Una de las señas de identidad de nuestros tiempos es la absoluta indefensión que tienen los 'consumidores' ante la voracidad absoluta de las grandes empresas que revolotean a su alrededor como buitres, buscando los despojos, ávidos de meter mano a cualquier precio en la deuda insufrible que los ciudadanos pagamos y soportamos a veces, por el mero hecho de obtener un servicio del que ni siquiera somos conscientes.
De hecho, el término 'consumidores' que se nos aplica a los ciudadanos tiene un componente que poca gracia me hace, si analizamos la extensión del significado. Yo no quiero ser un consumidor. Soy una persona que hace uso de los bienes y servicios que ofrece la comunidad, sin tener la intención de consumirlos, es decir, acabar con ellos con la conciencia de quien consume una vela.
Así saltaron a la luz hace ya algunas semanas las denuncias de cómo las llamadas a determinados teléfonos de línea 900 a concursos y sorteos de esos tipo «chocolate del loro te haces rico al instante llamando a este número», lo que te dejaban era una factura que sí te consumía a ti, caso que padecí en mis carnes por la llamada ingenua y camuflada de uno de los niños de mi entorno.
Ahora salta a la luz el caso extremo de la hija de una concejala del PP de Getafe, que ha acumulado en la deuda de 33.000 euros en cinco meses descargando en Internet capítulos de sus series 'favoritas' a cuenta de la tarjeta de acceso a la Red que tenía asignada su madre como herramienta de trabajo. La concejala ha explicado que cuenta en su domicilio con tarifa plana de Internet, aunque en el dormitorio de la hija «no llega el wifi». La concejala ha dicho que veía con normalidad que su hija estuviera con el ordenador, sin percatarse de que le había cogido la tarjeta del Ayuntamiento. La pregunta del millón es cómo se pueden llegar a fundir más de cinco 'kilos' en cinco meses haciendo uso de una tarjeta de internet 3G, si una tarifa plana en esta modalidad puede oscilar entre los 15 y los 50 euros al mes.
Las tarifas y la velocidad a Internet en este país son una vergüenza y de las más caras, siendo Telefónica el operador más dominante y caro de Europa, denunciado con casi 300.000 firmas llevadas a Bruselas.
De hecho, el término 'consumidores' que se nos aplica a los ciudadanos tiene un componente que poca gracia me hace, si analizamos la extensión del significado. Yo no quiero ser un consumidor. Soy una persona que hace uso de los bienes y servicios que ofrece la comunidad, sin tener la intención de consumirlos, es decir, acabar con ellos con la conciencia de quien consume una vela.
Así saltaron a la luz hace ya algunas semanas las denuncias de cómo las llamadas a determinados teléfonos de línea 900 a concursos y sorteos de esos tipo «chocolate del loro te haces rico al instante llamando a este número», lo que te dejaban era una factura que sí te consumía a ti, caso que padecí en mis carnes por la llamada ingenua y camuflada de uno de los niños de mi entorno.
Ahora salta a la luz el caso extremo de la hija de una concejala del PP de Getafe, que ha acumulado en la deuda de 33.000 euros en cinco meses descargando en Internet capítulos de sus series 'favoritas' a cuenta de la tarjeta de acceso a la Red que tenía asignada su madre como herramienta de trabajo. La concejala ha explicado que cuenta en su domicilio con tarifa plana de Internet, aunque en el dormitorio de la hija «no llega el wifi». La concejala ha dicho que veía con normalidad que su hija estuviera con el ordenador, sin percatarse de que le había cogido la tarjeta del Ayuntamiento. La pregunta del millón es cómo se pueden llegar a fundir más de cinco 'kilos' en cinco meses haciendo uso de una tarjeta de internet 3G, si una tarifa plana en esta modalidad puede oscilar entre los 15 y los 50 euros al mes.
Las tarifas y la velocidad a Internet en este país son una vergüenza y de las más caras, siendo Telefónica el operador más dominante y caro de Europa, denunciado con casi 300.000 firmas llevadas a Bruselas.
Jesús Cifuentes - el norte de Castilla -