Haití es un país que se rige por la ley de Muphy, está claro. Como dijo Maruja Torres ayer en su columna: «Una nueva cabronada de la Naturaleza ha dejado un país devastado y una comunidad internacional que se vuelca para enviarle ayuda». Y es que la infalible ley de Murphy por la que todo puede ir a peor es la máxima que gobierna el destino de esta pobre tierra.
De los diez millones de almas que sobreviven en ese territorio, el 85% lo hacen con 600 dólares al año y, de ellos, la mitad lo hacen con menos de un dólar al día. De esto hemos de deducir que el 15% restante son los que se libran de la miseria y unos pocos elegidos son los que perpetúan desde su asquerosa riqueza la lacra que se ceba en este país que ocupa el puesto 150 entre los 177 países en lo que respecta al índice de desarrollo humano. Esto significa que ese infierno mezcla la convivencia a diario de las ratas con los seres humanos; de los niños con la hambruna; de la deforestación con el chabolismo; de la enfermedad con la carencia de recursos; de la mala suerte con los buitres del imperialismo y de una naturaleza cruel con una falta total de recursos que la prevengan.
Fueron inicialmente 'ejemplares' en América desde que en 1804 las milicias esclavas se alzaron con la victoria contra la dominación francesa, pero gracias a la ley de Murphy, esa victoria aparente del pueblo se ha convertido en una sucesión de despropósitos gubernamentales que han resuelto sus diferencias a machetazos, con ocupaciones y ejercicios del colonialismo por parte de Francia y Estados Unidos, y posteriormente por una lista interminable de dictadores.
Ahora, como dice Torres, «la comunidad internacional se vuelca para enviar ayuda». Los Estados Unidos de Obama acaban diciéndoles: recibiréis una de las mayores operaciones de ayuda en la historia del país. (69 millones de dólares). El presidente de EE. UU. se dirige así al pueblo haitiano: «No seréis olvidados ni abandonados».
Esto me recuerda a cuando ficharon a Ronaldo para el real Madrid. La operación costó 93 millones de euros, casi el doble de lo que el pueblo norteamericano va a enviar «solidariamente» a un país del que ha exprimido sus entrañas. Vale más un fichaje de fútbol que la ayuda a nuestros semejantes.
De los diez millones de almas que sobreviven en ese territorio, el 85% lo hacen con 600 dólares al año y, de ellos, la mitad lo hacen con menos de un dólar al día. De esto hemos de deducir que el 15% restante son los que se libran de la miseria y unos pocos elegidos son los que perpetúan desde su asquerosa riqueza la lacra que se ceba en este país que ocupa el puesto 150 entre los 177 países en lo que respecta al índice de desarrollo humano. Esto significa que ese infierno mezcla la convivencia a diario de las ratas con los seres humanos; de los niños con la hambruna; de la deforestación con el chabolismo; de la enfermedad con la carencia de recursos; de la mala suerte con los buitres del imperialismo y de una naturaleza cruel con una falta total de recursos que la prevengan.
Fueron inicialmente 'ejemplares' en América desde que en 1804 las milicias esclavas se alzaron con la victoria contra la dominación francesa, pero gracias a la ley de Murphy, esa victoria aparente del pueblo se ha convertido en una sucesión de despropósitos gubernamentales que han resuelto sus diferencias a machetazos, con ocupaciones y ejercicios del colonialismo por parte de Francia y Estados Unidos, y posteriormente por una lista interminable de dictadores.
Ahora, como dice Torres, «la comunidad internacional se vuelca para enviar ayuda». Los Estados Unidos de Obama acaban diciéndoles: recibiréis una de las mayores operaciones de ayuda en la historia del país. (69 millones de dólares). El presidente de EE. UU. se dirige así al pueblo haitiano: «No seréis olvidados ni abandonados».
Esto me recuerda a cuando ficharon a Ronaldo para el real Madrid. La operación costó 93 millones de euros, casi el doble de lo que el pueblo norteamericano va a enviar «solidariamente» a un país del que ha exprimido sus entrañas. Vale más un fichaje de fútbol que la ayuda a nuestros semejantes.
Jesús Cifuentes - el norte de castilla-