Artículo de Vicenç Navarro en el diario PÚBLICO, 10 de mayo de 2012
Este artículo analiza el
programa electoral del nuevo presidente de Francia, François Hollande,
específicamente sus políticas económicas y fiscales, señalando que, aun
conteniendo políticas muy positivas, en su totalidad, no tendrán el
efecto deseado de salir de la enorme recesión que Francia y Europa están
experimentando.
Antes que nada quiero subrayar que
estoy contentísimo de que François Hollande ganara las elecciones en
Francia. Abre una serie de posibilidades que estaban cerradas hasta
ahora. Y hay muchas propuestas de su programa que son positivas, e
incluso algunas muy positivas. Ahora bien, me apena constatar que la
puesta en marcha de todas ellas no será suficiente para salir de la
crisis. Y ello se debe a que la economía europea no se recuperará a no
ser que las políticas de austeridad que se están imponiendo en la Unión
Europea (UE) se eliminen. Y Hollande no se ha comprometido a
eliminarlas. A lo que sí se ha comprometido es en complementarlas con
políticas de crecimiento. En otras palabras, la tesis que Hollande
sostiene es que las políticas de austeridad que se están siguiendo son
necesarias pero insuficientes. Según él, se deben establecer unas
políticas de estímulo del crecimiento que permitan a la UE salir de la
crisis. Pero el mayor problema que tiene la Unión Europea, incluyendo
Francia y España, es que la principal causa hoy de la crisis y la
recesión son precisamente las políticas de austeridad, dictadas por el
Pacto de Estabilidad. François Hollande no ha mencionado que vaya a
eliminar o modificar el Pacto de Estabilidad, que es la ley que fuerza
hoy las políticas de austeridad en los países de la UE.
En realidad, el Pacto Fiscal (Treaty on
Stability, Coordination and Governance in the European Economic and
Monetary Union –en castellano, Tratado sobre Estabilidad, Coordinación y
gobierno en la Unión Económica y Monetaria Europea) promovido por la
canciller Merkel de Alemania todavía no se ha aplicado a ningún país de
la UE. Tal pacto lleva a extremos las políticas de austeridad. Exige,
por ejemplo, que los déficits estructurales de los Estados de los países
miembros no sean mayores de un 0,5% del PIB (el Pacto de Estabilidad
exige que no sean mayores de un 3%) en caso de que su deuda pública sea
mayor del 60% del PIB (permitiendo que sea un 1% en caso de que sea
menor del 60% del PIB). Se penalizará a aquellos países que no cumplan,
con sanciones equivalentes a un 0,1% del PIB. Se remarca también en
aquel pacto que aquellos países con deuda pública mayor del 60% tendrán
que reducir cada año una cantidad equivalente a la veinteava parte de la
diferencia entre la deuda existente y el 60% del PIB. (Véase Sebastian
Dullien “Reinventing Europe: Explaining the Fiscal Compact”, Social
Europe Journal 01.05.12). Hollande aprueba esta ley, siempre y cuando se
apruebe una nueva ley que estimule la economía. Pero el problema con
este enfoque es que el hecho de que España tenga que reducir su déficit
de un 8% del PIB a un 3% del PIB en dos años (una reducción del 5% del
PIB) no se debe al Pacto Fiscal, sino al Pacto de Estabilidad sobre el
cual Hollande no ha dicho nada. Permítanme que me expanda.
La ingeniería monetaria y fiscal de la
Unión Europea se basa en dos pilares. Uno, la Ley de Estabilidad que
imposibilita a los Estados poder recuperarse en tiempo de crisis, como
lo muestra la situación actual. Es más, su incapacidad de diferenciación
entre gasto ordinario y gasto en inversiones, poniendo todo el gasto
público dentro del límite de gasto permitido (el 3% del PIB) destruye la
creación del futuro, pues no permite la inversión con la que se podría
aumentar la producción y crecimiento económico en el futuro. No
permitirle a un país que invierta en educación, en I+D, en
infraestructura física y social, es condenarle a un continuo
subdesarrollo social y económico. Y esto es lo que fuerza el Pacto de
Estabilidad a los países ahora en estos momentos. Ahora bien, el Pacto
Fiscal, que todavía no se ha aprobado, va más allá y quiere eliminar en
la práctica el déficit público. Pero la austeridad que estamos sufriendo
viene de aplicar el Pacto de Estabilidad, no el Pacto Fiscal, que
repito, todavía no está vigente.
Y el segundo pilar de la austeridad
impuesta a los países es la manera como se estableció el Banco Central
Europeo (BCE), un banco que, en realidad, no es un banco central, sino
un lobby de la banca y, muy en especial, de la banca alemana. Hollande
no hace ninguna propuesta de cambio de este Banco. Habla de creación de
eurobonos para utilizarlos para proyectos de infraestructura a nivel
europeo, lo cual me parece bien (aunque las cantidades que se manejan
son muy limitadas). Pero no propone eurobonos que europeícen la deuda
pública de los Estados, lo cual es fundamental para eliminar los
elevados intereses de la deuda pública, previniendo la especulación de
los mercados financieros.
A no ser que estos dos pilares que
reflejan el dominio del pensamiento neoliberal en el diseño de la UE se
cambien, Europa no se recuperará. Lo máximo que ocurrirá es que la
palabra crecimiento se añadirá al término Pacto Fiscal, tal como ocurrió
resultado de la presión del gobierno socialista Jospin, cuando se
añadió tal término al título del Pacto de Estabilidad, sin que se
ofrecieran los medios para que ocurriera tal crecimiento.
Dos últimas observaciones. La primera es
repetir que quisiera que no se interpretaran mis notas críticas del
plan Hollande como señal de desaprobación o desencanto con su elección.
Antes al contrario, celebro, y mucho, su elección. Pero la experiencia
europea muestra que, a no ser que vaya más allá y cuestione los dos
pilares sobre los cuales se basa el edificio neoliberal que se llama la
UE, la recuperación económica no ocurrirá, creando con ello el peligro
que la enorme y justa indignación que las clases populares están
desarrollando frente al establishment europeo y sus políticas de
austeridad, se canalicen en el futuro, no a través de las izquierdas,
sino a través de la ultraderecha. Que esto pueda ocurrir lo estamos
viendo ya en la propia Francia.
La otra observación es que François
Hollande irá más allá de lo que ha propuesto, moviéndose a la
izquierda., sólo en caso de que haya movilizaciones que le presionen en
esta dirección. No olvidemos que, como señalé en otro artículo (¿Cambios
en la socialdemocracia francesa, y en la española? Sistema Digital
12.04.12), François Hollande había criticado muchas de las políticas que
ahora ha adoptado (tal como la gravación con un 75% a los ingresos por
encima de un millón de euros al año, habiendo llamado tal incremento un
año antes, un “incremento confiscatorio”), lo cual se debió a la presión
de los movimientos sociales y partidos a su izquierda. Es un buen
indicador de esta posibilidad que el Frente de Izquierdas, definido
predeciblemente por el corresponsal de El País en Francia, como
“extremista”, alcanzara un considerable nivel de apoyo que, junto con
amplios sectores dentro del partido socialista, más a la izquierda que
el propio François Hollande, pueda ejercer la presión popular para que
vaya desarrollando aquellas propuestas que la realidad en sí le forzará a
tomar, a fin de conseguir sus objetivos: salir de la crisis.