Publicado en Sistema Digital el 13 de diciembre de 2012
Cuando se comprobó que el comportamiento irresponsable de las
entidades bancarias más grandes del mundo fue lo que provocó su quiebra y
la crisis que ésta llevó consigo, lo lógico hubiese sido dejar que se
hundieran y salvar el sistema financiero para que la economía productiva
saliera adelante. Sin embargo, los gobiernos hicieron suyos los
intereses de los banqueros y los salvaron a ellos, con la excusa de que
esos bancos eran demasiado grandes para dejarlos caer.
Con el paso del tiempo se ha podido comprobar que se trataba no solo
de un principio fatal para la recuperación económica (porque al salvar a
los bancos responsables de la crisis y no al sistema financiero la
economía sigue sin disponer de los recursos que necesita) sino también
que estaba mal formulado.
Lo cierto no es que los grandes bancos que han provocado la crisis
sean demasiado grandes para dejarlos caer sino que los banqueros son
demasiado poderosos como para ir a la cárcel.
No pasa una semana sin que tengamos alguna noticia de crímenes
financieros cometidos por los bancos o de la impunidad con que siguen
actuando sus responsables.
Hace unos días se ha sabido que las mismas autoridades de Estados
Unidos que descubrieron que el banco HSBC había permitido que presuntos
terroristas y traficantes de drogas usaran sus cuentas para mover dinero
han desistido de llegar al fondo para condenarlo en firme.
De nuevo con la excusa de que su condena podría poner en peligro todo
el sistema financiero la Justicia estadounidense se ha limitado a
aceptar un acuerdo por el cual el banco pagará una multa de 1.900
millones de dólares.
Es la misma estrategia que ya se siguió en 2010 con Goldman Sachs o
con otros bancos en otras ocasiones, imponer multas que los medios de
comunicación divulgan como si fueran gigantescas pero que en realidad
son migajas de sus beneficios para las grandes entidades. La de HSBC
equivale a los obtenidos en menos de mes y medio de 2011 (obtuvo 16.800
millones de dólares de beneficio en todo el año), y la de Goldman Sachs
(550 millones de dólares) representó en 2010 el 15% del beneficio o el
3% de las primas distribuidas en 2009.
Como hemos comentado con más detalle Vicenç Navarro y yo en Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero
(Espasa 2012), diversas investigaciones han puesto rigurosamente de
manifiesto que HSCB no ha sido el único banco que ha servido
conscientemente para movilizar dinero criminal entre Mejico y Estados
Unidos. Más o menos lo mismo han hecho otros como Citigroup, Bank of
America o Banco de Santander, además de Wachovia o Wells Fargo, por
citar a los más conocidos o reincidentes (Michael Smith, Banks Financing Mexico Gangs Admitted in Wells Fargo Deal). Pero ninguno de sus propietarios o grandes directivos ha terminado en la cárcel por haberlo hecho.
Como tampoco han sido perseguidos seriamente ni condenados en otros
lugares en donde han llevado a cabo las mismas actividades o donde han
cometido las estafas que dieron lugar a la crisis.
En nuestro país, las sentencias que dan la razón a los clientes
frente a los bancos en los casos de contratación fraudulenta de swaps y
otros productos semejantes van ya por 1.062, al día de hoy y según la
web de la Asociación de Usuarios Afectados por Permutas y Derivados Financieros.
Es solo una de las estafas, a las que se podría añadir la de las
preferentes o las muchas irregularidades que han cometido los bancos en
los últimos años (una relación de ellas en mi artículo Banqueros contra la justicia y la democracia publicado en esta misma web).
¿No son suficientes más de 1000 sentencias condenatorias para que los
poderes públicos asuman que lo que realmente hay detrás de eso es un
fraude organizado, una auténtica pandemia de estafas y engaños que se
han traducido en perjuicios gravísimos a millones de españoles? ¿Cómo es
que no se investiga la responsabilidad última de quien planificó
semejante expolio, cómo es que no se piden cuentas a los dueños y
grandes directivos que se lucraron mediante esas estafas y cómo es que
no están pagando en la cárcel el daño tan grande que han hecho a la
economía española, destruyendo la riqueza de tantos empresarios y
familias? ¿cómo es que no han sido investigados los directivos del Banco
de España que lo consintieron, los jueces y fiscales que no los han
perseguido, o los gobernantes que los han amparado?
La impunidad con que vienen actuando los banqueros es una
manifestación palpable de los males gravísimos que afectan a nuestra
sociedad.
Hace que la economía se resiente porque dejar en libertad a quienes
han actuado como los banqueros implica dar por buenos comportamientos
que son destructivos, y por tanto incompatibles con cualquier modo de
generación de riqueza, además de producir incentivos perversos: si no
hay castigo ¿qué problema hay en repetir lo que se ha venido haciendo?
La impunidad con que actúan los banqueros también debilita la
democracia, o mejor dicho, indica qué escasa y falseada es la que
tenemos, porque la democracia real es incompatible con la total ausencia
de rendición de cuentas con que vienen actuando no solo los
responsables de la banca sino la clase política que los protege. Y, por
supuesto, echa por tierra la confianza en instituciones básicas para la
convivencia ¿Cómo creer en un poder judicial que justo cuando va a
llegar al Supremo el caso de las preferentes elige como nuevo magistrado
de la Sala que habrá de atenderlo a un asesor jurídico de la banca que
las ha colocado a sus clientes y que está siendo condenada por ello? ¿y
cómo no repudiar a los gobiernos que indultan a los pocos que
eventualmente son condenados?
Es evidente que si los banqueros pueden eludir la justicia
prácticamente en todo el mundo es por el enorme poder político que han
acumulado y que les permite corromper a gobernantes, jueces y
responsables de medios de comunicación en un proceso de desmantelamiento
progresivo de la democracia y de los poderes representativos. Gracias a
ello no van a la cárcel pero esa es justamente la razón para que
quienes de verdad quieran salvar las democracias empiecen antes que nada
por perseguir los crímenes de los banqueros y hacerles pagar por ellos,
en lugar de darles cada día más dinero y privilegios.