Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario PÚBLICO, 2 de febrero de 2012
Este artículo muestra que en
contra de lo que se está diciendo estos días en los mayores medios de
difusión, la carga fiscal real (y no tanto nominal) en España es mucho
menor que la existente en Suecia, situación incluso más acentuada en las
rentas superiores.
A partir de la propuesta de aumentar
los impuestos del IRPF que ha hecho el Gobierno del PP, se ha generado
un gran número de reportajes en los medios de información que han
comparado lo que pagan los ciudadanos de este país en impuestos sobre la
renta personal con lo que pagan los ciudadanos de otros países. Y una
observación muy generalizada es que, con el incremento nada menos que de
siete puntos en la carga impositiva de las personas con mayores rentas,
el tipo nominal superior (52%) ya es casi lo que pagan sus homólogos,
los ricos, en Suecia. Con este entendimiento se concluye que, aun cuando
estamos pagando impuestos como los suecos, nuestros beneficios y
servicios públicos del Estado del bienestar están mucho menos
desarrollados que los de aquel país, lo cual se atribuye erróneamente a
un supuesto despilfarro del gasto público social. La prensa ha estado
llena estos días de denuncias de cómo España no ha estado gastando bien
su erario público social, como justificación para realizar recortes
sustanciales en tal gasto.
En este argumento, sin embargo, se
olvidan varios hechos, siendo el más importante el que los ingresos al
Estado son mucho más bajos en España (32% del PIB) que en Suecia (54%)
debido, precisamente, a que los españoles (y sobre todo las rentas
superiores) pagan muchos menos impuestos que los suecos. Es cierto que
la escala nominal en las gravaciones del IRPF nos acerca ya ahora al
nivel sueco. Ahora bien, hay que aclarar inmediatamente que este aumento
impositivo, aún siendo positivo por generar mayores recursos al Estado,
será dramáticamente insuficiente para corregir el enorme déficit de
ingresos al Estado. España es el país de la UE-15 que tiene menos
ingresos al Estado debido, en parte, a la baja carga impositiva real de
las rentas superiores.
Veamos los datos. Uno, es la enorme
divergencia que existe entre carga nominal (lo que aparece en los
libros) y carga real. Esta diferencia aumenta con el nivel de renta. Los
superricos de España no pagan un 52% de sus ingresos al fisco del
Estado (sea este central o autonómico). Los porcentajes reales son mucho
más bajos que el 52%. Y una causa es que tienen muchas deducciones y
maneras de evitar impuestos, de forma que su nivel real es mucho menor.
Es más, además de deducciones, sus ganancias se derivan mayoritariamente
de las rentas del capital, que se gravan mucho menos que las rentas del
trabajo (alrededor de un 21% nominalmente). Mucho más bajo en la
realidad.
Pero, además de ello, hay otra manera de
evitar el fisco: no declarando la renta. El fraude fiscal alcanza
dimensiones enormes. Según profesionales de la propia Agencia Tributaria
del Estado, el fraude fiscal alcanza unas dimensiones de alrededor de
90.000 millones de euros, procedentes en su mayoría (el 72% del fraude
fiscal) de las grandes fortunas, de las grandes empresas que facturan
más de 150 millones de euros al año, y de la banca. Y ahí está uno de
los orígenes de los escasos ingresos al Estado en España. Los superricos
no pagan lo que pagan los superricos en Suecia, donde el fraude fiscal
es mucho menor, la gravación de las rentas del capital son mayores y las
deducciones apenas existen. En España las deducciones, como herramienta
fiscal, favorecen sobre todo a las rentas superiores, las cuales tienen
a su disposición toda una batería de ayudas legales que les enseñan
cómo no pagar impuestos.
Otra gran diferencia con Suecia es la
desigualdad de rentas existente en ambos países. Las desigualdades son
mucho mayores en España que en Suecia. Así, en España, el ciudadano
promedio que paga el tipo máximo, ingresa nominalmente 13 veces lo que
ingresa el ciudadano medio y corriente que trabaja y paga impuestos a
través de su nómina (y esta diferencia es incluso mayor cuando se
consideran los ingresos reales, en lugar de los nominales). Tal
diferencia en Suecia es mucho menor. Además, la tasa impositiva nominal
para los que en España cobran más de 300.000 euros al año (el 52%, tipo
impositivo máximo) se aplica en Suecia a los que ingresan dos veces lo
que ingresa el ciudadano medio. De ahí que la mayoría pague más
impuestos aunque sus tasas nominales de gravación sean casi iguales a
las de España. La igualdad de rentas entre la población aumenta los
ingresos al Estado.
Y una última razón de la enorme
diferencia de ingresos al Estado entre Suecia y España es que hay mucha
más gente trabajando y pagando impuestos en Suecia. El porcentaje de la
población adulta que trabaja y paga impuestos es mucho más alta que en
España. Y ello como consecuencia de la mayor participación laboral de la
mujer en Suecia (70% versus 52% en España). La red de servicios a las
familias (que quiere decir mujer) en Suecia facilita la integración de
la mujer al mercado de trabajo. Y ello no ocurre en España.
En España, el enorme dominio de hombres
procedentes de la burguesía, pequeña burguesía y clase media alta en los
procesos de toma de decisiones económicas en el Estado, explica que se
invierta mucho más en el AVE (tren de alta velocidad utilizado
predominantemente por estas clases sociales) que en escuelas públicas de
infancia y en servicios domiciliarios a las personas con dependencias,
que al ayudar a la integración de la mujer al mercado de trabajo y a la
creación de empleo, estimulan la economía mucho más que aquellas
inversiones en el AVE. No es casualidad que los países donde las clases
más pudientes (y los hombres) tienen mayor dominio sobre el Estado sean
países (como España) más desiguales, con menos carga fiscal, mayor
fraude fiscal y menor eficacia y equidad en sus políticas públicas, que
países donde las clases populares han tenido históricamente mayor
dominio sobre el Estado (Suecia). Así de claro.