Con toda probabilidad el problema está en la educación, en la conciencia que se ha forjado cada uno respecto a cómo deben ser las cosas, en qué lado concede cada persona lo que está bien o lo que está mal.
Y es que es un territorio realmente complicado a la hora de tomar decisiones, y quizá sea ese el motivo que ha llevado a Alex de la Iglesia a tomar la iniciativa de dimitir ante la perspectiva de la implantación de la “Ley Sinde”, que pretende ilegalizar ciertas páginas web que hacen libre la descarga de contenidos bajo derechos de autor.
Y como digo, el problema está en la educación, en la conciencia que cada ciudadano gaste a la hora de tomar decisiones respecto a bajarse o no música, películas o software informático de ese universo insondable que es internet. Desde luego, para lo que viene a ser un “español” de esos descritos por el club de la comedia, la tentación es enorme, extrema, diría yo. Porque estamos hablando de una situación ciberespacial que llevada al sitio de lo terrenal, es como si entrases en el mayor supermercado del mundo, que tiene en su oferta toda la gama imaginable de productos, y los seguratas y dependientes de turno, en vez de acercarse a ti a ver “si te pueden ayudar en algo”, estuvieran petrificados como una vela y tu te pudieses llevar lo que te saliera de la entrepierna ante sus (paralizadas) narices. No digo que no sea esta una situación deseable, desde luego. Pero es ahí donde entran en juego esos personajes cinematográficos que salen a cada lado de tu hombro vestidos de ángel y demonio, cada uno con su justificación o negación de lo que te estás acigüetando sin permiso. Por lo que sé de los “españoles” de los que hablo, lo más probable es que hagan caso al diablillo de su hombro izquierdo, y se lleven lo que quieran haciendo caso omiso de su conciencia inexistente. O sea, sin que les tiemble el pulso para nada, y menos la conciencia, que para eso la barra de riche y la caña tiene el precio que tiene y no se puede bajar de “interné”.
Yo como autor he visto reducirse exponencialmente mis ingresos desde que la beligerancia de la era digital sacó su espada. Pero he de confesar que dada mi “nacionalidad” no he resistido la tentación de pecar, y he pecado numerosas veces. Que tire la primera piedra quien esté libre de pecado.
Ahora. Debemos tomar conciencia de que los productos en “oferta” para robar a partir de ahora no van a ser los mismos. Detrás de cada traición hay una conciencia a uno y otro lado, y los acordes que fueron mayores ahora lo serán menores y con trampa.
Dejaremos de pecar como de fumar. Chinachana.
Jesus H. Cifuentes