Siempre me ha causado cierto estupor el tema de las predicciones, por eso he preferido dejar ese asunto a grandes próceres del tema como son Mariano Medina, Nostradamus, o Sergio Dalma (el de la canción del predictor). En general, y dada mi experiencia, lo de «eso ya lo había dicho yo» tiene escaso fundamento y menor utilidad, porque lo constructivo siempre es mirar hacia adelante. Lo del «ya te lo había dicho yo» sólo sirve para buscar culpables o en su defecto una inútil venganza. Pero, eso sí, es difícil no decirlo, cuando «ya lo habías dicho tú».
El caso es que en el tema este del terremoto de Italia, ese gran zapato gobernado por el desconcierto de Berlusconi, que no hace más que dar patadas y gastar gomina y violencia, parece que ha tenido un científico premonitorio que ha anticipado el desastre ante los oídos sordos de la Administración, y el pánico de la población.
El tipo, Giacchino Giuliani, sismólogo del Instituto Nacional de Astrofísica de Italia, había advertido que lo que sucedió iba a pasar, y nadie le hizo caso a pesar de sus radicales intentos por advertirlo.
Y es que la comunidad científica tiene claro lo impredecible de un caso como éste, como dice Emilio Carreño, director de la Red Sísmica Nacional de España. Según sus palabras, «la predicción de seísmos como tal, es decir, saber cómo, cuándo y dónde y con qué magnitud se va a producir un seísmo, no existe».
¿La casualidad del científico? ¿La casualidad de la manzana que cae del árbol a la hora de la siesta de Newton? ¿La casualidad de las casualidades que me nutren la escritura de esta columna?
Algo hay de sospechoso en esto de la predicción. Zapatero no sabía ni tenía previsto este cambio-crisis de Gobierno, porque ningún sismógrafo, de poca o alta monta, le había advertido de lo que se le venía encima, justo cuando estaba disfrutando del derecho a roce con Obama. La cara de haba es algo que los gabinetes tendrían que vigilar para salvar la dulce cara del tipo de los ojos verdes. Estamos en una crisis de cólon pa'rriba, y alguien en sus cabales debería poner remedio a esta situación tan absurda, por la que los derrumbamientos, lógicamente, son consecuencia de unos malos cimientos.
El caso es que en el tema este del terremoto de Italia, ese gran zapato gobernado por el desconcierto de Berlusconi, que no hace más que dar patadas y gastar gomina y violencia, parece que ha tenido un científico premonitorio que ha anticipado el desastre ante los oídos sordos de la Administración, y el pánico de la población.
El tipo, Giacchino Giuliani, sismólogo del Instituto Nacional de Astrofísica de Italia, había advertido que lo que sucedió iba a pasar, y nadie le hizo caso a pesar de sus radicales intentos por advertirlo.
Y es que la comunidad científica tiene claro lo impredecible de un caso como éste, como dice Emilio Carreño, director de la Red Sísmica Nacional de España. Según sus palabras, «la predicción de seísmos como tal, es decir, saber cómo, cuándo y dónde y con qué magnitud se va a producir un seísmo, no existe».
¿La casualidad del científico? ¿La casualidad de la manzana que cae del árbol a la hora de la siesta de Newton? ¿La casualidad de las casualidades que me nutren la escritura de esta columna?
Algo hay de sospechoso en esto de la predicción. Zapatero no sabía ni tenía previsto este cambio-crisis de Gobierno, porque ningún sismógrafo, de poca o alta monta, le había advertido de lo que se le venía encima, justo cuando estaba disfrutando del derecho a roce con Obama. La cara de haba es algo que los gabinetes tendrían que vigilar para salvar la dulce cara del tipo de los ojos verdes. Estamos en una crisis de cólon pa'rriba, y alguien en sus cabales debería poner remedio a esta situación tan absurda, por la que los derrumbamientos, lógicamente, son consecuencia de unos malos cimientos.
Jesús Cifuentes (El Norte de Castilla).