El cambio climático se debe a la emisión de gases de efecto invernadero por el uso de combustibles fósiles.
Más allá de la teoría, repetida hasta la saciedad por expertos y políticos, el fenómeno conlleva una serie de consecuencias irreversibles en la vida cotidiana, desde la escasez de agua y de alimento hasta otras menos conocidas como el incremento de las facturas de suministro de agua, luz y electricidad, la subida de las primas de seguros, o el aumento de las enfermedades tropicales.
A pesar de las teorías escépticas, alentadas por personajes como el presidente checo Vaclav Klaus, prestigiosos expertos mundiales del clima como Brian Fagan, profesor emérito de la Universidad de California (EEUU), hablan de un "largo verano". En los últimos 420.000 años se han sucedido cuatro eras glaciares, de 100.000 años de duración cada una, con interludios cálidos entre una y otra. Desde hace 15.000 años vivimos el último de estos interludios, en el que ha surgido una novedad: el calentamiento global antropogénico, es decir, producido por la actividad humana.
Algunos de los efectos del fenómeno son ya visibles, pero en general se trata de un problema a largo plazo. Por eso muchos países son reticentes a comprometerse y adoptar medidas para reducir sus emisiones de dióxido de carbono en la atmósfera. Y es que, aunque éstas se estabilizaran, la temperatura aún tardaría unos cuantos siglos en hacerlo. A Fagan le gusta decir que el calentamiento del planeta "es como una enfermedad crónica: no se puede curar, pero debemos aprender a vivir con ella".
Los efectos sobre los ciudadanos son tanto directos como indirectos Para Miquel Àngel Rodríguez, investigador del Laboratorio del Clima del Parque Científico de Barcelona, el problema del cambio climático se ha enfocado habitualmente desde el análisis de un efecto sectorial concreto. Por ejemplo, "hay gente que, para ganarse la vida, realiza actividades que dependen de los factores ambientales, como un agricultor, que vive del agua, o un hotelero, cuyo negocio depende del buen tiempo".
Hay, además, un efecto indirecto sobre el ciudadano que ejerce una actividad que, en principio, no parece ligada a factores ambientales. "Si la actividad económica del agricultor deja de ser rentable", prosigue Rodríguez, "dejará de producir, y el ciudadano se encontrará con productos que vienen de fuera, lo cual acabará repercutiendo en su bolsillo".
El cambio climático, en definitiva, puede afectar, ya sea directa o indirectamente, al tipo de vida de cualquier ciudadano. Éstas son algunas de las 10 principales consecuencias del calentamiento.
Las diez razones para tenerlo en cuenta
1. Clima
Huracanes, incendios, sequías, tormentas, olas de calor... La década pasada fue la más cálida de los últimos 1.300 años. En 2003, una ola de calor costó la vida a más de 30.000 personas en Europa. Y la temperatura irá ascendiendo, hasta en seis grados a finales de siglo. Según informes de la ONU, el aumento del nivel del mar, sobre todo cuando se derritan los polos, provocará fuertes trombas de agua, afectando a dos millones y medio de personas al año para el 2080.
Hace unos meses, un estudio publicado en Nature probaba que los ciclones son más feroces ahora que hace 25 años. Cuando el agua se caliente un solo grado más, los huracanes de mayor nivel crecerán un 31%. “El gran cambio en la vida cotidiana de los ciudadanos será que tendrán que integrar las informaciones climáticas de su región y gestionar sus decisiones en función de éstas, a corto y medio plazo”, explica Rodríguez.
2. Consumo
La tendencia climática actual, según cuenta Rodríguez, comportará problemas con el suministro de agua y electricidad. “El ciudadano se verá sometido a riesgos que antes no tenía: no podrá prever cuándo se producirá la próxima sequía u ola de calor que provoque un pico de consumo energético y, por tanto, una caída del sistema eléctrico”, explica.
La producción hidroeléctrica en los países mediterráneos disminuirá, al menos, un 25% en los próximos años, pero nuestra demanda será cada vez mayor. Las compañías tendrán que abonar impuestos por las emisiones provocadas por el petróleo, que será más caro.
Como consecuencia, el ciudadano pagará más por las facturas de suministro de agua, gas y electricidad. Y tendrá que plantearse de forma responsable cómo mejorar el consumo dentro de casa para disminuir la contribución a la emisión de gases de efecto invernadero.
3. Economía
Los costes socioeconómicos ocasionados por las inclemencias meteorológicas y las variaciones del clima se han cuadruplicado en los últimos 40 años, según un estudio del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). A los efectos derivados de la pérdida de vidas humanas se sumarán los efectos sobre la economía, sobre todo en los países pobres. A escala global, se calcula que las pérdidas económicas asociadas a desastres naturales han pasado de 131.000 millones de dólares en la década 1970-1980 a 629.000 millones de dólares en los años noventa.
Como consecuencia, se augura una corrección al alza de las primas de seguros o bien que algunos riesgos pasen a considerarse de nuevo como no asegurables, comportando el retiro de la cobertura. En la actualidad, las compañías de seguros sólo pagan un 5% de las pérdidas económicas en Asia y América del Sur y del 10% en África.
4. Alimentos
El investigador del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona Francesc Piferrer publicó este verano un estudio que afirmaba que la temperatura a la que están sometidos los peces durante su desarrollo temprano es lo que determina si será macho o hembra. Carlos Duarte apuesta por la acuicultura cuando llegue el momento en el que no podamos vivir del mar.
Pero la producción de carne también puede peligrar. El biólogo recuerda cuántos litros de agua se necesitan para producir un filete: “¡7.000 litros, una piscina entera!”. Algo totalmente insostenible teniendo en cuenta la escasez de agua.
El vegetarianismo no será una cuestión ideológica, sino una necesidad. Miquel Àngel Rodríguez piensa que en el llamado primer mundo no habrá problemas de abastecimiento de alimentos, porque los traeremos de fuera, aunque a un precio elevado.
5. Especies
Los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC) ofrecen cifras desalentadoras: entre el 20% y el 30% de las especies animales y vegetales del planeta se extinguirá irremediablemente si el calentamiento prosigue al ritmo actual. Si están en lo cierto, dentro de 50 años se habrán perdido alrededor de 1,5 millones de especies. Hay cifras aún más pesimistas. El abogado especializado en temas de medio ambiente Sergio Bulat afirma en su libro Planeta frito (Ediciones Urano) que se perderá un 60% de especies en determinadas áreas montañosas para el año 2080.
Hay casos conocidos de especies amenazadas, como el de los pandas o los elefantes, pero también lo están muchos microorganismos que no vemos pero que proporcionan servicios como la limpieza del aire o del agua, un servicio que tendrán que compensarse con trabajo humano y mucho dinero.
6. Agua
“El futuro de la población humana está vinculado la disponibilidad del agua, y cada vez lo estará más”. Lo dice el biólogo galardonado con el Premio Nacional de Investigación Carlos Duarte, que el año pasado participó en la primera expedición española al Ártico. En septiembre pasado se perdió el equivalente al hielo ártico que se ha fundido en los últimos 15 años.
No hace falta ir tan lejos. Una investigación de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología señala que los glaciares de los Pirineos, los únicos activos de todo el país, desaparecerán antes de 2050 debido al aumento progresivo de la temperatura, un total de 0,9 grados desde 1890 hasta ahora. La consecuencia del deshielo de los glaciares de montaña, que son una de las principales reservas de agua dulce, es que más de mil millones de personas padecerán restricciones en todo el mundo; no sólo en África o Asia, sino también en los países mediterráneos.
7. Demografía
Según un estudio del Georgia Institute of Technology y de la Universidad de Hong Kong, existe una conexión entre los cambios en la temperatura y las guerras porque esos cambios afectarán a la disponibilidad del agua, la extensión de los cultivos y la fertilidad de los terrenos. Los más perjudicados serán, como es habitual, los países más subdesarrollados, que no tienen medios para adaptarse a esta nueva realidad.
La situación, sin embargo, afectará también a los desarrollados. “Llegarán refugiados, no sólo económicos y ambientales, sino también por distintos conflictos bélicos”, afirma Miquel Àngel Rodríguez. La presión demográfica será brutal y agravará la brecha entre ricos y pobres. “Otra de las consecuencias”, prosigue el investigador del Laboratori de Recerca del Clima, “es que el mundo será más inestable desde el punto de vista político”.
8. Transporte
El Gobierno español está intentando reducir los mayores focos de emisión de CO2, que se encuentran en el sector energético y en el de los transportes. El primero de ellos ya ha entrado en el mercado de derechos de emisión: cada empresa paga su trozo de tarta en función de lo que consuma.
En el caso del transporte, una de las soluciones es reducir el privado mediante el carsharing (“coche compartido”), un sistema de movilidad basado en una flota de coches compartida por muchos ciudadanos. La consejera de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, María Jesús Ruiz, presentó recientemente cifras reveladoras. “Los vehículos privados cuentan con un ratio de ocupación de 1,2 personas por coche. Si aumentase un 10%”, hasta las 1,32 personas, en una ciudad de 250.000 habitantes, “se reduciría el número de vehículos en 16.250, las emisiones de CO2 en 21 toneladas y el espacio ocupado en 50.000 metros cuadrados”.
9. Turismo
La vida cotidiana de los que se dedican al sector turístico y de ocio puede verse afectada de forma indirecta por el cambio climático. Los expertos reconocen que la mayor parte de la actividad turística en España, por ejemplo, depende de si hace o no buen tiempo en verano. Si el tiempo en Europa se vuelve mucho más benigno por el aumento de las temperaturas, será más complicado que la gente venga a España.
Por otra parte, “si en el futuro hay menor disponibilidad de agua”, explica Miquel Àngel Rodríguez, “el factor que antes se sacrificará será el ocio, y el último, el uso doméstico”. Llegará un momento en el que la escasez de agua será muy elevada, pero la demanda lo será también. Y entonces será el ocio el que se verá alterado: balnearios, lugares públicos con grandes fuentes, parques acuáticos y de ocio... “Este efecto se notará en los precios, que subirán, y en la calidad de vida de las personas”, añade.
10. Infecciones
Trastornos respiratorios y digestivos, alergias, enfermedades tropicales... Expertos como el doctor Rogelio López Vélez, responsable de la Unidad Médica Tropical y Parasitología Clínica del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, alertan de que la salud humana es extremadamente sensible al clima, sobre todo en el caso de enfermedades de las que son portadores los mosquitos: chikungunya, dengue, malaria o cólera, entre las más conocidas.
Miquel Àngel Rodríguez, del Laboratorio del Clima del Parque Científico de Barcelona, advierte de que estas enfermedades exóticas no son debidas al cambio climático en Europa, aunque sí en África. “Las enfermedades tropicales emergentes hoy en día están relacionadas con el tráfico mundial de viajeros y de mercancías. En el futuro, cuando el cambio climático sea mucho más marcado, sí puede ser que proliferen ciertos organismos”, dice.
Más allá de la teoría, repetida hasta la saciedad por expertos y políticos, el fenómeno conlleva una serie de consecuencias irreversibles en la vida cotidiana, desde la escasez de agua y de alimento hasta otras menos conocidas como el incremento de las facturas de suministro de agua, luz y electricidad, la subida de las primas de seguros, o el aumento de las enfermedades tropicales.
A pesar de las teorías escépticas, alentadas por personajes como el presidente checo Vaclav Klaus, prestigiosos expertos mundiales del clima como Brian Fagan, profesor emérito de la Universidad de California (EEUU), hablan de un "largo verano". En los últimos 420.000 años se han sucedido cuatro eras glaciares, de 100.000 años de duración cada una, con interludios cálidos entre una y otra. Desde hace 15.000 años vivimos el último de estos interludios, en el que ha surgido una novedad: el calentamiento global antropogénico, es decir, producido por la actividad humana.
Algunos de los efectos del fenómeno son ya visibles, pero en general se trata de un problema a largo plazo. Por eso muchos países son reticentes a comprometerse y adoptar medidas para reducir sus emisiones de dióxido de carbono en la atmósfera. Y es que, aunque éstas se estabilizaran, la temperatura aún tardaría unos cuantos siglos en hacerlo. A Fagan le gusta decir que el calentamiento del planeta "es como una enfermedad crónica: no se puede curar, pero debemos aprender a vivir con ella".
Los efectos sobre los ciudadanos son tanto directos como indirectos Para Miquel Àngel Rodríguez, investigador del Laboratorio del Clima del Parque Científico de Barcelona, el problema del cambio climático se ha enfocado habitualmente desde el análisis de un efecto sectorial concreto. Por ejemplo, "hay gente que, para ganarse la vida, realiza actividades que dependen de los factores ambientales, como un agricultor, que vive del agua, o un hotelero, cuyo negocio depende del buen tiempo".
Hay, además, un efecto indirecto sobre el ciudadano que ejerce una actividad que, en principio, no parece ligada a factores ambientales. "Si la actividad económica del agricultor deja de ser rentable", prosigue Rodríguez, "dejará de producir, y el ciudadano se encontrará con productos que vienen de fuera, lo cual acabará repercutiendo en su bolsillo".
El cambio climático, en definitiva, puede afectar, ya sea directa o indirectamente, al tipo de vida de cualquier ciudadano. Éstas son algunas de las 10 principales consecuencias del calentamiento.
Las diez razones para tenerlo en cuenta
1. Clima
Huracanes, incendios, sequías, tormentas, olas de calor... La década pasada fue la más cálida de los últimos 1.300 años. En 2003, una ola de calor costó la vida a más de 30.000 personas en Europa. Y la temperatura irá ascendiendo, hasta en seis grados a finales de siglo. Según informes de la ONU, el aumento del nivel del mar, sobre todo cuando se derritan los polos, provocará fuertes trombas de agua, afectando a dos millones y medio de personas al año para el 2080.
Hace unos meses, un estudio publicado en Nature probaba que los ciclones son más feroces ahora que hace 25 años. Cuando el agua se caliente un solo grado más, los huracanes de mayor nivel crecerán un 31%. “El gran cambio en la vida cotidiana de los ciudadanos será que tendrán que integrar las informaciones climáticas de su región y gestionar sus decisiones en función de éstas, a corto y medio plazo”, explica Rodríguez.
2. Consumo
La tendencia climática actual, según cuenta Rodríguez, comportará problemas con el suministro de agua y electricidad. “El ciudadano se verá sometido a riesgos que antes no tenía: no podrá prever cuándo se producirá la próxima sequía u ola de calor que provoque un pico de consumo energético y, por tanto, una caída del sistema eléctrico”, explica.
La producción hidroeléctrica en los países mediterráneos disminuirá, al menos, un 25% en los próximos años, pero nuestra demanda será cada vez mayor. Las compañías tendrán que abonar impuestos por las emisiones provocadas por el petróleo, que será más caro.
Como consecuencia, el ciudadano pagará más por las facturas de suministro de agua, gas y electricidad. Y tendrá que plantearse de forma responsable cómo mejorar el consumo dentro de casa para disminuir la contribución a la emisión de gases de efecto invernadero.
3. Economía
Los costes socioeconómicos ocasionados por las inclemencias meteorológicas y las variaciones del clima se han cuadruplicado en los últimos 40 años, según un estudio del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). A los efectos derivados de la pérdida de vidas humanas se sumarán los efectos sobre la economía, sobre todo en los países pobres. A escala global, se calcula que las pérdidas económicas asociadas a desastres naturales han pasado de 131.000 millones de dólares en la década 1970-1980 a 629.000 millones de dólares en los años noventa.
Como consecuencia, se augura una corrección al alza de las primas de seguros o bien que algunos riesgos pasen a considerarse de nuevo como no asegurables, comportando el retiro de la cobertura. En la actualidad, las compañías de seguros sólo pagan un 5% de las pérdidas económicas en Asia y América del Sur y del 10% en África.
4. Alimentos
El investigador del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona Francesc Piferrer publicó este verano un estudio que afirmaba que la temperatura a la que están sometidos los peces durante su desarrollo temprano es lo que determina si será macho o hembra. Carlos Duarte apuesta por la acuicultura cuando llegue el momento en el que no podamos vivir del mar.
Pero la producción de carne también puede peligrar. El biólogo recuerda cuántos litros de agua se necesitan para producir un filete: “¡7.000 litros, una piscina entera!”. Algo totalmente insostenible teniendo en cuenta la escasez de agua.
El vegetarianismo no será una cuestión ideológica, sino una necesidad. Miquel Àngel Rodríguez piensa que en el llamado primer mundo no habrá problemas de abastecimiento de alimentos, porque los traeremos de fuera, aunque a un precio elevado.
5. Especies
Los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC) ofrecen cifras desalentadoras: entre el 20% y el 30% de las especies animales y vegetales del planeta se extinguirá irremediablemente si el calentamiento prosigue al ritmo actual. Si están en lo cierto, dentro de 50 años se habrán perdido alrededor de 1,5 millones de especies. Hay cifras aún más pesimistas. El abogado especializado en temas de medio ambiente Sergio Bulat afirma en su libro Planeta frito (Ediciones Urano) que se perderá un 60% de especies en determinadas áreas montañosas para el año 2080.
Hay casos conocidos de especies amenazadas, como el de los pandas o los elefantes, pero también lo están muchos microorganismos que no vemos pero que proporcionan servicios como la limpieza del aire o del agua, un servicio que tendrán que compensarse con trabajo humano y mucho dinero.
6. Agua
“El futuro de la población humana está vinculado la disponibilidad del agua, y cada vez lo estará más”. Lo dice el biólogo galardonado con el Premio Nacional de Investigación Carlos Duarte, que el año pasado participó en la primera expedición española al Ártico. En septiembre pasado se perdió el equivalente al hielo ártico que se ha fundido en los últimos 15 años.
No hace falta ir tan lejos. Una investigación de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología señala que los glaciares de los Pirineos, los únicos activos de todo el país, desaparecerán antes de 2050 debido al aumento progresivo de la temperatura, un total de 0,9 grados desde 1890 hasta ahora. La consecuencia del deshielo de los glaciares de montaña, que son una de las principales reservas de agua dulce, es que más de mil millones de personas padecerán restricciones en todo el mundo; no sólo en África o Asia, sino también en los países mediterráneos.
7. Demografía
Según un estudio del Georgia Institute of Technology y de la Universidad de Hong Kong, existe una conexión entre los cambios en la temperatura y las guerras porque esos cambios afectarán a la disponibilidad del agua, la extensión de los cultivos y la fertilidad de los terrenos. Los más perjudicados serán, como es habitual, los países más subdesarrollados, que no tienen medios para adaptarse a esta nueva realidad.
La situación, sin embargo, afectará también a los desarrollados. “Llegarán refugiados, no sólo económicos y ambientales, sino también por distintos conflictos bélicos”, afirma Miquel Àngel Rodríguez. La presión demográfica será brutal y agravará la brecha entre ricos y pobres. “Otra de las consecuencias”, prosigue el investigador del Laboratori de Recerca del Clima, “es que el mundo será más inestable desde el punto de vista político”.
8. Transporte
El Gobierno español está intentando reducir los mayores focos de emisión de CO2, que se encuentran en el sector energético y en el de los transportes. El primero de ellos ya ha entrado en el mercado de derechos de emisión: cada empresa paga su trozo de tarta en función de lo que consuma.
En el caso del transporte, una de las soluciones es reducir el privado mediante el carsharing (“coche compartido”), un sistema de movilidad basado en una flota de coches compartida por muchos ciudadanos. La consejera de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, María Jesús Ruiz, presentó recientemente cifras reveladoras. “Los vehículos privados cuentan con un ratio de ocupación de 1,2 personas por coche. Si aumentase un 10%”, hasta las 1,32 personas, en una ciudad de 250.000 habitantes, “se reduciría el número de vehículos en 16.250, las emisiones de CO2 en 21 toneladas y el espacio ocupado en 50.000 metros cuadrados”.
9. Turismo
La vida cotidiana de los que se dedican al sector turístico y de ocio puede verse afectada de forma indirecta por el cambio climático. Los expertos reconocen que la mayor parte de la actividad turística en España, por ejemplo, depende de si hace o no buen tiempo en verano. Si el tiempo en Europa se vuelve mucho más benigno por el aumento de las temperaturas, será más complicado que la gente venga a España.
Por otra parte, “si en el futuro hay menor disponibilidad de agua”, explica Miquel Àngel Rodríguez, “el factor que antes se sacrificará será el ocio, y el último, el uso doméstico”. Llegará un momento en el que la escasez de agua será muy elevada, pero la demanda lo será también. Y entonces será el ocio el que se verá alterado: balnearios, lugares públicos con grandes fuentes, parques acuáticos y de ocio... “Este efecto se notará en los precios, que subirán, y en la calidad de vida de las personas”, añade.
10. Infecciones
Trastornos respiratorios y digestivos, alergias, enfermedades tropicales... Expertos como el doctor Rogelio López Vélez, responsable de la Unidad Médica Tropical y Parasitología Clínica del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, alertan de que la salud humana es extremadamente sensible al clima, sobre todo en el caso de enfermedades de las que son portadores los mosquitos: chikungunya, dengue, malaria o cólera, entre las más conocidas.
Miquel Àngel Rodríguez, del Laboratorio del Clima del Parque Científico de Barcelona, advierte de que estas enfermedades exóticas no son debidas al cambio climático en Europa, aunque sí en África. “Las enfermedades tropicales emergentes hoy en día están relacionadas con el tráfico mundial de viajeros y de mercancías. En el futuro, cuando el cambio climático sea mucho más marcado, sí puede ser que proliferen ciertos organismos”, dice.