Artículo publicado por Vicenç Navarro en la revista digital SISTEMA, 14 de septiembre de 2012
Este artículo analiza el
contexto político de la decisión tomada por el Banco Central Europeo de
comprar deuda pública a corto plazo en el mercado secundario. El
artículo analiza la situación en Alemania y los conflictos existentes en
aquel país entre el capital financiero por un lado y el sector
exportador por el otro así como el malestar creciente entre las clases
populares de aquel país.
Los establishments (la palabra que se
utiliza en la literatura anglosajona para definir a los que mandan)
financieros, económicos, mediáticos y políticos de un país, siempre
intentan hacer creer a la mayoría de la población que son ellos los que
representan al país y que sus intereses son los intereses de toda la
población. Existe todo un aparato ideológico-mediático para promover
esta percepción. Lo vimos ya en España cuando los mayores medios de
información indicaron que Estados Unidos (EEUU) invadió Irak o que
España apoyó tal invasión, olvidando que no fue EEUU (con sus 300
millones de habitantes) quien invadió Irak, sino las tropas
estadounidenses, enviadas por el gobierno de EEUU, elegido por sólo el
24% de la población adulta, la cual, según las encuestas, se oponía a
tal invasión. Y olvidando también que España (40 millones de españoles)
no apoyó la invasión de Irak, sino el Gobierno Aznar, de nuevo elegido
por sólo el 30% de la población mayor de edad, y que tuvo que
enfrentarse a millones de españoles en las calles que se oponían a tal
invasión. En realidad, las encuestas mostraban que la mayoría de
españoles estaba en contra de tal intervención.
Tal observación viene a la luz de la
percepción generalizada de que “Alemania está ayudando a los países de
la periferia del euro, ayuda que está siendo impopular en aquel país”.A
lo largo de estas últimas cuatro semanas he leído nada menos que
dieciocho artículos en que tal frase, o parecida, aparecía en el texto.
Alemania, sin embargo, tiene clases sociales que tienen intereses
diferentes y en muchas ocasiones contrapuestos, como ocurre también en
España. El establishment está centrado en la burguesía financiera (que
controla el Bundesbank, el Banco Central alemán) y la burguesía
industrial (centrada en el sector exportador). Estas burguesías tienen
toda una serie de instituciones a su servicio, todas puestas a
disposición de la optimización de sus intereses. Y entre ellos está la
permanencia del euro.
Lo que se olvida en los artículos
que constantemente ponen el acento en la llamada “ayuda” alemana a los
países periféricos es que el euro ha beneficiado enormemente a los dos
componentes más importantes de tal establishment alemán. Y no sólo la
existencia del euro les ha beneficiado, sino que la mal llamada “crisis
del euro” ha sido también muy beneficiosa para tales establishments.
Debido a esta última (la supuesta crisis del euro), ha habido un enorme
flujo de capitales de los países periféricos a Alemania (una enorme
ayuda de estos últimos a Alemania), que ha determinado, entre otras
consecuencias, que el Estado federal alemán (enormemente influenciado
por tal establishment alemán) haya conseguido un beneficio de 80.000
millones de euros, resultado de tener unos intereses tan bajos en sus
bonos públicos (resultado del citado flujo de capitales). En otras
palabras, además de la ayuda a la banca privada por parte de los
inversores de los países periféricos (que se calcula de más de 160.000
millones de euros), tales países periféricos ayudan al Estado alemán con
un regalo de 80.000 millones.
Pero además de esta ayuda de la
periferia al centro (debido a la mal llamada “crisis del euro”) existe
la ayuda estructural que se debe al sistema de gobierno del euro,
dominado por el establishment alemán. La manera como se estructuró el
euro fue resultado de un diseño encaminado a garantizar el dominio del
sistema financiero y económico de la Eurozona por parte de aquel
establishment alemán (ver mi artículo “El euro no tiene problemas; las
clases populares sí que los tienen”. ‘Social Europe Journal’. 17.08.12
en www.vnavarro.org).
Repito que es muy importante
subrayar que fue resultado de un diseño y no, como se critica frecuente y
frívolamente, resultado de una incompetencia o de un error. Fue un
diseño que explica que el euro haya beneficiado enormemente al
establishment alemán aunque no necesariamente a las clases populares
alemanas. En realidad, el euro fue establecido para promover el “modelo
económico alemán” basado en las exportaciones. La famosa “Agenda 2010”,
impuesta por el canciller alemán Schröder, incluyó toda una serie de
medidas que afectaron muy negativamente al nivel de vida de la clase
trabajadora alemana. Fue un ataque frontal al mundo del trabajo y al
Estado del Bienestar alemán. Y su objetivo era disminuir la demanda
doméstica (bajando los salarios en relación a su productividad, y
reduciendo los derechos sociales y laborales) a fin de promover las
exportaciones, las cuales se convirtieron en el motor de la economía
alemana. El debate Schröder (a favor del modelo exportador) versus Oskar
Lafontaine (a favor del modelo de demanda doméstica), que he descrito
con detalle en el artículo citado anteriormente, tuvo una enorme
importancia para Alemania (y para la Eurozona). La victoria de Schröder y
Merkel (que mantuvo sus políticas) significó el deterioro del mercado
de trabajo alemán con gran aumento de los beneficios empresariales a
costa de las rentas de los trabajadores. Estos enormes beneficios
empresariales fueron la génesis de una enorme acumulación de euros y,
por lo tanto, de una enorme expansión del capital financiero que
invirtió, no en la economía productiva, sino en las áreas especulativas
(financiando, por ejemplo, la burbuja inmobiliaria española).
En el conflicto capital-trabajo (lo
que solía llamarse lucha de clases, término prohibido y prácticamente
vetado en los medios del establishment), las burguesías financieras e
industriales han ido ganando y la clase trabajadora alemana ha ido
perdiendo. A fin de enmascarar tal conflicto, el establishment alemán
hizo lo que siempre hace en estas situaciones: movilizó los sentimientos
nacionalistas, creando un “victimismo” según el cual Alemania estaba
ayudando a unos señores vagos, poco disciplinados del sur de Europa, que
con sus excesos estaban creando un problema grave, abusando de la
generosidad alemana. La mayoría de la prensa alemana alimentó tal
mensaje que, en parte, caló en la población. El enfado del obrero alemán
hacia el obrero griego, español, portugués o italiano, era esencial
para que el enfado no se desviara a la propia burguesía alemana. Este
victimismo chauvinista ha sido esencial para ocultar el verdadero
conflicto de clases dentro de la propia Alemania.
EL CONFLICTO DENTRO DEL ESTABLISHMENT ALEMÁN
Ahora bien, las políticas de austeridad,
cuyo primer objetivo era forzar el pago a los bancos alemanes de lo que
éstos habían prestado a los países periféricos, estaban también creando
un problema a las exportaciones alemanas pues parte de estas iban a los
países del sur de Europa. Tal austeridad había alcanzado un nivel que
afectaba a la capacidad importadora de tales países, disminuyendo así
las exportaciones alemanas. Y es en este conflicto que tuvo lugar la
decisión de Draghi de comprar deuda pública. El sector industrial,
próximo al Ministro de Exteriores alemán, estaba preocupado. Y como tal
Ministro, el Sr. Guido Westerwelle, indicó recientemente, el euro ha
significado un enorme beneficio para la economía alemana. A esta
burguesía industrial ha comenzado a preocuparle que las políticas de
austeridad promovidas por el establishment financiero alemán hayan ido
demasiado lejos. Y de ahí su desacuerdo con las políticas del
Bundesbank. Las tensiones en el establishment alemán sobre la decisión
del Banco Central Europeo (BCE) (de comprar o no deuda pública de España
e Italia) reflejaban el conflicto entre la burguesía industrial, que
quería que Draghi decidiera a favor de la compra de la deuda pública, y
la burguesía financiera (cuyo portavoz es el Bundesbank), que no quería.
Por primera vez, el BCE hacía algo que no estaba aprobado por el
Bundesbank, del cual hasta ahora había sido un mero apéndice. Pero el
riesgo de que toda la Eurozona entrara en recesión hizo que las voces de
alarma se dispararan y forzaran que el BCE comprara bonos públicos.
La decisión de Draghi de comprar
bonos no es, sin embargo, lo que la Eurozona necesita. Lo que debería
haber hecho el BCE era lo que se asigna al fondo europeo EFSF, es decir,
comprar bonos de largo periodo de vencimiento, y directamente al Estado
(lo que se llama mercado primario). En su lugar comprará bonos públicos
a corto plazo, tres años como máximo, lo cual es muy insuficiente (pues
los grandes proyectos de un país requieren préstamos a largo plazo) y
en el mercado secundario, permitiendo así que los bancos continúen
forrándose. Es más, el BCE comprará bonos sólo en el caso de que los
Estados pidan ayuda y se sometan a la disciplina de la troika, que acaba
de exigirle a Grecia que recupere el calendario laboral de trabajar
seis días a la semana, medida acompañada por una gran bajada de salarios
y enormes recortes de gasto público, que deprimirán todavía más la
economía de tal país.