Publicado en Sistema Digital el 11 de noviembre de 2011
La aplicación continuada en Europa de
medidas que en lugar de resolver los problemas los agravan, que no crean
más actividad o empleo, como pretenden conseguir, sino que la
destruyen; o el empecinamiento en imponer políticas para facilitar el
pago de la deuda que en realidad merman los ingresos y lo hacen más
difícil, obligan ya a preguntarse si se trata de un fiasco no deseado,
una simple manifestación más de incompetencia, o si, por el contrario,
no será que estamos ante una estrategia bien pensada para imponer a la
fuerza soluciones muy drásticas que de una vez por todas eliminen
cualquier tipo de trabas al dominio del capital en Europa.
Algunos, como el premio Nobel de
Economía Joseph Stiglitz, opinan que los banqueros centrales terminan
por ser incapaces de resolver los problemas que tienen que resolver,
como ahora antes y durante la crisis, como consecuencia de su ceguera
ideológica. Afirma Stiglitz que leyendo continuamente solo aquello que
ratifica sus ideas preconcebidas y sus esquemas ideológicos no pueden
sino tomar una y otra vez medidas en el mismo sentido y que por ello es
imposible que reaccionen con flexibilidad y modifiquen sus posiciones
cuando la realidad está mostrando que lo que piensan y hacen es
completamente inefectivo para conseguir los objetivos que dicen que
quieren conseguir.
Otros, quizá en la línea de lo que
viene escribiendo otro Premio Nobel, Paul Krugman, o incluso algunos de
los economistas más ortodoxos, tenderían a creer que se trata más bien
de un problema "mecánico", la inevitable consecuencia del mal diseño "de
fábrica" del euro. Sin la necesaria articulación política que lo
respalde, sin vías de escape y sin instrumentos para hacer frente a
impactos muy asimétricos como los que la crisis viene produciendo,
además de forma continuada, sería imposible que el euro proporcionase la
imprescindible capacidad de integración y que, por tanto, que todo el
entramado termine saltando por los aires como consecuencia de la
imposibilidad de que los territorios de la periferia hagan frente a la
situación por si solos, puesto que los procesos de ajuste que sin plena
integración han de llevar a cabo les resultarán fatales y, además, solo
comportarían esfuerzos inútiles debido a su magnitud y a la contundencia
con que deberían ser aplicados.
Tengo la convicción de que ambas
explicaciones deben estar influyendo en el hecho indiscutible de que las
políticas que se vienen aplicando empeoren en lugar de resolver la
crisis en la que estamos. Irlanda era el ejemplo que la propia Comisión
ponía al resto de Europa de lo que debía hacerse para afrontar la crisis
incluso pocas semanas antes de que tuviera que ser intervenida y sus
bancos rescatados. En Grecia la situación no hace sino empeorar a medida
en que se van aplicando las recetas de las autoridades europeas y lo
organismos internacionales que actúan al unísono con "los mercados". En
España la actividad, el empleo y el bienestar de la población se
encuentran en peor situación que hace un año y posiblemente nos
encontramos ya en una nueva recaída, y quizá más importante, de la
economía que no puede ser considerada sino como consecuencia de las
políticas de falsa austeridad (puesto que solo recortan derechos
sociales y no implican más recogida de fondos) que se han aplicado en
estricta obediencia de lo deseado por los mercados. Y en Italia se está a
punto de producir una auténtica hecatombe si tenemos en cuenta que es
la octava potencia industrial del globo.
Pero no creo, sin embargo, que se
trate solamente de un asunto de incompetencia por ceguera ideológica y
ni siquiera de que, efectivamente, el euro esté muy mal diseñado,
aunque ambos factores creo que intervienen sin lugar a dudas, sino que
me parece que lo que está pasando es también la consecuencia de la
puesta en marcha de una auténtica estrategia bien pensada y articulada a
la que interesa provocar la situación de perturbación en la que estamos
para poder aplicar más fácilmente los ajustes que se pretende
consolidar como constantes en la política europea para los próximos
años.
Como han puesto de relieve diversos
documentos de trabajo u oficiales de la Unión Europea, la idea dominante
desde hace algún tiempo es que se está modificando la arquitectura
mundial y que es preciso que los capitales europeos se ajusten de otro
modo en el planeta para salir adelante, porque los mercados internos
cada vez van a resultar menos capaces de proporcionar rentabilidad y
acomodo adecuado a la escala con la que se ha de operar en los nuevos
mercados. Y particularmente se tiende a pensar que Europa debe
prepararse para ser competitiva con los países asiáticos que se cree que
van a ser el polo de referencia principal de la industria, el comercio y
las finanzas internacionales a medio y largo plazo.
Esa idea es la que está llevando a
imponer los pactos suscritos hasta ahora fundamentalmente orientados a
controlar salarios y a establecer mecanismos de estricta rigidez que
aseguren estructuras de costes competitivas a las grandes empresas
europeas dado que se reconoce que la estrategia orientada a situar a
Europa en la vanguardia de la innovación y el desarrollo tecnológico ha
sido un fiasco.
El Informe al Consejo Europeo del
Grupo de Reflexión sobre el futuro de la UE en 2030 viene a mostrar esta
posición de un modo bastante claro en torno a tres ideas fuerza
fundamentales: hay que prepararse para competir con Asia, para ello es
necesario reforzar las reformas que reduzcan costes y aseguren mucho
mayor control y vigilancia sobre la actuación de los países miembros,
especialmente en su gestión presupuestaria, y para ello es
imprescindible avanzar en una mayor coordinación o incluso en la unión
política.
El paso más importante y decisivo en
ese camino es la puesta en marcha del nuevo Mecanismo Europeo de
Estabilidad que se le ha presentado a la opinión pública como un simple
fondo cuya puesta en marcha requiere una "pequeña reforma" en el Tratado
de Lisboa (como dice textualmente la web de la Comisión: http://bit.ly/tKqAxS)
cuando en realidad trae consigo es una filosofía neoliberal reforzada,
una nueva autoridad mucho más antidemocrática y un nuevo corsé político
mucho más ajustado impuesto al conjunto de los países miembros que va a
suponer costes y desventajas para las clases trabajadoras y el bienestar
social muy grandes y proporcionales a los beneficios que va a
proporcionar a los bancos y grandes empresas europeas.
Se trata de un mecanismo que va a
obligar a los países miembros "irrevocable e incondicionalmente", de
modo que ninguno de ellos tendrá posibilidad de salirse del camino
establecido, que consolida el recurso a los mercados como la vía de
solución de los problemas financieros, cuando en realidad esa ha sido la
causa de la crisis y su principal mecanismo de agravamiento y de
contagio; y que va a acabar con los restos de soberanía sin
contrapartidas de gobierno común europeo que quedaban en Europa.
En mi opinión, lo que mejor explica la
contumacia a la hora de seguir aplicando medidas que no funcionan para
lo que se dice que van a servir es que en realidad se están creando las
condiciones de shock que justifiquen la puesta en marcha de estos nuevos
mecanismos más centralizados de control y supervisión, que no de
gobierno democrático, y que consoliden el ajuste terrible que se prepara
en un nuevo marco de recortes sociales y de privatizaciones de
servicios públicos.