Ahora que Obama empieza a darle marcha a esta fiesta desde la perspectiva de los derechos civiles, con un puño que no parece temblarle a la hora de poner las cosas en el lugar que se merecen, cabe preguntarse si la euforia colectiva o la presión que el Águila norteamericana ejerce sobre el mundo se va a traducir en esa misma onda expansiva de buen rollo.
Tiene cierta coña que cuando el presidente norteamericano empieza a extinguir la sombra de la tortura, de las prisiones ilegales y de engañifas y espionajes contra natura, el gobierno de Esperanza Aguirre se descuelgue con una trama desleal de espionajillo ridículo, de ese que se pilla antes que el embuste de un niño pequeño. Pero en fin, con su pan se lo coman. Poco a poco van cavando su propia tumba, porque la onda expansiva de la que estamos hablando tiene que verse florecer, antes de que los mangoneantes tradicionales la conviertan en algo mezquino.
Lo cierto es que el otro día, la toma de posesión fue como la apertura de la llave de oxígeno para un pueblo ansioso por volver a respirar pureza. Algo de mesiánico tiene lo que sucedió con este hombre, o así al menos se ha transmitido por los cuatro vientos, llevando una brisa refrescante a un bochorno riguroso que ya llevaba demasiado tiempo asfixiando la esperanza. Y es que hacía falta de verdad. Demasiadas flores murieron ya por sujetar a otras que, medio marchitas, siguen luchando por sobrevivir en un mundo en el que se funciona a dentelladas sangrientas, como las que clava a diario el ejército israelí sobre el pueblo palestino.
Encontrar las claves del abrazo, de la justicia social, del desarrollo sostenible, del fin del desequilibrio insultante en el que vive la cultura de la hamburguesa repleta de salsas y el grano de arroz enmohecido y solitario es ahora la tarea que este imprevisto presidente de los EE. UU. propone al resto de la humanidad desde una humildad a la que el resto del mundo estamos poco acostumbrados por parte de la Casa Blanca.
Ojalá que desde ese trono dorado en el que se va a sentar los próximos cuatro años siga viendo las cosas sin cegarse, y que a la cuadrilla de buitres que ha espantado y que van a estar esperando eternamente su caída, los sepa sobrevolar más alto.
Tiene cierta coña que cuando el presidente norteamericano empieza a extinguir la sombra de la tortura, de las prisiones ilegales y de engañifas y espionajes contra natura, el gobierno de Esperanza Aguirre se descuelgue con una trama desleal de espionajillo ridículo, de ese que se pilla antes que el embuste de un niño pequeño. Pero en fin, con su pan se lo coman. Poco a poco van cavando su propia tumba, porque la onda expansiva de la que estamos hablando tiene que verse florecer, antes de que los mangoneantes tradicionales la conviertan en algo mezquino.
Lo cierto es que el otro día, la toma de posesión fue como la apertura de la llave de oxígeno para un pueblo ansioso por volver a respirar pureza. Algo de mesiánico tiene lo que sucedió con este hombre, o así al menos se ha transmitido por los cuatro vientos, llevando una brisa refrescante a un bochorno riguroso que ya llevaba demasiado tiempo asfixiando la esperanza. Y es que hacía falta de verdad. Demasiadas flores murieron ya por sujetar a otras que, medio marchitas, siguen luchando por sobrevivir en un mundo en el que se funciona a dentelladas sangrientas, como las que clava a diario el ejército israelí sobre el pueblo palestino.
Encontrar las claves del abrazo, de la justicia social, del desarrollo sostenible, del fin del desequilibrio insultante en el que vive la cultura de la hamburguesa repleta de salsas y el grano de arroz enmohecido y solitario es ahora la tarea que este imprevisto presidente de los EE. UU. propone al resto de la humanidad desde una humildad a la que el resto del mundo estamos poco acostumbrados por parte de la Casa Blanca.
Ojalá que desde ese trono dorado en el que se va a sentar los próximos cuatro años siga viendo las cosas sin cegarse, y que a la cuadrilla de buitres que ha espantado y que van a estar esperando eternamente su caída, los sepa sobrevolar más alto.