viernes, 18 de septiembre de 2009

MOSCATEL (CIFU)

Da miedo darse cuenta de que la pertenencia a un territorio determinado entraña por sí misma unos riesgos no elegidos por la persona que nació allí. No voy a hacer ninguna disquisición acerca del absurdo de la predestinación, en la que no creo y de la que todos sus teóricos no tenían en el fondo ni puta idea; voy a ir más en la línea de «vaya pedazo de cabronada haber nacido aquí», «si lo sé no nazco», etc.
Porque es evidente que en este momento de máximo en el Ibex 35, el hambre en el mundo está alcanzando de nuevo unos máximos históricos, y este tipo de máximos encadenados me hace sospechar que existe alguna relación entre ellos: alguien le chupa la sangre a alguien.
Por eso, el argumento de la faena que supone nacer en un entorno determinado si éste no es, digamos, armónico. Menuda putada nacer hoy en Irak o Afganistán, con todos los intereses internacionales sacando los colmillos en formato de bombardeo sistemático. Menuda putada si naces en Ciudad Juárez (México) y además eres mujer. Menuda putada si naces en la pobreza de los países del este, porque tendrás que venir también a catar la pobreza de los del oeste. Menuda putada nacer en el África negra o en el África musulmana. Menuda putada nacer en Latinoamérica si no eres rico, porque sólo podrás ser más pobre. Menuda putada nacer en la Edad Media en Europa y soportar el derecho de pernada de los nobles sobre las esposas del pueblo llano. Menuda putada nacer en Texas en los 50-60 y ser negro.
Toda esta serie de lugares no provoca en mí un odio hacia ellos. Al contrario. Todas las razas y las culturas me inspiran respeto y admiración, pero eso no quiere decir que lo que me guste de ellas sea su manera de padecer o de condenar, su manera de convertir lo bueno en lo malo en base a una tradición. La tradición de cortar la mano a alguien que roba no me parece humana, de la misma manera que la ablación no me lo parece, o la pena de muerte. No me parece que a día de hoy pudiera ser aceptable encontrarse a las puertas de una ciudad las cabezas de los supuestos delincuentes.
Por eso mismo, con todos mis respetos para los ciudadanos de Tordesillas, me parece inaceptable una tradición como la del Toro de la Vega, basada en la injusticia aleatoria que sucede en todos los lugares antes mencionados. ¡Qué putada nacer toro en Tordesillas!
Jesús Cifuentes -El norte de Castilla-