Publicado en Sistema Digital el 19 de octubre de 2012
A la vista de como se está presentando la situación económica en la
inmensa mayoría de los medios de comunicación y de la falta de
pluralidad que hay en tertulias, informativos y demás fuentes de
opinión, es natural que la mayoría de la gente piense que el llamado
rescate es inevitable.
El razonamiento con el que están vendiendo su inevitabilidad es
elemental: el Estado español ha acumulado una deuda muy grande, los
mercados no confían en su capacidad de pago y por eso le imponen unos
tipos de interés muy elevados que antes o después harán imposible que
España haga frente al vencimiento de los pagos. Por eso no hay más
remedio que acudir a un “rescate” en forma de un préstamo o crédito con
el que el Estado enjugue sus pagos inminentes y pueda garantizar los
venideros.
A pesar de su aparente evidencia, el razonamiento hace aguas por
varias partes. Sobre todo, porque la alternativa a la presión de los
mercados a cuenta de nuestra deuda no es únicamente que el Estado se
cargue con una aún mayor y a cambio de imponerle condiciones draconianas
que van a hundir nuestra economía durante años.
Pero también las hay ahora, ya en situación de emergencia.
Para bajar la prima de riesgo no hace falta rescate alguno sino
simplemente que el Banco Central Europeo se comporte como una auténtica
autoridad monetaria y evite que las presiones especulativas la eleven
con el único propósito de obtener beneficios. Ni el nivel de deuda
pública española cuando comenzaron las presiones ni incluso el actual
(cercano al 90% pero mucho más bajo que el de otros países) justifica
por sí mismo la presión de los mercados. Esos niveles (ahora, no lo
olvidemos, más altos por la inacción del BCE) están todavía dentro de
los que pueden asumirse sin demasiadas complicaciones a poco que se
recupere la actividad y el ingreso, que es lo que están impidiendo,
precisamente, las políticas europeas y la posición que mantiene el BCE.
Lo que ocurre es que los dirigentes del Banco Central Europeo no
actúan para evitar que siga subiendo la prima de riesgo española porque
no busca resolver la inestabilidad que eso provoca sobre el euro. Lo que
está haciendo en realidad es actuar como manager de los intereses de la
banca privada europea que solo trata de asegurarse el cobro de la deuda
privada que con ella tienen los bancos de la periferia, y concretamente
los españoles.
La presión que sufre España es la excusa que sirve para imponer un
rescate que en realidad no es el rescate de España para que haga frente a
su deuda soberana, sino para que financie la deuda que los bancos
privados tienen con los alemanes y franceses (139.191 y 115.261
millones, respectivamente, a comienzos de 2012, que representan el casi
el 45% de los 571.519 millones de dólares que deben).
Si de verdad quisiéramos “rescatar” a la economía española lo que se
debería hacer no es imponerle una losa de deuda aún mayor, más recortes
en el gasto público que se requiere para que las empresas puedan crear
empleos y los ciudadanos vivir dignamente, y, en definitiva, frenar aún
más la actividad económica que se necesita para crear ingresos, empleo y
proporcionar bienestar social.
Lo que habría que hacer serían otras cosas: recuperar inmediatamente
la demanda y hacer que las empresas y consumidores dispongan también de
inmediato de la financiación que necesitan. Y además, como ya he
explicado en otros textos, avanzar para que la actividad que se recupere
sea de nuevo tipo, vertebradora y sostenible y que no reproduzca los
males que provocaron la situación en la que estamos.
Esos tres objetivos (demanda suficiente, financiación adecuada y
cambio de modelo) se podrían conseguir incluso en el muy corto plazo si
en lugar de dejarnos llevar por el fundamentalismo neoliberal que nos
invade nos dedicásemos a innovar y a concretar las diferentes propuestas
alternativas que muchos economistas, personal o colectivamente, están
ofreciendo.
En resumidas cuentas, su propuesta se basa cuatro ejes principales.
En primer lugar la creación de 3 millones de empleos y 2,5 millones
de puestos de formación para jóvenes, principalmente poniendo en marcha
un innovador sistema de anticipo subvencionado de contrataciones a las
empresas, nuevos sistemas de rotación-sustitución, un fondo de
inversiones para la creación y expansión de empresas y planes de
eficiencia energética y de empleo juvenil.
En segundo lugar, un estímulo inmediato de la demanda incrementando
la renta disponible familiar mediante la rebaja temporal de hipotecas y
alquileres al 20% de la renta de las familias con ingresos menores a
3.000 euros mensuales. Una medida que inmediatamente permitiría
incrementar la demanda agregada en 48.750 millones en tres años.
En tercer lugar, la generación de 75.000 millones de euros anuales de
recursos públicos adicionales mediante una reforma del modelo bancario
actual consistente básicamente en separar, por un lado, la captación de
depósitos y, por oto, la concesión del crédito. Para ello se crearía
inmediatamente una Central de Depósitos que garantizaría la integridad
del sistema y haría innecesario cualquier tipo de rescate y que
permitiría que inmediatamente comenzase a fluir el crédito a empresas y
familias así como financiar sin problemas la deuda del Estado.
Finalmente, se propone blindar la inversión en educación y en I+D+i
porque constituye la base imprescindible para mejorar el futuro de
nuestra economía y el progreso de nuestra sociedad.
Si a todo ello se añade una reforma fiscal en la línea de la que
proponen los técnicos del Ministerio de Hacienda, que permitiría obtener
63.000 millones de euros adicionales al año, el Estado y el conjunto de
nuestras empresas y consumidores podrían ir generando de modo inmediato
ingresos suficientes para salir de la situación en la que estamos sin
necesidad de un rescate traumático, injusto y claramente contrario a los
intereses nacionales.
La cuestión es clara: no se aplican medidas alternativas no porque no
las haya sino porque se quiere utilizar el rescate para beneficiar a
los grupos sociales privilegiados y no al conjunto de la sociedad.