miércoles, 3 de noviembre de 2010

MILLAN SANTOS (CIFU)

Por estos días ha empezado un ciclo de conferencias en torno a la figura del que fue entre otras muchas cosas párroco de la iglesia de Santo Toribio, en la calle Hornija de nuestro querido barrio de las Delicias, que se van a desarrollar en el salón de grados de la facultad de derecho todos los martes de Noviembre a las 19.30 de la tarde. Animo desde aquí a la gente a acudir a escuchar las distintas reflexiones y experiencias que se expondrán por parte de personas que tuvieron el privilegio de beneficiarse de su presencia, que nos abandonó dolorosamente a principios del milenio, tras un duro final en la existencia provocado por graves problemas de salud (era diabético) que fueron degenerando con la edad.
De sus últimos días tengo el recuerdo de acompañarlo en su casa por las noches, pues todos los amigos que participamos de aquellos tiempos convulsos y efervescentes fuimos compañeros cómplices como lo fueron los “discípulos”, dado que además el obispado de entonces comandado por el reaccionario incombustible José Delicado Baeza, quiso en sus últimos días recluirlo a algún moridero de esos a los que vayan los curas jubilados, dado que siempre fue un personaje “molesto” para la Iglesia oficial, y ese era el momento de su venganza. Dios y ayuda costó poderlo mantener en un piso de la carretera de Madrid con la economía solidaria de esa comunidad que no iba a permitir sacar al protagonista social de su habitat natural: el barrio.
Un barrio que le tubo ejerciendo de cura desde 1968 a 1997, pero viendo con asombro en ese complicado momento, cómo el “cura” daba cobijo a las primeras asambleas de los sindicatos, cómo hacía de altavoz para las demandas vecinales, cómo arriesgaba el pellejo por defender la verdad de la justicia sin temer a los pistoleros que le querían acabar la vida, cómo estuvo ejerciendo la lucha contra la pobreza y la miseria desde las trincheras, cómo se empapó en la pasión por la educación de adultos y el movimiento liberalizador que venía de la mano de Pablo Freire, cómo conocía por su nombre a cada oveja de su rebaño, especialmente el de los “descarriados”, cómo daba tregua a la gente joven desde el grupo de tiempo libre “Nueva Unión” y el C.D. “Sto Toribio”, el equipo de fútbol…….
Probablemente ni un montón de gente que conozco, mis mejores amigos, ni yo mismo, seríamos las personas que somos si no nos hubiéramos cruzado con este personaje. Cierro los ojos y le veo en alguna reunión de la parroquia, de las muchas que se hacían de Comunidades Populares o de cualquier otra cosa, ya en la complicidad de los momentos de energía sublime que se fraguaba tras la reflexión por la justicia, por el equilibrio, por la educación, por la vida……….El fumaba con fruición sus cigarrillos rubios con parsimonia. Sujetaba el cigarro de un modo especial, y con su humo, todos éramos comunidad.

Jesús H. Cifuentes