ALGUNAS personas, hombres y mujeres, tienen un retintín maléfico que yo no sé si es consciente o no en cuanto a una terrorífica actitud por delimitar sus parcelas de poder. Desde luego conozco más mujeres que hombres en este sentido, pero no quiero que esto se convierta en una cuestión de género, dado que mi apreciación es puramente estadística, no científica. El caso es que el pobre Ruiz Gallardón se ha visto desprovisto de las mieles del Congreso por la competencia (¿desleal?) de una mujer que de forma inexplicable gobierna la comunidad de Madrid, que es como una especie de grado siguiente a la Junta de Castilla y León, el mayor nutriente o cantera de ese extraño equipo que constituye el PP. Se especula con que detrás de la 'decisión' de Rajoy por excluirlo de las listas está la mano de ese secular políglota que es Aznar, pero yo en un alarde demoníaco, especulo por mí mismo con la posibilidad de que su mujer, la Botella, esté realmente tras estas lides de la diatriba política que suponen estar 'dentro o fuera' de, en este caso la Botella frágil que cada vez más es el PP.Imagínense por un momento la comunidad de Madrid gobernada por (¿ay!) la Esperanza, y el Ayuntamiento del foro dirigido por (¿ay!) la Botella. El conflicto de poderes entre dos mujeres desesperadas por reafirmar su poder puede llevarlas a tirarse de los pelos en un espectáculo lamentable que no me gustaría perderme. Porque el caso contrario por el cual naciera un amor inviable y excomulgante lo veo poco probable, dada la situación y sus antecedentes, pero ¿quién sabe? Todo puede ocurrir. Lo curioso es que de los apoyos a última hora a favor de Gallardón, esa 'rara avis' del PP, vengan entre otros de la mano de Don Manuel Fraga Iribarne, ese admirador inconcluso del hijo de su padre. Lo que me encanta de este circo es la frase que Esperanza le dijo a Gallardón en el ascensor según bajaban al sótano del aparcamiento de la sede del PP en la calle Génova «No te lo tomes así, Alberto. Si gana Mariano, puedes ser vicepresidente si te lo pide. Y si pierde, tú y yo estamos en iguales condiciones, como todos». ¿Acaso 'todos' estamos en igualdad de condiciones ante algo, me pregunto? Que Dios nos pille confesados.
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