El Programa de las nacionales Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que declaró el 2009 como año internacional del gorila por ser una especie en peligro de extinción, un homínido no humano y en la que según este organismo, se han realizado numerosos e innovadores proyectos para protegerlos, brilla en realidad en la más absoluta de las ausencias. Según este organismo dice que gracias a los artículos, entrevistas, conferencias y filmes producidos para concienciar a la comunidad internacional, millones de personas fueron testigos de la apremiante situación en la que viven los gorilas. Todo es falso, un maquillaje que solo ha beneficiado aquellos organismos o personas que se han llevado el presupuesto en organizar eventos la mayoría de ellos dirigidos a una población ya concienciada y que nada tiene que ver con la situación en peligro de estos grandes simios.
domingo, 28 de marzo de 2010
El mercado ecológico lo aguanta todo
Comprar alimentos en cuya producción no hubiera ni pizca de pesticidas, modificaciones genéticas o productos químicos empezó siendo cosa de hippies. Ahora es la clase media y media-alta la que se apunta. Por eso cada vez es más fácil encontrar prácticamente de todo: a los tomates y la leche se han unido todo tipo de embutidos, cavas y hasta las comidas preparadas. Eso sí: no es bio todo lo que reluce.
El mejor aliado para que nadie le mienta es mirar bien la etiqueta. El certificado no engaña.
"Es un momento bonito para nosotros. Nuestro cliente no compra por precio, sino por convicción", cuenta orgulloso Pere Bufí, dueño de Ecoviand. Lleva 14 años peleando por Ecoviand, su negocio de carnes ecológicas. "No ha sido fácil. Al principio en esta movida se interesaba sobre todo la gente vegetariana. Así que cuando acudía a una feria ecológica me gritaban asesino", recuerda aún con amargura. Pero eso, dice, ya pasó. Cada vez más gente busca que los animales que vivan y coman de la manera más natural posible. Nada de piensos artificiales ni antibióticos. Eso sí, las chuletas o las hamburguesas de animales felices salen más caras. El cerdo o la ternera valen cerca del 30% más. Igual que los chorizos. "Pero la gente que me compra, prefiere renunciar a l hipoteca o cocheantes que no poder gastar en lo que cree que es mejor para su salud", defiende Pere. Ha acudido a la feria Alimentaria, que se celebra estos días en Barcelona, para promocionar la venta por Internet de su carne.
Lo cierto es que, según varios estudios de la consultora de consumo TNS, la mayoría de los que se apuntan a la moda de lo bio tienen estudios medios o superiores y un nivel socio-económico medio o medio-alto. Esto hace que la industria ecológica soporte mejor los vaivenes de la recesión y que en España ya se dedican 1,3 millones de hectáreas a producir alimentos ecológicos. En las tiendas y supermercados especializados se puede encontrar natillas, croquetas, té o paella al vacío con garatía ecológica. También cada vez más productos higiénicos, como champú o compresas.
"Pero aún queda mucho por hacer. Hay mucho desconocimiento", asegura Benjamín, dueño de Capell, una empresa de tomate y salsas ecológicas. Busca entre sus papeles estadísticas del Ministerio de Medio Rural para explicar que la cuota de mercado de estos alimentos es sólo del 0,7%. En países como Dinamarca es del 6% y nueve de cada diez orgánicos se venden en el súper del abrrio. No es extraño que de aquel país haya llegado a Alimentaria productos de la huerta danesa en busca de un mercado con tanto potencial como el español. Por ejemplo, los zumos orgánicos de la huerta danesa, como los de Søbogaard, distribuidos por Sole Graells y avalados por los hermanos Albert y Ferran Adrià.
"Un 10% de gente dice que no compra cosas ecológicas porque no se fía de que sea verdaderamente ecológicos. Es absurdo. Sólo hay que mirar la etiqueta", señala Benjamín. Un pequeño dibujito con un sol y las iniciales del consejo regulador de la comunidad autónoma donde se produce, son la clave.
"Hay gente que hace cosas ecológicas, pero no pide los certificados. Nosotros decidimos asumir el papeleo y los inspectores para conseguirlo. Es una forma de demostrar que haces las cosas como prometes", dice con orgullo la responsable de Eudald Massana Noya, productora de cavas y vinos ecológicos. "No creas que es fácil que te concedan este dibujito", comenta entre risas. "Vienen inspectores que eligen una botella al azar de cualquier rincón y la mandan a un laboratorio. También recorren las viñas y cogen muestras de hojas y uvas. Son controles a los que no se les puede engañar. Al que miente, lo pescan", promete.
C.Delgado - ElPais.es - M.Prieto - Vida Sana
"Es un momento bonito para nosotros. Nuestro cliente no compra por precio, sino por convicción", cuenta orgulloso Pere Bufí, dueño de Ecoviand. Lleva 14 años peleando por Ecoviand, su negocio de carnes ecológicas. "No ha sido fácil. Al principio en esta movida se interesaba sobre todo la gente vegetariana. Así que cuando acudía a una feria ecológica me gritaban asesino", recuerda aún con amargura. Pero eso, dice, ya pasó. Cada vez más gente busca que los animales que vivan y coman de la manera más natural posible. Nada de piensos artificiales ni antibióticos. Eso sí, las chuletas o las hamburguesas de animales felices salen más caras. El cerdo o la ternera valen cerca del 30% más. Igual que los chorizos. "Pero la gente que me compra, prefiere renunciar a l hipoteca o cocheantes que no poder gastar en lo que cree que es mejor para su salud", defiende Pere. Ha acudido a la feria Alimentaria, que se celebra estos días en Barcelona, para promocionar la venta por Internet de su carne.
Lo cierto es que, según varios estudios de la consultora de consumo TNS, la mayoría de los que se apuntan a la moda de lo bio tienen estudios medios o superiores y un nivel socio-económico medio o medio-alto. Esto hace que la industria ecológica soporte mejor los vaivenes de la recesión y que en España ya se dedican 1,3 millones de hectáreas a producir alimentos ecológicos. En las tiendas y supermercados especializados se puede encontrar natillas, croquetas, té o paella al vacío con garatía ecológica. También cada vez más productos higiénicos, como champú o compresas.
"Pero aún queda mucho por hacer. Hay mucho desconocimiento", asegura Benjamín, dueño de Capell, una empresa de tomate y salsas ecológicas. Busca entre sus papeles estadísticas del Ministerio de Medio Rural para explicar que la cuota de mercado de estos alimentos es sólo del 0,7%. En países como Dinamarca es del 6% y nueve de cada diez orgánicos se venden en el súper del abrrio. No es extraño que de aquel país haya llegado a Alimentaria productos de la huerta danesa en busca de un mercado con tanto potencial como el español. Por ejemplo, los zumos orgánicos de la huerta danesa, como los de Søbogaard, distribuidos por Sole Graells y avalados por los hermanos Albert y Ferran Adrià.
"Un 10% de gente dice que no compra cosas ecológicas porque no se fía de que sea verdaderamente ecológicos. Es absurdo. Sólo hay que mirar la etiqueta", señala Benjamín. Un pequeño dibujito con un sol y las iniciales del consejo regulador de la comunidad autónoma donde se produce, son la clave.
"Hay gente que hace cosas ecológicas, pero no pide los certificados. Nosotros decidimos asumir el papeleo y los inspectores para conseguirlo. Es una forma de demostrar que haces las cosas como prometes", dice con orgullo la responsable de Eudald Massana Noya, productora de cavas y vinos ecológicos. "No creas que es fácil que te concedan este dibujito", comenta entre risas. "Vienen inspectores que eligen una botella al azar de cualquier rincón y la mandan a un laboratorio. También recorren las viñas y cogen muestras de hojas y uvas. Son controles a los que no se les puede engañar. Al que miente, lo pescan", promete.
C.Delgado - ElPais.es - M.Prieto - Vida Sana
El mundo apaga las luces durante una hora contra el calentamiento climático
28 de Marzo de 2010, 02:10am ET
NUEVA YORK, 27 Mar 2010 (AFP) -
Emblemáticos rascacielos de Nueva York como el Empire State y el Cristo Redentor en Rio de Janeiro, se sumaron el sábado a los monumentos de América, Europa, Asia y Oceanía, cuyas luces fueron apagadas para marcar La Hora del Planeta contra el cambio climático.
La famosa estatua del Cristo Redentor que domina la ciudad de Rio de Janeiro desde el morro del Corcovado, y la Playa de Copacabana se sumieron en la oscuridad el sábado por la noche, al igual que los principales monumentos de las capitales de la mayoría de los estados brasileños, y que las dos cámaras del parlamento en Brasilia.
En total 72 ciudades brasileñas, varias de ellas en la Amazonia, donde la demanda de energía no cesa de aumentar, dejaron a sus monumentos en completa oscuridad.
"Desde Brasil a Estados Unidos, a Canadá, hasta Australia, Japón e India; es realmente diverso el conjunto de países que se unió a la iniciativa este año", dijo el director ejecutivo de La Hora del Planeta (Earth Hour), Andy Ridley.
Ciudades como Buenos Aires, Argentina, y Asunción, Paraguay, se sumaron al caer la noche en América del Sur.
El reconocido Obelisco bonaerense fue oscurecido al tiempo que era rodeado por centenares de velas encendidas que formaban un gran 60 en el suelo, por los "60 minutos de respiro".
En España, la catedral de la Sagrada Familia de Barcelona, la Alhambra de Granada y la Puerta de Alcalá de Madrid se sumaron al apagón global, al igual que el Museo Guggenheim de Bilbao y muchos monumentos más en defensa de una iniciativa que cuenta con el apoyo del cineasta español Pedro Almodóvar.
"El cambio climático es la mayor amenaza ambiental a la que nos enfrentamos, por lo que apoyo de todo corazón la campaña de WWF La Hora del Planeta", dice Almodóvar en un vídeo presentado por el portal de la asociación ecologista.
La parisina catedral de Notre Dame apagó sus luces durante una hora y la Torre Eiffel durante cinco minutos.
Nueva York se sumó a la jornada mundial apagando la iluminación de varios de sus rascacielos emblemáticos como el Empire State o el Chrysler, pero la mayoría de los carteles luminosos de Times Square permanecieron encendidos.
Varios de los puentes que cruzan el East River hacia Queens y Brooklyn apagaron la iluminación decorativa en gesto de solidaridad. El edificio principal de las Naciones Unidas también permaneció oscuro.
En Roma fue la Fontana de Trevi la que se sumió en la penumbra después de que el actor Ricky Tognazzi y Fulco Pratesi, presidente honorario del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), accionaran simbólicamente un gran interruptor situado frente al monumento.
Este año casi 4.000 ciudades de 125 países, contra los 88 de la edición anterior, se apuntaron a esta iniciativa organizada por el WWF, una cifra récord tan sólo unos meses después de los decepcionantes resultados de la cumbre de la ONU en Copenhague.
En China, el apagón de la Ciudad Prohibida o el Nido de Pájaro, el estadio de los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008, adquieren un cariz simbólico en un país con un crecimiento fulgurante que le ha valido el título de mayor contaminador del planeta.
En Egipto, la meseta de Giza, que alberga tres pirámides y la Esfinge, al igual que la ciudadela de El Cairo, quedaron a oscuras, dejando por un momento la ciudad de los mil minaretes con un aspecto fantasmagórico.
En Dubái, los visitantes formaron con linternas una hilera brillante a orillas del mar, mientras la capital comercial del Golfo y su torre Bourj Khalifa, la más alta del mundo, se apagaban.
Las sirenas de los transbordadores dieron la señal del apagón en Sídney, que comenzó a las 20H30 locales (09H30 GMT), mientras los edificios de oficinas y millones de casas australianas apagaban las luces.
Tres horas antes que Sídney, el pequeño archipiélago neozelandés de las Islas Chatham apagó sus generadores, dejando encendidas sólo doce zonas de alumbrado público.
Les siguió el mar de luces de neón del paseo marítimo de Hong Kong y los bloques de oficinas de Yakarta, Seúl y Tokio. Todo el planeta para concientizar a partir de las 20H30 locales sobre la lucha contra el cambio climático, en una operación que nació en Sídney en 2007.
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