viernes, 1 de octubre de 2010

(Pre)Parados, Borges y la zanahoria (Francisco Sánchez Vega. ElPais.com)

Empiezo a estar un poco harto de leer tanta carta de lacrimógena en elpais.com sobre lo desgraciados que somos los miembros de nuestra generación. Parafraseando a Borges, yo creo más bien que simplemente "nos tocaron, como a casi todos los hombres, tiempos difíciles en que vivir".
La vida ha puesto a mi (¿a nuestro?) alcance oportunidades que hubieran sido inimaginables para mis (¿para nuestros?) padres, y por ello me siento muy afortunado. ¿Acaso ellos lo tuvieron más fácil? Por tener, tuvieron que enfrentarse a los últimos años de una dictadura, a un país fracturado, a un período de transición crucial para la historia de España y, en muchos casos, lo que nunca tuvieron fue el privilegio de poder poner un pie en la universidad. Los títulos, el acceso al saber, tienen en sí un valor mucho más importante que su mera capacidad para engordar las nóminas.
No sé muy bien a qué edad mis padres montaron por primera vez en avión, pero dudo que fuera antes de los treinta. Yo, a mis veintinueve, llevo siete años estudiando en universidades extranjeras a ambos lados del Atlántico. ¿Expatriado? ¿Desarraigado? No, sencillamente ciudadano del mundo. Y no me cambiaría por nadie, aunque algunos cobren 10, 100 o 1000 veces más que yo. Quizás el problema no sea que la tan ansiada zanahoria no resulte lo suficientemente sabrosa, sino que nos hemos cegado tanto con ella que ha acabado por obstaculizar nuestra visión del camino. No perdamos más el tiempo lamiéndonos las heridas y luchemos por aquello que queremos cambiar. Al fin y al cabo, estamos sobradamente (pre)parados para ello, ¿no?

FRANCISCO SÁNCHEZ VEGA (HISTORIAS DE LOS LECTORES)

EL COSTE DE LAS BECAS (Historias de los lectores - anónimo-. ElPais.com)

Estudié toda mi vida con becas. Eso, dicho así, parece una frase hecha, pero no. Estudié toda mi vida con becas, que significan -entre otras cosas- dinero de todos los contribuyentes. Con 14 años, el estado empezó a pagarme 14.000 pesetas anuales a modo de beca para materiales. Tengo 31 años, así que hablamos de 14.000 pesetas del año 1993. Desde los 17 me becaron con 32.000, con lo cual para cuando acabé el instituto el Estado había ingresado en mi cuenta 92.000 pesetas contantes y sonantes.
Entré en la Universidad y también tuve becas, nunca tuve que pagar ni una sola matrícula. A una media de, pongamos, 75.000 pesetas por curso, eso hacen 375.000. Además, recibí una beca escolar que, de media, eran unas 150.000 pesetas anuales: 750.000 en los cinco años. En quinto de carrera tuve, además, una beca de colaboración de mi Departamento. Se suponía que era para aprender investigar, pero lo único que me enseñaron fue a cargar carretillas de papel para la fotocopiadora, hacer funcionar la fotocopiadora y cambiar el tóner de la fotocopiadora. Me pagaron 23.000 pesetas al mes, diez meses. Total hasta aquí 1.447.000 pesetas. Unos 8700 euros.
Recibí cuatro becas diferentes para hacer el doctorado. La primera que acepté era de una fundación que me pagaba cuando le parecía oportuno, no me daba recibos del pago y, además, me metió en líos con Hacienda. En cualquier caso, seis meses a 600 euros, 3600 euros. Poco tiempo después recibí otra con patrones que me timaron en menos aspectos. No me contrataron, pero me hicieron firmar dedicación completa. Trabajé para ellos bajo la miserable forma de una beca: di clases, publiqué en revistas, hice estancias de investigación... pero días cotizados, cero. 800 euros al mes, 36 meses, 28.800 euros en total. A eso hay que sumar tres estancias de investigación en prestigiosos centros del extranjero, a digamos 1200 euros de subvención cada una. Esto ya parece el 1, 2, 3... 41.100 euros de todos los españoles. El último año, por fin, los becarios de investigación conseguimos que se nos hiciera un contrato. A la hora de firmarlo, te daban un papelito donde tenías que firmar que renunciabas a tu baja maternal, en caso de quedarte embarazada. Eso sí que son políticas de conciliación y lo demás cuentos. Nos daban, por primera vez, paga extra. Se la llevó Hacienda, pero la sumo igual. Doce meses, catorce pagas, a 1100 euros, 15400 euros, 56.500 en total.
Ahora viene la pirueta. Después de seis años trabajando para la Universidad, había cotizado un año. Cobré el paro y envié currículos. 630, mi madre lo recuerda bien. Durante mis dieciséis años en el mercado laboral español tuve los empleos más diversos además de la Universidad: guía turística para la tercera edad, traductora de manuales deportivos, profe particular, manufacturera -que no diseñadora- de bolsos y abalorios, dobladora de anuncios de radio... Que no se diga que no lo intenté en varios campos.
Lo intenté con todas mis fuerzas. Me agarré a la tierra de Asturias con pies y manos. Estuve un año en el paro, con una carrera, un máster, un doctorado, cuatro idiomas y dispuesta a trabajar de lo que saliese... pero no salió nada. En unos estaba demasiado formada, en otros no daba, literalmente, la talla -hasta para dependienta de tienda de ropa de adolescentes me presenté-, así que decidí emigrar. El camino fuera de Europa no es sencillo: veo a mis padres por Skype, mi presencia empieza a borrarse de los recuerdos de mis amigas -"¿todavía vivías aquí cuando pasó eso?"- y suplico a las alturas que el señor de inmigración no se quede con mi barra de turrón de Suchard y mis latas de bonito en aceite cuando vuelvo, siempre antes de Reyes, a incorporarme a mis clases en una estupenda Universidad de la soleadísima costa estadounidense del Pacífico. Lo más triste es que soy feliz aquí, a pesar de que veo la tristeza inmensa en los ojos de mis padres.
En resumen, España invirtió en mí, directamente, casi diez millones de pesetas, además de la formación universitaria, y ahora lo está aprovechando otro país: un lugar donde me siento un miembro útil y productivo de la sociedad. El problema más grande es que mi caso no es único. De mis quince compañeros del doctorado, solo dos están trabajando en España, en condiciones lamentables, eso sí, en la Universidad. Solo en nosotros, solo en nuestro pequeño rinconcito de la sala de becarios con sus palomas anidadas en una ventana, el Estado español tiró a la basura 130.000.000. Ciento treinta millones de pesetas que estábamos deseando revertir a la sociedad en aquello para lo que nos habíamos formado, pero no nos resulta posible. Trabajamos un tiempo gratis, mucho tiempo sin contrato, muchas más horas que una jornada estándar, sin sanidad, sin derecho a baja maternal, sin derecho a paro y, sobre todo, sin derecho a quejarnos. Porque éramos unos privilegiados, la creme de la creme de la intelectualidad que iba a llevar a España a cotas nunca antes conocidas. Y eso último es lo único cierto. Somos la generación que va a llevar a España a cotas nunca antes conocidas de desesperación, de frustración, de angustia, de parturientas añosas, de abuelos que van a tener que aprender chino o inglés para preguntarle a sus nietos -por skype- de qué color es la bici que piden a los Reyes Magos en casa de los abuelitos y que les va a llegar por correo.

Anónimo

Ni horca ni lapidación para Sakineh - AMNISTÍA INTERNACIONAL -

La vida de Sakineh Mohammadi sigue estando en en inminente riesgo y ella vuelve a necesitar tu ayuda. El Fiscal General iraní ha dicho ahora que Sakineh será ejecutada en la horca en relación con el asesinato de su marido, y no lapidada por adulterio.

Todo parece indicar que las autoridades iraníes están tratando de reducir la presión internacional y acallar las críticas que están recibiendo por recurrir a la lapidación, y por ello se empeñan en presentar a Sakineh como una criminal peligrosa que merece ser ejecutada. Su familia sólo te tiene a ti para impedir su muerte.

Las firmas de cientos de miles de personas solidarias en todo el mundo lograron impedir la lapidación de Sakineh. Por favor, firma ahora nuestra nueva petición para que no la ejecuten ni en la horca ni por ningún otro método. ¡Tu firma puede salvarle la vida!.

Gracias por tu generosidad y por tu solidaridad.

Esteban Beltrán.
Director Amnistía Internacional – Sección Española

QUIEN TE CERRARÁ LOS OJOS (JOSE ANTONIO LABORDETA)

Al aire van los recuerdos
y a los ríos las nostalgias
a los barrancos hirientes
van las piedras de tus casas

¿Quién te cerrará los ojos tierra cuando estés callada?
¿Quién te cerrará los ojos tierra cuando estés callada?

En los muros crece yedra
y en las plazas no hay solana
contra la lluvia y el viento
se golpean las ventanas

¿Quién te cerrará los ojos tierra cuando estés callada?
¿Quién te cerrará los ojos tierra cuando estés callada?

Solo quedan cementerios
con las tumbas amorradas
a una tierra que los muertos
siguen teniendo por suya


¿Quién te cerrará los ojos tierra cuando estés callada?
¿Quién te cerrará los ojos tierra cuando estés callada?

Jose Antonio Labordeta

BANDERAS ROTAS (JOSE ANTONIO LABORDETA)

He puesto sobre mi mesa
todas las banderas rotas
las que rompió la vida
la lluvia y la ventolera
de nuestra dura derrota.

Rota permanece aquella
que levantamos al cielo
pensando que la justicia
crecería como un vuelo
de gaviotas en el mar
y vimos cómo al final
sólo nos quedó el recuerdo
de un mástil desarbolado
y unos jirones de tela
rotos por el vendaval.

He puesto sobre mi mesa...

Rota permanece aquella
que ponía libertad
y que aupamos convencidos
de que al terminar la batalla
ésta íbamos a ganar
pero todo fue una amarga
e inútil desesperanza
cuando vimos que las huellas
de los grilletes dejaban
sus marcas sin borrar.

He puesto sobre mi mesa...

He puesto sobre mi mesa
todas las banderas rotas
He puesto sobre mi mesa 

todas las banderas rotas


Jose Antonio Labordeta

CITAS

"¡El fruto de mi trabajo debe de ser para mí!"
Voltaire