Hija de Lilith,
no te trajo a este mundo la costilla de un hombre.
No dio vida a tu barro el aliento de un dios cansado.
Has nacido del vientre de la primera mujer,
brisa meciendo las espigas doradas,
lámina de plata sobre la primera ola,
pavesa incandescente huyendo de la llama
hacia el cielo como una plegaria.
No eres ángel redentor,
ni acaricias las escamas del guardián del manzano.
No quieres que llore a tu lado,
ni elevarte a las alturas.
No esperarás mi regreso
tejiendo tristes sudarios.
Hija de Lilith,
luna radiante a la que aúllan los lobos,
la que mece las mareas, la venerada por los locos,
trazas tu propio camino
con la férrea voluntad del que ha perdido todo
o todo lo tiene.
Trazas sendas en otras pieles,
como los ríos siembran valles,
con la constancia del cautivo
que marca en los muros
tantas líneas como días.
Hija de Lilith,
no hay piedad para aquel
que no supo adorar tu rostro.
Tu eres la primera mujer
sonriendo al último hombre.
Ismael Serrano
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