Nunca pierdo la esperanza,
siempre encuentro una razón,
navego a contracorriente
en las costas del amor.
Nunca cosecho venganzas,
siempre quiero lo mejor
para los que, con su canto,
alegran mi corazón.
Olvido fácil los nombres
pero recuerdo las caras,
los abrazos y los besos,
el calor de una mirada.
El alma tengo de niño
y de niño la sonrisa,
y en la yema de los dedos
siempre guardo una caricia.
Nunca pierdo la esperanza
porque siempre espero poco:
que me quieras en tus brazos
y me mires en tus ojos.
Luis Pastor (De un tiempo de cerezas)