La vida sin duda es una sorpresa constante dada la incertidumbre de los días que nos ha tocado vivir, en los que nada es lo que parece, y en los que es enormemente sencillo verse envuelto en una red de engaños colosales. Desde que empezamos a pagar la sangrienta hipoteca que constituye uno de los esfuerzos más grandes de nuestra vida, la incertidumbre de si podremos afrontarla con bien, si va a seguir subiendo el volumen de la guadaña mensual, y si seremos capaces de mantener la capacidad de dinero para que siga desapareciendo de nuestros bolsillos, se ha convertido en muchos casos en una carrera de fondo por la supervivencia.
Estamos asistiendo a un momento crítico para las economías familiares en las que el más leve tropiezo o un cruce de caminos con la mala suerte, nos puede poner en la cola de la indigencia de la noche a la mañana. En medio de toda esta situación, afloran sin duda si cabe con más ahínco todas las variantes de la picaresca más afilada, porque hay que buscarse la vida, pero no todas guardan el mismo grado de dignidad, porque la picaresca es a la sociedad española como el cocido a la cuchara, pero no por ello ha de ser algo sucio y dañino, aunque siempre hay quien se salta las reglas.
Resulta que esta semana sin ir más lejos han detenido a 27 personas que se hacían pasar por médicos, todos ellos españoles menos tres. Lo alucinante de la situación es cómo estos falsos profesionales han sido capaces de colarse en las estructuras sanitarias para llegar a ejercer su profesión, porque si yo me siento en un despacho a trabajar de médico se me iba a ver el plumero a la primera aspirina. Quiero decir que se me antoja tan complicado como hacerme pasar por astronauta o profesor de ruso. En algún momento alguien, no tardando, tiene que darse cuenta del fiasco.
Si esto llega a convertirse en una práctica popular acabaremos viviendo en un gran teatro del absurdo, en el que los policías en realidad sean barrenderos, los bomberos, hortelanos, los curas, cantantes de rock...
En realidad los únicos que han alcanzado a trabajar de lo que en realidad no son de forma legal son los políticos, que son lobos disfrazados de corderos.
Estamos asistiendo a un momento crítico para las economías familiares en las que el más leve tropiezo o un cruce de caminos con la mala suerte, nos puede poner en la cola de la indigencia de la noche a la mañana. En medio de toda esta situación, afloran sin duda si cabe con más ahínco todas las variantes de la picaresca más afilada, porque hay que buscarse la vida, pero no todas guardan el mismo grado de dignidad, porque la picaresca es a la sociedad española como el cocido a la cuchara, pero no por ello ha de ser algo sucio y dañino, aunque siempre hay quien se salta las reglas.
Resulta que esta semana sin ir más lejos han detenido a 27 personas que se hacían pasar por médicos, todos ellos españoles menos tres. Lo alucinante de la situación es cómo estos falsos profesionales han sido capaces de colarse en las estructuras sanitarias para llegar a ejercer su profesión, porque si yo me siento en un despacho a trabajar de médico se me iba a ver el plumero a la primera aspirina. Quiero decir que se me antoja tan complicado como hacerme pasar por astronauta o profesor de ruso. En algún momento alguien, no tardando, tiene que darse cuenta del fiasco.
Si esto llega a convertirse en una práctica popular acabaremos viviendo en un gran teatro del absurdo, en el que los policías en realidad sean barrenderos, los bomberos, hortelanos, los curas, cantantes de rock...
En realidad los únicos que han alcanzado a trabajar de lo que en realidad no son de forma legal son los políticos, que son lobos disfrazados de corderos.
Jesús Cifuentes - El norte de Castilla
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