Podría estallar la guerra, sobrevenir un apocalipsis zombi, nevar quizá, o podría ser que las redes de un barco atunero atrapasen a una sirena en mitad de un mar embravecido, que a todo el planeta le diera por besarse en los portales, podría una mañana salir en la tele Merkel llorando conmovida con un Sarkozy radiante a su lado, diciéndole, no aguanto ni un minuto más sin decirte que te quiero, se abrazarían entre los aplausos de funcionarios y banqueros, buscándose los labios, los chóferes lanzarían las gorras a lo alto, los camareros vaciarían las copas de sus bandejas si miradas vigilantes, los policías buscarían en los ojos rebosantes de ternura de sus compañeros lágrimas de diamante, quizá también pensando, no aguanto ni un minuto más sin decirte que siempre te he querido. Podría ocurrir todo esto y yo no me enteraría hasta ya muy tarde, al llegar a casa. Saldría del estudio pensando en mis canciones, en los planes pendientes. Volvería a casa, ya digo, y quizá al encender el ordenador, mirar el televisor o quizá las 28 llamadas perdidas del teléfono caería en la cuenta de que el mundo está por derrumbarse.
Es absorbente empezar a grabar un nuevo disco. Aún así estoy pendiente de ti. Cómo muchos, sigues buscando un trabajo, un lugar en el mundo desde el que gritar, como el que se asoma a un acantilado y le habla a las olas, ruidosas, plateadas. Quizá la suerte hoy te acompañe. Como en la película de Berlanga, esta navidad Plácido recorrerá Madrid buscando aplazar una deuda, y una estrella de bombillas marcará el camino a una boca de metro. No habrá agua para los camellos, ni anís para unos reyes perdidos por el desierto. Con todo y con eso, como te digo, sueño contigo. Saldremos de nuevo a la calle, ya verás, porque este invierno será frío y no hay lumbre más ardiente que la que ofrece tu piel vestida de mayo.
Salgo del estudio después de grabar algunas sesiones de batería para un nuevo disco. Y aunque uno llegue tarde al fin del mundo, aún rehén de un manojo de canciones, sigo pensando en ti.