Tengo la suerte de escribirles desde la isla de El Hierro, donde los músicos en gira han dado con sus huesos para el concierto de esta noche. Llegamos el miércoles en el avión de Spanair que salió antes del fatídico vuelo que todos conocemos y, de hecho, ese mismo avión lo tomamos la semana pasada para venir a las islas a otro bolo.
Cuando pasan estas cosas el cerebro genera situaciones ambivalentes, porque nos podría haber tocado a cualquiera, pero nadie se imagina que por dedicarse a la música formas parte de la población de riesgo que es susceptible de ser cliente de la guadaña.
Cuando se dice que se pone 'en juego' la vida, uno se plantea cual es ese juego en concreto y cuáles son sus normas, porque el juego de la vida tiene una letra pequeña que pone 'y de la muerte', pero normalmente como en todo contrato nadie le pone atención, y además el contrincante juega con la ventaja de que el contrario no sabe ni siquiera que está jugando.
La cultura de la muerte sin duda en el entorno latino es un órdago que tiene que poner a la señora de vuelta y media, sobre todo en Latinoamérica, donde es tan compañera y habitual que de ella se hace toda una fiesta y se la vitorea como a uno más de la familia. Aquí en España, no hemos llegado a ese alarde, por esa posición trágica clásica con la que aparentemente nos lo tomamos todo.
Ella está ahí siempre. Porque la vida y la muerte como todo el mundo sabe son primas hermanas, y en realidad no se llevan mal para nada, como el común de las personas sospecha. Una y otra salieron de un mismo parto, y trabajan para un mismo señor, al que rinden contablemente cada trimestre un 'IVA' y un venía que son el reflejo del devenir de nuestra existencia. De momento nos hemos librado. El avión va a ese lugar indeterminado que nos permite seguir volando, espero que por mucho tiempo. Nos queda la reflexión para seguir haciendo de la vida un lugar interesante. Así lo quiero imaginar, porque del más allá no sabemos nada más que lo que queramos creer de él.
Ojalá que hiciéramos todos un ejercicio en vida de lo que nos imaginamos de mágico en ese lugar llamado 'más allá', para hacer que esté un poco más acá. Como decía Gato Pérez, «y el cantante con los músicos, se juega la vida».
Cuando pasan estas cosas el cerebro genera situaciones ambivalentes, porque nos podría haber tocado a cualquiera, pero nadie se imagina que por dedicarse a la música formas parte de la población de riesgo que es susceptible de ser cliente de la guadaña.
Cuando se dice que se pone 'en juego' la vida, uno se plantea cual es ese juego en concreto y cuáles son sus normas, porque el juego de la vida tiene una letra pequeña que pone 'y de la muerte', pero normalmente como en todo contrato nadie le pone atención, y además el contrincante juega con la ventaja de que el contrario no sabe ni siquiera que está jugando.
La cultura de la muerte sin duda en el entorno latino es un órdago que tiene que poner a la señora de vuelta y media, sobre todo en Latinoamérica, donde es tan compañera y habitual que de ella se hace toda una fiesta y se la vitorea como a uno más de la familia. Aquí en España, no hemos llegado a ese alarde, por esa posición trágica clásica con la que aparentemente nos lo tomamos todo.
Ella está ahí siempre. Porque la vida y la muerte como todo el mundo sabe son primas hermanas, y en realidad no se llevan mal para nada, como el común de las personas sospecha. Una y otra salieron de un mismo parto, y trabajan para un mismo señor, al que rinden contablemente cada trimestre un 'IVA' y un venía que son el reflejo del devenir de nuestra existencia. De momento nos hemos librado. El avión va a ese lugar indeterminado que nos permite seguir volando, espero que por mucho tiempo. Nos queda la reflexión para seguir haciendo de la vida un lugar interesante. Así lo quiero imaginar, porque del más allá no sabemos nada más que lo que queramos creer de él.
Ojalá que hiciéramos todos un ejercicio en vida de lo que nos imaginamos de mágico en ese lugar llamado 'más allá', para hacer que esté un poco más acá. Como decía Gato Pérez, «y el cantante con los músicos, se juega la vida».
Jesús Cifuentes - el norte de castilla