dogmas económicos son mucho más peligrosos que los dogmas religiosos. Ambos son impermeables a los datos, a la evidencia empírica y a la razón. Y lo que ha ocurrido en la última reunión de los dirigentes de la Unión Europea confirma esta observación.
Tras terminar tal reunión convocada para “salvar el euro”, ha habido una respuesta en los mayores medios de difusión, que considera positivos los acuerdos tomados, viéndose éstos como un paso adelante hacia la necesaria unión fiscal de tal comunidad económica, que facilite el desarrollo de una Europa más unida y más fuerte. La base de este optimismo es la creencia de que las medidas de gran austeridad (exigiendo equilibrios presupuestarios a todos los países) tomadas por los 26 representantes gubernamentales (todos excepto Gran Bretaña) recuperarán “la confianza de los mercados financieros” en los Estados y en su habilidad para pagar su deuda pública, exigiéndoles menos intereses. También se nos dice que tal confianza se afianzará con la ayuda del BCE a los bancos privados con lo cual éstos podrán ofrecer crédito a las empresas y a los ciudadanos para que pueda reavivarse así la economía un tanto paralizada por falta de crédito. Ayudando a esta reactivación –añaden- estará la medida ya adoptada por el BCE (que ha sido reafirmada en dicha cumbre) de que éste tendrá que condicionar la compra de deuda pública al refuerzo de la austeridad de gasto público social y su deuda pública, exigiendo también que el Estado presione para que se bajen los salarios y la protección social, y con ello facilitar el crecimiento de las exportaciones y la salida de la recesión. La devaluación doméstica –como la alternativa a la devaluación monetaria- se ve como la única manera de salir de la crisis.
Hasta aquí el dogma reproducido en la reunión de los máximos dirigentes de los países de la Unión Europa y promovido por los medios de mayor difusión. El único problema que tiene tal dogma es que toda la evidencia científica existente muestra el error de cada uno de sus supuestos. Vayamos por partes y veamos los datos para cada supuesto.
Las políticas de austeridad acordadas, consecuencia de la exigencia de equilibrar las cuentas del Estado (y que tendrán que ser escritas en piedra en la Constitución de cada país), no son nuevas. En realidad, han sido las que se han estado implementando durante estos años de crecimiento económico negativo, nulo, o casi nulo. Todos los países de la Unión Europea, comenzando por los de la Eurozona, han estado reduciendo su déficit público sin que haya tenido ningún impacto positivo en el crecimiento económico de tales países. Antes al contrario, lo ha ido empeorando. Es más, el argumento que señala que el déficit (y la supuesta exuberancia de gasto público) era la causa de la crisis, queda negada por el hecho de que España tenía un superávit en sus cuentas del Estado y una deuda pública mucho más baja que el promedio de la UE-15, cuando se inició la crisis en 2007. A pesar de esta evidencia, España y los otros países continúan recortando y recortando, con la consiguiente disminución del crecimiento económico. El resultado se ve muy claramente, primero en Grecia, después en Irlanda, posteriormente en Portugal, luego en España y finalmente en Italia. Y pronto lo veremos en Francia y en Alemania.
UNIFORMIDAD ES DESTINO A UNIDAD
Por cierto, tal como ha señalado el profesor Kevin O’Rourke, de la Universidad de Oxford (“A Summit to the Death”), la reunión de los 26 confunde uniformidad con unidad. En realidad, la demanda de que todos tengan que bajar el gasto público y equilibrar su presupuesto es un indicador de la inexistencia de una Unión, puesto que si la UE estuviera unida, querría decir que tendría que haber ahora, en momentos de recesión, una transferencia de fondos del centro a la periferia, como la hubo de la periferia al centro durante la época de bonanza. Exigirles a los países periféricos con grandes dificultades, que acentúen todavía más, su austeridad, adecuándola a la de los países céntricos, es un indicador de uniformidad y desunión, no de unión. Es una uniformidad impuesta por el centro a la periferia. Creerse que esta austeridad ayudará a la expansión económica de la periferia es cerrar los ojos a lo que ya está pasando en la Eurozona.
El otro supuesto falsificado por la evidencia es que la devaluación doméstica ayudará a la expansión de la economía de la Eurozona. De nuevo, como señala el profesor O’Rourke, la evidencia muestra precisamente lo contrario. La producción industrial en la Eurozona, incluyendo en Alemania, ha ido descendiendo desde 2009, con un declive notable de las exportaciones. Como consecuencia, el crecimiento de Alemania será casi imperceptible en 2012. País por país, el declive de los salarios y de la demanda doméstica, ha sido un factor determinante de esta disminución de la demanda, y con ello la disminución también de los ingresos al Estado, dificultando la reducción del déficit. Es suicida continuar enfatizando que la salida de la recesión exige una devaluación doméstica de los países de la Eurozona. Que los diseñadores de políticas continúen enfatizando estas medidas muestra la intensidad de su fe frente a la razón, como afirmaba Gunnar Myrdal.
Por último, es sorprendente que tras haberse consumido millones y millones de euros en mantener vivo el sistema financiero, sin que aumente la disponibilidad del crédito, la reunión de Bruselas alentara al BCE a que incrementara tal ayuda a la banca privada, con el fin de que aumentara el crédito. Si no ha ocurrido hasta ahora, ¿por qué creen que ocurrirá ahora? La respuesta se basa también en una creencia también de carácter religioso que el sector privado es más eficiente que el público y esto lo dicen con toda seriedad, incluso después del desastre creado por la banca privada. Y así estamos, yendo hacia la Gran Depresión.