Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario PÚBLICO, 13 de octubre de 2011
Este artículo analiza las causas
y las consecuencias del surgimiento de los movimientos prodemocracia en
muchas partes del mundo. Estos movimientos se iniciaron en los países
árabes pero se han expandido a otras partes del mundo incluyendo Europa y
Estados Unidos. Tal movimiento en Europa, que se inició con el
movimiento 15-M en España, está forzando una reflexión muy profunda
sobre el significado de democracia. En Estados Unidos ha forzado un
replanteamiento de las estrategias de los partidos políticos. Un
elemento en común que todos ellos tienen es una demanda de que se
elimine la influencia de los poderes financieros y económicos en el
proceso político.
Se está estableciendo un movimiento a
nivel mundial, que se manifestará este sábado 15 de octubre en muchos
países, que amenaza a las estructuras del poder financiero, económico y
político de los estados, no sólo árabes, sino también de Europa y ahora
de EEUU. Su demanda es la democracia, es decir, exigir que existan
sociedades democráticas en las que sea la ciudadanía la que gobierne su
quehacer colectivo. Donde primero aparecieron estos movimientos fue en
países árabes. Eran movimientos antidictatoriales que aparecieron como
consecuencia de la aplicación por parte de sus gobiernos de medidas
neoliberales (promovidas por los gobiernos estadounidenses y europeos)
que habían determinado una enorme concentración de poder económico y
financiero que había coaptado al poder político. Resultado de ello era
una percepción generalizada entre las clases populares de que sus
estados eran insensibles a sus necesidades, incluso las más básicas y
elementales como la mera subsistencia.
En principio, tales movimientos
prodemocráticos contaron con notable simpatía en los centros mediáticos
de los países autodefinidos como democráticos. Pronto se dieron cuenta,
sin embargo, de que no era una demanda limitada al mundo árabe. Era una
demanda que estaba también apareciendo en su mundo, y que señalaba la
contradicción clara entre la narrativa oficial, supuestamente
democrática, de sus establishments políticos, por un lado, y la
experiencia real en la que las mayores decisiones que se estaban tomando
por parte de sus instituciones llamadas representativas (y que
afectaban y continúan afectando negativamente el bienestar de la mayoría
de las poblaciones) se hacían sin la participación o mandato de la
ciudadanía. Tales movimientos prodemocracia denunciaron la obvia
falsedad del discurso oficial supuestamente “democrático”. El caso más
reciente son las medidas de austeridad, altamente impopulares, que se
están imponiendo a la población de estos países por parte de gobiernos,
sin que la ciudadanía haya tenido la oportunidad de decidir sobre tales
medidas.
No es casualidad que las primeras
movilizaciones prodemocracia en los países supuestamente democráticos
surgieran en España, el país de la UE-15 donde el sistema democrático es
más limitado (resultado de una Transición de una dictadura a una
democracia que, consecuencia del domino de las fuerzas conservadoras en
el aparato del Estado en tal proceso, dio pie a una democracia muy
limitada e insuficiente) y donde las consecuencias de las políticas de
austeridad han sido más dramáticas. En España, el 42% de la juventud
está sin trabajo. Tal movimiento, conocido como el movimiento de los
indignados, o 15-M, ha inspirado muchos otros. Todos ellos tienen en
común el objetivo de eliminar la enorme influencia que el poder
financiero y económico tiene en sus sociedades, incluyendo sus
instituciones representativas.
El último caso es el movimiento
“Nosotros somos el 99% de la población” de EEUU, que denuncia que las
instituciones políticas estadounidenses, así como la vida financiera y
económica del país, están controladas sólo por un 1% de la población.
Como señaló recientemente Joseph Stiglitz, “lo que vemos en EEUU es el
gobierno del 1% de la población, para el 1% de la población y por el 1%
de la población”. El poder de este 1% (el poder financiero, económico y
político en EEUU) es enorme. Este 1% tiene el 40% de toda la riqueza del
país. Este 1% ha adquirido un enorme poder político durante la época
neoliberal. Mientas que en los años sesenta pagaban el 51% de sus rentas
en impuestos, ahora pagan sólo un 17%. Como consecuencia, tales
ingresos, que representaban el 33% de los ingresos al Estado en aquella
época, ahora representan sólo un 7%. Grandes corporaciones como Exxon
Mobil, que en 2009 consiguieron 45.200 millones de euros en beneficios,
no pagaron ni un centavo al Estado.
Mientras tanto, el 22% de los niños en
EEUU vive en situación de pobreza, el número de personas que desearía
trabajar y no encuentra trabajo representa, según su Ministerio Federal
de Trabajo, el 17% de la población adulta, y 48 millones de ciudadanos
no tienen cobertura sanitaria. Las políticas seguidas por el Congreso de
EEUU, cuyas figuras claves están financiadas en gran parte por este 1%
de la población, está siguiendo políticas fiscales que acentúan todavía
más la enorme concentración de poder económico y político. De ahí que el
82% de la población no considere que el Congreso de EEUU representa sus
intereses.
Estas son las consecuencias políticas
del neoliberalismo. Pero es parte de la condición humana la capacidad de
rebelión. Y esto es lo está ocurriendo en gran número de países. Tales
movimientos están siendo tratados con gran hostilidad por parte de los
establishments mediáticos próximos al capital financiero. Así, el
corresponsal en EEUU de uno de los rotativos de mayor difusión de España
(que se autodefine de centro liberal) definió al movimiento de los
indignados estadounidenses como un movimiento que refleja “las viejas
aspiraciones hippies de solidaridad” (asumiendo que la solidaridad fuese
un objetivo sólo de los hippies), ignorando, por cierto, al movimiento
obrero, cuyos sindicatos son definidos por aquel corresponsal “como las
instituciones más corruptas de EEUU”.
Tal movimiento se ha extendido a gran
número de ciudades en EEUU (Philadelphia, Boston, Baltimore, Washington,
Chicago, Los Angeles, Detroit, y muchas otras) e incluye a todos los
grupos etarios, a muchos grupos y clases sociales, y han sido apoyados
por los sindicatos estadounidenses, cuyo nivel de corrupción es mucho
menor que el existente en las instituciones empresariales, políticas y
mediáticas de aquel país. En realidad, estos movimientos de indignados
son continuadores de aquellos otros que les precedieron en su lucha por
un mundo mejor.