Como Ulises en Ogigia pero sin Calipso los días pasan y el viaje queda congelado: las aves en mitad del cielo azul, los árboles impasibles al viento, la ceniza suspendida en el firmamento, pavesas de un incendio en el que ardieron nuestras cartas.
Espero en Buenos Aires, pendiente del parte metereológico y de las noticias en Madrid. La Puerta del Sol se reúne en una nueva asamblea y sobre los toldos cae la lluvia de una primavera que se empeña en ser otoño.
Islandia sienta en el banquillo de los acusados a sus gobernantes, responsables de la hecatombe financiera, testigos mudos, cuando no cómplices, de un sistema financiero desquiciado que bebió hasta la última savia de una sociedad dormida. Se les acusa de no haber tomado medidas “con el propósito de impedir los daños previsibles para los fondos públicos”. Porque, a estas alturas, sabemos todos que los daños eran previsibles. Aún no es tarde para que el ejemplo islandés cale en otras sociedades.
Quedan las ciudades cubiertas con un manto de cenizas como el futuro por la nieve de este invierno que entumece nuestro rostro y nuestro sueño, cubierto de estalactitas, derritiéndose ante el sol que tirita sobre el reloj de la noche de fin de año.
Intercederá Atenea en nuestro nombre, permitiendo nuestro viaje al sur del mundo. Mientras, tú despiertas, abriendo las ventanas de par en par. Te vestirás de relámpagos y geranios y saldrás a la calle. Al abrir tu portal, paciendo en el asfalto, encontrarás una reata de pegasos. Pacientes te esperan para emprender el vuelo. Más allá de las cenizas verás brillar la estrella de los vencidos.
Nunca es tarde si es otoño y duermo en tus brazos. Ulises suelta amarras y el canto alborotado de las gaviotas te nombra. El mar conoce tu nombre, como el viajero la derrota.
Ismael
PS 2: Varias personas han preguntado por mi cuenta de twitter. Aquí va:
Ismael Serrano