Despedimos el verano
prematuramente. Aquí sigue. Recordándonos las promesas que nos hicimos
con la mirada perdida en el horizonte azul, los pies empapados por las
últimas olas de un mar que se retira.
Esta crisis lo golpea todo. Amigos
acorralados por la amenaza del despido, gente hermosa y con talento sin
posibilidad de encontrar trabajo. No existe la contratación para los
conciertos y nos liamos la manta a la cabeza. Sobrevivir. Resistir
cuando todo parece derrumbarse, apretando los dientes y diciéndonos
“pasará, la tormenta pasará”.
Repaso viejas postales del pasado. Tomo 354, libro 690, libro de familia, registro
civil de Fuencarral y la foto en Vallecas apagada por el tiempo, de mis
padres tan jóvenes con un niño entre los brazos. Fuimos otros. Mi
barrio me regaló el compromiso, la conciencia de clase, la imposibilidad
de ser isla, no rendirse.
Hemos intentado acorralar la vida
en algún bar, un lunes, muy tarde, sin coartada. Hemos pretendido que
responda a las preguntas. ¿Por qué el sofá inhabitado, las maletas en la
puerta, la soledad de nevera vacía, colada sin tender? No te preocupes
compañero. Estar vivo no es fracasar. No lo es volver a hacer mudanzas,
vaciar los cajones de sus medias y encontrar facturas, postales
olvidadas, un billete de metro caducado, profilácticos sin noche ni
relámpago. Ahora es el tiempo del camino. De ahí somos finalmente.
Son demasiadas cosas. Es cierto.
Sin conexión aparente. Pero esto es la vida. Y el empeño de uno es hacer
de ello un relato y darle argumento. Y nuestra vida desde luego que lo
tiene.
Y ahora hablemos de otra cosa. De
ti. De la cola para hacer un papeleo, de tu insomnio y la mirada
transatlántica, del candil que tiembla en cada noche.
No lloremos mi vida. No es culpa
nuestra si el invierno nos desnuda en mitad de la estepa que hoy es
Madrid. Eres hermosa. Ya ves que a veces el jazmín de la entrada pierde
la hoja, lo maltrata la escarcha o la sequía. Pero ahí está de nuevo
abrazando la verja, trepando hacia el cielo aún cuando todo es derrota.
Si supieras lo que aprendí viéndote
despertar. Pero nada es justo en esta noche de cristales rotos, gritos
desde la tribuna, Gólgota en la oficina del INEM, luces de emergencia
parpadeando.
Ahora dame la mano y vamos a la vida. Llévame al teatro, al cine, al fin del mundo. Pero llévame contigo.