Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 20 de diciembre de 2012
Este articulo critica la visión
que Paul Preston tiene del Monarca y de la Monarquía Española y su papel
y función en el Estado Español.
Paul Preston es un historiador que goza de un merecido respeto y estima entre las fuerzas democráticas que
lucharon contra la dictadura en España por sus trabajos sobre aquel
régimen que existió en España durante cuarenta años (1939-1978). Sus
libros han sido y continúan siendo puntos de referencia en la
historiografía española para miles y miles de, no sólo historiadores,
sino gente normal y corriente que ha ido descubriendo lo que ocurrió en
este país durante aquel periodo enormemente represivo. Historiador
basado en la London School of Economics, es el decano de los
historiadores anglosajones, estudiosos de la dictadura que en España se
conoce como dictadura franquista.
Una nota personal. No conozco a Paul
Preston, pero sí sus trabajos. Utilizo sus textos en mis clases a los
estudiantes de Ciencias Políticas de la Universidad Pompeu Fabra, que
encuentran su lectura absorbente pues muestra una cara de su país
ocultada o silenciada en los mayores medios de información y persuasión a
los que están expuestos en su vida cotidiana, incluso dentro de la
academia. Aplaudo pues su inmensa labor esclarecedora de la naturaleza
tan opresiva y cruel que caracterizó aquel régimen político. Cuando
volví del exilio, hace ya muchos años, una de las realidades que me
causó mayor tristeza e indignación fue ver lo poco que sabían los
estudiantes de muchas universidades españolas y catalanas (en las que
impartí docencia como profesor visitante) sobre la dictadura y su
represión. El miedo y el silencio que conllevó, explica que las
generaciones que vivieron bajo la dictadura callaran y no transmitieran a
las generaciones más jóvenes lo que habían visto.
Y esta opacidad del pasado, que Paul
Preston ha ido mostrando y denunciando, continuó durante la democracia,
una democracia muy limitada y muy vigilada como consecuencia del enorme
dominio que las fuerzas conservadoras (herederas de la nomenclatura que
controló el Estado dictatorial) todavía tienen en las instituciones
políticas, mediáticas e incluso académicas de este país. La Real
Academia de la Historia ha publicado recientemente un volumen de la
historia de España que contiene capítulos de alabanza al Dictador y al
sistema político que estableció. Este dominio explica, por cierto,
porqué muchos historiadores académicos españoles no hayan tratado aquel
periodo con la frecuencia e intensidad que deberían, pues en su
valoración para ser promocionados en la carrera universitaria, pueden
estar evaluados por catedráticos conservadores, que en muchas áreas
llegan a ser mayoría. No es por casualidad que algunos de los profesores
universitarios que han sido más críticos con aquel periodo en sus
escritos hayan sido historiadores –como Paul Preston- extranjeros.
Durante muchos años eran los únicos que tenían acceso a las fuentes de
datos que eran vetados a los españoles. Ni que decir tiene que esto ha
ido cambiando y hay excelentes historiadores españoles que han hecho una
labor extraordinaria, excelente y llena de rigurosidad. Pero muchos de
ellos lo han hecho a un coste personal elevado. Su marginación de los
centros de decisión tanto universitario como político y mediático es muy
acentuada.
Estos son los costes
de la Transición de la democracia a la dictadura, que se hizo en
términos muy favorables a las fuerzas conservadoras, que impusieron un
silencio sobre su pasado, lo cual me lleva al desacuerdo que tengo con
Paul Preston, un desacuerdo mayor pues sus lentes, críticas con aquel
régimen liderado por el General Franco, son excesivamente benevolentes
en su análisis del Monarca y el papel que el Rey jugó en tal Transición.
La transición no fue modélica
El punto de vista que
Paul Preston expresa acerca del Monarca es el que se reproduce en el
establishment político y mediático español, basado en su mayor parte en
Madrid. Es el que también ha sido promovido por las fuerzas
conservadoras del país, a la cual se han añadido voces de las fuerzas
democráticas que tuvieron un protagonismo en aquella Transición de la
dictadura a la democracia. Según tal sabiduría convencional, la
Transición -definida como modélica- fue fruto de un consenso entre los
herederos de la dictadura y las fuerzas democráticas –lideradas por las
izquierdas- que decidieron olvidarse del pasado y mirar al futuro, con
gran generosidad por parte de todos, estableciendo una Constitución que
recoge la síntesis de tal consenso, el cual permitió que se estableciera
una democracia, homologable a cualquier otra en la Europa occidental,
dotada con los derechos sociales, políticos y laborales existentes en
todo sistema democrático. Y una persona clave en esta Transición
modélica, que lideró aquel proceso (con un “comportamiento heroico”
según lo define Paul Preston), fue el Monarca que lideraba las fuerzas
herederas del franquismo. En su libro sobre el Monarca, Paul Preston, lo
define como un demócrata, camuflado en las estructuras del poder
dictatorial, que prácticamente esperaba su momento para desarrollar las
libertades democráticas. Repito que esta visión es ampliamente extendida
en el establishment español.
La idealización de la figura democrática del Rey
En esta idealización de la figura del Monarca se ignoran hechos que la contradicen, y entre ellos son.
1. El Monarca, nombrado
por el General Franco como su sucesor, tenía como base de su poder todo
el aparato del Estado heredado de la dictadura, incluyendo las Fuerzas
Armadas y el Aparato Represivo. Tenía también la capacidad de incidir
sobre la mayoría de medios de información en España, tanto públicos
(controlados por la nomenclatura del Estado dictatorial) como privados.
2. Las fuerzas
democráticas, lideradas por las izquierdas, acababan de salir de la
clandestinidad, y su poder institucional y mediático era prácticamente
nulo. El desequilibrio de fuerzas no podía ser mayor. De ahí que la
Transición se hiciera en términos muy favorables a las ultraderechas y
derechas gobernantes y muy desfavorables a las izquierdas.
3. Los primeros
borradores propuestos por el primer gobierno nombrado por el Monarca
para democratizar el sistema político, que él deseaba liderar, no tenían
nada de democrático. El hecho de que tales primeros borradores se
fueran abriendo se debió a la gran agitación social, liderada por el
movimiento obrero y sus sindicatos clandestinos que se habían infiltrado
en los sindicatos fascistas. Desde 1974 a 1978 España vio el mayor
número de huelgas y movimientos de protesta que Europa haya visto, de
manera que si bien Franco murió en la cama, la dictadura murió en la
calle. El temor de los herederos de la dictadura era que hubiera una
rebelión popular, contaminada por la Revolución de los Claveles ocurrida
en Portugal. Tal agitación fue la que forzó los cambios del Monarca,
pues su principal objetivo, por encima de cualquier otro, era mantener
la Monarquía, y temía, que por mucho Ejército que controlara, el
proyecto se le podría venir abajo si aquellas movilizaciones
continuaban.
4. Esta apertura de las
propuestas iniciales escasamente democráticas, hechas por el Rey, tuvo
sus límites, sin embargo. La Ley electoral, inicialmente aprobada por la
Asamblea del Movimiento Nacional (los remanentes del movimiento
fascista) como condición de su desaparición, estaba deliberadamente
sesgada a favor de los territorios considerados conservadores, con el
intento, según han reconocido autores de tal ley electoral, de marginar a
las izquierdas, y muy en particular al Partido Comunista.
Dicha ley, aunque modificada, no ha
variado en su sesgo, de manera que, aún cuando la suma de los votos a
los partidos de izquierda ha sido mayoría en todas las elecciones
(excepto dos) al Parlamento Español (las Cortes Españolas), las
políticas públicas (excepto en limitados periodos) no han respondido a
una voluntad de izquierdas. Aún hoy, España tiene el gasto público
social por habitante más bajo de la UE-15.
5. El Monarca y la
Monarquía han jugado un papel clave en la permanencia en el poder de los
poderes fácticos como la banca y la gran patronal, que continúan siendo
el centro del establishment conservador, el mismo establishment que ha
sido responsable del enorme retraso político, económico y social de
España. Y su intervencionismo en la vida política es mayor que la
existente en otras Monarquías, gozando de una inmunidad que no tiene
parecido en otros sistemas monárquicos democráticos.
La evidencia de cada uno de estos
puntos es abrumadora y queda sintetizada en mis libros Bienestar
Insuficiente. Democracia incompleta. Lo que no se habla en nuestro país.
2002 y el Subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias. 2006.
Se me dirá, como me lo han transmitido
personas protagonistas en aquella Transición, personas que me honran con
su amistad y a las cuales he tenido siempre gran respeto y estima
(tales como el fallecido Santiago Carrillo), que no había otra
alternativa. Parece que ello fue así (aunque tengo que admitir que cada
vez tengo más dudas, a la luz de lo que se va conociendo) pero lo que sí
considero un grave error es que se definiera la Transición como
modélica o que se considerara al Monarca como el mayor motor del cambio
democrático. Me parece que cada día se ve mejor que de modélica, aquella
Transición tuvo poco, pues ni se ha resuelto el enorme retraso social
de España ni tampoco se ha solucionado el hecho todavía no admitido por
la Monarquía y por la Constitución, de que España es un país
plurinacional. Hoy estamos viendo la gran agitación social consecuencia
de los fallos heredados de aquella Transición inmodélica, tanto en el
frente social como en el identitario.
Paul Preston no toca
estos temas, lo cual es sorprendente, pues la evaluación del pasado debe
incluir su impacto sobre el presente. Y el presente está yendo muy mal,
y ello está relacionado con cómo no se resolvió el pasado. Lo único que
dice Paul Preston es que si no hubiera Rey, habría una Presidencia de
la República que la ocuparía gente como Felipe González o José María
Aznar, figuras claramente políticas que politizarían en exceso la figura
del presidente.
Pero tal argumento ignora que si hubiera
una República querría decir que no habría Monarquía y que el
establishment enormemente conservador, que ha actuado como freno a los
cambios que este país necesita, tendría mucho menos poder. El
establecimiento de una República en España sería un enorme cambio pues
sería una rotura con el pasado dictatorial y su herencia, liberando la
enorme energía, todavía por desarrollar, que significaría una nueva
cultura democrática, que inevitablemente ocurriría con el
establecimiento de una República. La extraordinaria limitación del
sistema democrático español que ofrece escasísimas oportunidades a la
ciudadanía para participar en la gobernanza de su país (resultado del
dominio conservador en las instituciones españolas) se ampliaría en un
sistema republicano, tal como ha ocurrido en otros periodos anteriores
de nuestra historia, como fue la II República. En cuanto a la supuesta
excesiva politización de la figura del presidente del país, tengo
confianza en la ciudadanía española, pues el voto puede solucionar los
problemas que el mismo voto crea, lo cual no ocurre con la monarquía.