En estos días agostís, de laxitud sesteante e inamovible por un calor aceitoso, no dejan de suceder cosas que, encubiertas por las vacaciones, no dejan de ser preocupantes, aunque casi todo el mundo mire hacia otro lado. Ésa es la filosofía de agosto: hacer como que no sucede nada mucho más allá que la realidad del chiringuito y de la playa, el pueblo, o el lugar que se haya elegido para el desparramo del cinturón que nos ha estado apretando todo el curso. Pero hay situaciones y siglas que ni en verano bajan la guardia. Es más, suben el volumen de su vigilancia dado el incremento de fiestas, conciertos y eventos culturales de todo pelaje. Y éste es el momento de la SGAE. Éste es el momento en el que ellos hacen su agosto, con la guadaña recaudatoria en ristre. Pero, cual 'irreductible aldea gala', se han encontrado con la resistencia de un pueblo. Les estoy hablando del pueblo cordobés de Fuente Obejuna, inmortalizado por la obra escrita por Lope de Vega en 1610, en el que todos los vecinos se rebelaron contra la tiranía del comendador que pretendía ejercer el derecho de pernada sobre Laurencia, acabando con la vida de éste. Célebre frase que ha pasado a la historia de ese subconsciente colectivo en el que se reivindica justicia:
«-¿Quién mató al comendador?
/-Fuente Ovejuna, señor. /
-¿Y quién es Fuente Ovejuna?
/-Todos a una.».
Pues eso. No ha podido encontrarse mayor paralelismo en la vida real que la que está sucediendo en nuestros días, en el que el comendador está encarnado en la figura de la SGAE, una gestoría privada que se ha hecho con la gestión de los derechos de autor de todo el conjunto de los creadores de este país, y que de forma no siempre edificante, se ha convertido a la vez en collar difícil de poner al gato.
Está claro que los creadores necesitan de una protección y defensa de sus intereses, pero que sea una mano privada la que se esté enriqueciendo por la gestión de lo ajeno es algo que en pleno siglo XXI queda lejos de toda fundamentación lógica.
Sería positivo de una buena vez que por parte de la Administración se convocara una mesa de diálogo que reuniese a todas las partes implicadas para estructurar de una manera sostenible, justa y razonable los nuevos derroteros que este gran vacío legal debe afrontar para un futuro, cada vez más envuelto en la era digital.
Pues eso. No ha podido encontrarse mayor paralelismo en la vida real que la que está sucediendo en nuestros días, en el que el comendador está encarnado en la figura de la SGAE, una gestoría privada que se ha hecho con la gestión de los derechos de autor de todo el conjunto de los creadores de este país, y que de forma no siempre edificante, se ha convertido a la vez en collar difícil de poner al gato.
Está claro que los creadores necesitan de una protección y defensa de sus intereses, pero que sea una mano privada la que se esté enriqueciendo por la gestión de lo ajeno es algo que en pleno siglo XXI queda lejos de toda fundamentación lógica.
Sería positivo de una buena vez que por parte de la Administración se convocara una mesa de diálogo que reuniese a todas las partes implicadas para estructurar de una manera sostenible, justa y razonable los nuevos derroteros que este gran vacío legal debe afrontar para un futuro, cada vez más envuelto en la era digital.
Todos a una.
Jesús Cifuentes - el norte de castilla-