Parece que esta semana viene repleta de mensajes crípticos que deben sin duda esconder alguna realidad oculta para el común de los mortales. Una sucesión de acontecimientos aparentemente inconexos, pero que pueden ser la clave indescifrable de una nueva era dominada por la oscuridad. ¿Se estará acercando de nuevo el día de la bestia?
Empezando por Valladolid, hemos asistido perplejos al alumbramiento en un pueblo de nuestra propia provincia de una cabra con cinco patas. La cabritilla apareció en este diario fotografiada y feliz con esa quinta extremidad que en un principio me recordó la copla que cantaban los Candeal: «Allá va la despedida la que echó el gato a la gata, que al subir las escaleras le metió la quinta pata...». Esta quinta pata, tan deseada por algunos hombres hombrunos, sin embargo puede tener relación con el engendro maligno que según nuestra actual Iglesia católica, regida por planteamientos anteriores al siglo XII, convierte la actual legislación de este país en un anatema a cuenta de la ley del aborto, que de nuevo la Curia, más subvencionada que nunca, pretende atacar con una nueva campaña en la que tiran de la imagen del protegido lince ibérico para hacer una comparación por la cual la vida humana, según ellos (también son unos linces), tiene menos protección que la de algunos animales en peligro de extinción.
Por el contrario, el sábado pasado, un argentino que paseaba con su bebé por el distrito de Sant Andreu en Barcelona, vio caer del cielo un zapato lo que le llevó a mirar hacia arriba, momento en el que tras el zapato caía un niño de menos de dos años, al que salvó la vida agarrándolo con sus brazos. Ciertamente ahí tenéis un milagro, señores obispos. Quizá la imagen de la campaña eclesial contra la ley del aborto debería ser este héroe, Andrés Mario se llama, que salvó al pequeño Adriel, de origen brasileño, habitante también de Barcelona.
Está claro que los milagros de la vida se producen a diario de forma anónima y sin intereses ocultos, y que la naturaleza bondadosa y solidaria de buena parte de la sociedad nos hace más grandes y nos lleva a poder hacer de nuestra historia cosas extraordinarias a pesar de tanta mezquindad.
Empezando por Valladolid, hemos asistido perplejos al alumbramiento en un pueblo de nuestra propia provincia de una cabra con cinco patas. La cabritilla apareció en este diario fotografiada y feliz con esa quinta extremidad que en un principio me recordó la copla que cantaban los Candeal: «Allá va la despedida la que echó el gato a la gata, que al subir las escaleras le metió la quinta pata...». Esta quinta pata, tan deseada por algunos hombres hombrunos, sin embargo puede tener relación con el engendro maligno que según nuestra actual Iglesia católica, regida por planteamientos anteriores al siglo XII, convierte la actual legislación de este país en un anatema a cuenta de la ley del aborto, que de nuevo la Curia, más subvencionada que nunca, pretende atacar con una nueva campaña en la que tiran de la imagen del protegido lince ibérico para hacer una comparación por la cual la vida humana, según ellos (también son unos linces), tiene menos protección que la de algunos animales en peligro de extinción.
Por el contrario, el sábado pasado, un argentino que paseaba con su bebé por el distrito de Sant Andreu en Barcelona, vio caer del cielo un zapato lo que le llevó a mirar hacia arriba, momento en el que tras el zapato caía un niño de menos de dos años, al que salvó la vida agarrándolo con sus brazos. Ciertamente ahí tenéis un milagro, señores obispos. Quizá la imagen de la campaña eclesial contra la ley del aborto debería ser este héroe, Andrés Mario se llama, que salvó al pequeño Adriel, de origen brasileño, habitante también de Barcelona.
Está claro que los milagros de la vida se producen a diario de forma anónima y sin intereses ocultos, y que la naturaleza bondadosa y solidaria de buena parte de la sociedad nos hace más grandes y nos lleva a poder hacer de nuestra historia cosas extraordinarias a pesar de tanta mezquindad.
Publicado por Jesús Cifuentes en el Norte de Castilla