martes, 12 de mayo de 2009

La vuelta al pueblo

Esta idea resuena mucho en aquellos que tenemos una conciencia medioambiental más acentuada, debido posiblemente a dos razones: Una, las ganas de bajarnos del tren acelerado de la vida moderna. Y otra, más primal, la de acercarnos más a la naturaleza.Porque efectivamente a muchos nos reanima, nos recarga las pilas el pasear y maravillarnos con la naturaleza, al estilo de Thoreau o John Muir. Es nuestra parte del alma romántica, aquella que defendía ya Rousseau (aunque con unas implicaciones bastante más profundas).

El problema es que el romanticismo que nos lleva a desear volver a la naturaleza y a vivir en el campo no necesariamente nos conduce a una mejora de la situación medioambiental de nuestro planeta. Desgraciadamente (al menos para mí, porque soy de los que querrían vivir en el campo), es mucho más respetuoso con el medio ambiente vivir en una gran ciudad (y preferiblemente en un rascacielos) que en el campo, tal como argumentaba Ed Glaeser hace poco.

Efectivamente, por mucho que se empeñen algunos por idealizar los campos y demonizar las ciudades, en general, vivir en el campo implica más desplazamientos (y por tanto más gasto de energía en transporte), más gasto energético en calefacción, al estar las viviendas más dispersas, y más consumo de energía en la construcción, por la misma razón.

Por supuesto, puede haber excepciones, y al final todo depende mucho de cómo se construya y de cómo se viva. De hecho, muchas veces el romanticismo nos lleva a tratar de ver de color de rosa la opción de vivir en el campo: defendemos que vamos a minimizar los desplazamientos y teletrabajar. Pero eso también lo podemos hacer en la ciudad. O proponemos construir las casas con el menor gasto de energía posible, y sin querer hacerlas más grandes. O consumir más responsablemente. Igual, eso también se puede hacer en la ciudad. Así que, lo miremos por donde lo miremos, la ciudad siempre será más "ecológica". A igualdad de circunstancias, los bloques de pisos son mucho más eficientes.

Y eso por no hablar de lo de tener una cabañita de fin de semana en la Sierra o en la playa para poder escapar de la ciudad y respirar aire puro…Sí, nos da la vida, pero al final es una segunda vivienda, un gasto energético que sólo disfrutamos algunos fines de semana…y a la que para más inri vamos en todoterreno, no sea que no encontremos un bache en el camino de entrada.

Por supuesto, no todo es tan bueno de vivir en la ciudad, al menos tal como son ahora. Las ciudades alienan (a mí al menos), y hacen que tu vida sea más corta y peor por la contaminación y el estrés. Eso al fin y al cabo son costes, que tendremos que poner en la balanza junto con los beneficios para el medio ambiente de vivir en ellas.

Pero por otra parte, también hay que ser consciente de que, en general, tenemos algo idealizada la vida en la naturaleza: cuando nos planteamos vivir en el campo, muchos pensamos en una casita rodeada de bosque o montañas, o al borde del mar. Pero claro, eso sólo es posible si son pocos los que lo hacen. Si todos los habitantes de las ciudades cambiaran su vivienda por una en el campo, la idílica naturaleza sería muy distinta. Eso de hecho es lo que parece estar detrás de determinado tipo de ecologismo, que pretende proteger ciertas zonas del desarrollo, pero sólo después de haberse asegurado una parte de esa zona para su disfrute (incluso aunque el desarrollo sea ecológico y si no véase el caso reciente de Robert Redford, por ejemplo…).

Bajo este punto de vista, la única manera de conciliar el romanticismo por la naturaleza con el respeto al medio ambiente está en aceptar un nivel de desarrollo cero, especialmente en cuanto a nivel de población (que al fin y al cabo es la propuesta de algunos). Pero claro, eso no lo defienden los que todavía no están tan desarrollados…

La verdad es que nuestra vida está repleta de incoherencias, y esta es una más…Yo al menos no soy capaz de resolver esta incoherencia, y sigo deseando irme a vivir al campo, y trato de escaparme a la Sierra todos los fines de semana…aunque sé que eso no es bueno para el medio ambiente.

¿Qué hacer? Pues, si la montaña no va a Mahoma, Mahoma tendrá que ir a la montaña. Visto que la ciudad es la respuesta más racional a nuestras preocupaciones ambientales, pero también dados nuestros impulsos "románticos", tendremos que tratar de conciliar en lo posible ambas cosas. Tendremos que eliminar los problemas de la ciudad: reducir la contaminación, el estrés, el tráfico, aumentar las zonas verdes (y por supuesto poner macetas en nuestras ventanas) y convertirlas de verdad en ciudades "ecológicas". E ir a la Sierra en tren, en lugar de en coche. Pero tenemos que ser conscientes de que al final, en la batalla entre racionalidad y romanticismo, es la primera la que nos permitirá ganar la guerra del medio ambiente.

Pedro Linares - www.soitu.es

El 'boom' del inmobiliario 'verde'

Mejorar la eficiencia energética de los hogares, responsables de la tercera parte de las emisiones de gases de efecto invernadero del país, no sólo ahorraría electricidad, gas y dinero, sino que paliaría el cambio climático.
El Código Técnico de la Edificación (CTE), la norma reguladora de la construcción en España, obliga a incluir medidas de ecoeficiencia, pero ha llegado tarde.

El nuevo CTE, que obliga a emplear los sistemas de eficiencia más modernos, entró en vigor en 2007. Sólo las casas construidas a partir de 2008 incorporan esas exigencias. Y es tarde porque, ya se sabe, ahora mismo se inician muy pocas viviendas en España.

Según los expertos, los millones de casas entregadas durante el 'boom' inmobiliario distan mucho de las necesidades de los tiempos actuales de escasez de energía y cambio climático. La fiesta urbanística de los últimos años ha dejado ese legado y, además, ha terminado en resaca: la crisis se está cebando en el ladrillo, que llegó a suponer el 18% del PIB español y ahora es un sector de gran destrucción de empleo.

Estas circunstancias están generando un movimiento en favor de la rehabilitación de viviendas. Ya que una de las recetas del Gobierno contra la crisis es generar obra pública para crear empleo, muchos abogan por destinar parte a reformar construcciones. Se trataría de mejorar las casas existentes y no construir más ocupando más suelo todavía.

El mes pasado, el Observatorio de la Sostenibilidad en España organizó en Madrid un foro titulado 'Sostenibilidad y edificación. Rehabilitar en tiempos de crisis,' en el que participaron representantes sindicales, de las empresas constructoras, de la administración local, autonómica y del Estado y del colegio de arquitectos.

El moderador del encuentro, Domingo Jiménez Beltrán, ex director de la Agencia Europea del Medio Ambiente, presentaba el asunto del siguiente modo: «España tiene el mayor patrimonio construido por persona de Europa. Son 25 millones de viviendas, que equivalen a casi una por cada dos habitantes». Según Beltrán, para «salir de la crisis y crear empleo» lo que habría que hacer es «construir sin destruir, invertir en en soluciones y no en problemas».

En 2008, Jiménez Beltrán presentó un proyecto junto a Carlos Hernández Pezzi, presidente del Consejo Superior del Colegio de Arquitectos y a Joaquín Nieto, presidente de honor de SustainLabour para ponerse a la tarea. Ese plan proponía mejorar la accesibilidad y la eficiencia energética en 2.250.000 viviendas y 150.000 edificios a lo largo de cuatro años. Se trataba de hacerlos más habitables, mejorando el comportamiento térmico de su envolvente e instalando energías renovables.

Para los autores del plan, además de reducir la dependencia energética y la factura mensual, se podrían crear 390.000 empleos. Concluidas las obras se ahorraría cada año 2.700 millones de euros en compra de petróleo y 160 millones en pago español de emisiones de CO2.

El arquitecto Carlos Hernández Pezzi insiste en la necesidad de lavarle la cara al parque actual: «Hemos hecho 500.000 viviendas al año y, hasta la entrada en vigor del Código Técnico de la Edificación en 2007, todas son mejorables. Tenemos un parque reciente e ineficiente. Hemos creado mucho espacio inútil e insostenible». Para Pezzi, intentar hacerlas más verdes es «una empresa titánica» pero que merece la pena.

Llorenç Serrano, secretario confederal de Medio Ambiente de CCOO, cree que la rehabilitación es un gran yacimiento de empleo superior a las infraestructuras, puesto que éstas «generan mucho menos empleo que la modernización de viviendas».

Todos coinciden en los objetivos. Lo difícil es la puesta en práctica. Porque los grandes planes afectan a individuos y propietarios reales, personas que deben afrontar la obra en su casa. Y aunque tengan ayudas de la administración no lo cubren todo. El ahorro futuro no basta para afrontar el gasto inmediato.

Valentín Alfaya, director de Calidad y Medio Ambiente de Ferrovial, sabe bien lo difícil de la tarea. Su compañía tiene un producto específico para la reforma verde de edificios. Pero esa rama del negocio no ha despuntado como esperaban porque, a la hora de la verdad, las comunidades de vecinos no dan el salto adelante.

Y sin embargo, en un sector en crisis, aparecen todo tipo de iniciativas que caminan hacia el 'ecoladrillo'. El grupo internacional Bureau Veritas acaba de presentar en España su iniciativa Green Rating, una auditoría sobre el rendimiento ambiental de los edificios que, según su responsable, Alejandro Cobos, «es una herramienta para adoptar las decisiones de mejora». Otras, como la consultora Jones Lang LaSalle, asesoran a los propietarios para adaptar los inmuebles al ahorro energético y conseguir certificaciones de calidad energética.

Para Mark Reynolds, director de gestión de la consultora, un edificio puede ahorrar un 30% de energía y hasta un 50% de agua con las mejoras y sobre todo «aumentar su valor como activo» gracias a ello.

Como se ve, en el fondo, la ecología y la economía acaban siendo la misma cosa. Lo complicado es ponerse en la práctica a construir bien las cosas... o reconstruirlas. La demanda es que la Administración ayude a conseguirlo.

www.fundacionentorno.org

HASTA SIEMPRE, ANTONIO VEGA





Ahora siento no haber ido a tu concierto en Valencia de Don Juan hace unos meses... ya nunca tendré la oportunidad de escucharte en directo... lo bueno es que tu música permanecerá para siempre !!

Suerte allá dónde estés!

Anina