Este invierno tan primavera y tú, vestida de mayo.
Vámonos al frío, a donde la luz no llega
atravesando nieblas y horizontes
con carteles de "en obras" frente al cielo.
Por una vez olvidemos el idioma
en que maldicen los gendarmes
que controlan las fronteras,
el humo que escupen los banqueros
que niegan el futuro y tu hipoteca.
Vamos, pequeña,
que sobre la línea inconstante del asfalto
volaremos como gaviotas que muerden
la plata que acuchilla la mañana.
Este otoño tan abril y tú vestida de madrugada,
resistiendo las heladas y la duda
que es palpar la pared, desconcertada,
buscando interruptores que se esconden.
Es a veces el otoño una gotera
que encharca la cocina y hace frío,
y todo trae la luz blanca de escarcha
que quema los jazmines del olvido.
Vamos anda, que ya es tarde.
Quedarán en Madrid las mil guirnaldas
como cuerdas tendidas con la ropa
de los ángeles despiertos a deshora,
las medusas que sonríen tras la luz
de escaparates, todo a plazos,
oropeles de algún barco naufragado.
Queda Tántalo también buscando sitio
entre atascos sin origen ni destino.
Volveremos a vestir árboles rotos
como cada Navidad que fuimos niños.
Pero ahora vamos, mi pequeña,
se hace tarde. Tú, de mayo
y este otoño, tuyo y mío.
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