La crisis financiera internacional que hoy sacude al mundo trae consigo muchas incertidumbres, despierta muchos temores y presenta muchas amenazas. Una de ellas es la de convertirse en un obstáculo o en freno para la puesta en marcha de las contundentes políticas sostenibles que la situación del medio ambiente reclama con urgencia a escala planetaria, pero también en nuestro país.
Así lo denunciaba hace unos días en Madrid, el ex primer ministro británico, Tony Blair, quién reclamaba con firmeza que “en el corto plazo la ansiedad para combatir la crisis económica no se cobre como víctima el medio ambiente”.
Oportuna petición porque todavía hoy, cuando la evidencia de los informes de la comunidad científica internacional o los síntomas que cada día nos muestra el planeta no dejan lugar a dudas sobre cual es la gravedad del reto al que nos enfrentamos, muchos dirigentes políticos y responsables empresariales consideran todavía que la defensa del medio ambiente y las políticas sostenibles son un lujo al que se resignan en tiempos de bonanza y, en demasiadas ocasiones, como una cuestión de imagen.
Si analizamos el escenario con cierta perspectiva histórica podemos afirmar que la crisis financiera es una situación coyuntural aunque se trate de un momento muy delicado que, eso sí, evidencia la necesidad de reformas de fondo. Forma parte de la dinámica de ciclos económicos, que en esta ocasión parece marcará un pico extraordinario en los gráficos, pero tarde o temprano dará paso a una etapa de recuperación económica.
Por su parte, la crisis global medioambiental —de la que el cambio climático es la principal evidencia— es un grave problema estructural. El planeta está enfermo y los síntomas que evidencia no forman parte de un ciclo sino de una deriva cuyas consecuencias solo podemos empezar a vislumbrar. A la urgencia de actuar — sea cual sea el escenario económico— se añade la circunstancia de que la puesta en práctica de políticas sostenibles, la lucha por la defensa del medio ambiente es, además, una oportunidad para la economía mundial como demostraba de forma rigurosa el Informe Stern, encargado por el citado Tony Blair.
Recordemos que Stern afirmaba que con una inversión cercana al 1 por ciento del PIB de cada país podríamos dar la vuelta a la actual situación mientras que el peso de la inacción oscilaría entre el 5 por ciento y el 20 por ciento de ese PIB en el corto y medio plazo.
Si para la economía internacional la defensa del medio ambiente puede considerarse una oportunidad, y no un “capricho prescindible” del que debemos olvidarnos en tiempos de crisis, mucho más lo representa para nuestro país que se enfrenta ahora al desmoronamiento de un sector que ha actuado como motor del crecimiento económico, como lo es el de la construcción.
Imagen de la Bolsa de Barcelona
Pues bien, un macro sector medioambiental podría ser el sustituto como locomotora de nuestra economía y además con la garantía de estabilidad a largo plazo. Existe un sector pionero en esta vía como lo es el de las energías renovables en general y el de la eólica en particular. Un sector que ha logrado el liderazgo mundial en promoción, que ha creado un fecundo tejido industrial, que ha generado decenas de miles de puestos de trabajo, que se ha convertido en uno de los más dinámicos en la exportación, que desarrolla tecnología propia en la mayor parte de los casos, que invierte en I+D+i muy por encima de la media de la industria española.
En contra de lo que se presupone, este sector ha surgido con un precio muy interesante para la economía española. El esfuerzo de los consumidores (Ojo, ¡no de los contribuyentes!) por las primas atribuidas al sector es notablemente inferior al importe de las importaciones evitadas de combustibles fósiles, es inferior al coste de las emisiones evitadas y está ampliamente compensado por la positiva aportación a la balanza comercial. Un buen negocio, en definitiva, para el país como lo sería el abordar con decisión el conjunto de políticas activas que requiere la defensa del medio ambiente.
España cuenta con las bases necesarias para construir este macro sector medioambiental como se pondrá en evidencia en el Congreso Nacional del Medio Ambiente (CONAMA 9) el próximo mes de diciembre en el que se reunirán diez mil profesionales que son la garantía del conocimiento, la tecnología y la experiencia para abordar esta tarea. Un congreso que tiene como lema “el reto es actuar” porque como ha dicho Nicholas Stern la inacción tendrá un precio inasumible.
Artículo de opinión de Gonzalo Echagüe, presidente de Fundación CONAMA y del Colegio de Físicos.
Así lo denunciaba hace unos días en Madrid, el ex primer ministro británico, Tony Blair, quién reclamaba con firmeza que “en el corto plazo la ansiedad para combatir la crisis económica no se cobre como víctima el medio ambiente”.
Oportuna petición porque todavía hoy, cuando la evidencia de los informes de la comunidad científica internacional o los síntomas que cada día nos muestra el planeta no dejan lugar a dudas sobre cual es la gravedad del reto al que nos enfrentamos, muchos dirigentes políticos y responsables empresariales consideran todavía que la defensa del medio ambiente y las políticas sostenibles son un lujo al que se resignan en tiempos de bonanza y, en demasiadas ocasiones, como una cuestión de imagen.
Si analizamos el escenario con cierta perspectiva histórica podemos afirmar que la crisis financiera es una situación coyuntural aunque se trate de un momento muy delicado que, eso sí, evidencia la necesidad de reformas de fondo. Forma parte de la dinámica de ciclos económicos, que en esta ocasión parece marcará un pico extraordinario en los gráficos, pero tarde o temprano dará paso a una etapa de recuperación económica.
Por su parte, la crisis global medioambiental —de la que el cambio climático es la principal evidencia— es un grave problema estructural. El planeta está enfermo y los síntomas que evidencia no forman parte de un ciclo sino de una deriva cuyas consecuencias solo podemos empezar a vislumbrar. A la urgencia de actuar — sea cual sea el escenario económico— se añade la circunstancia de que la puesta en práctica de políticas sostenibles, la lucha por la defensa del medio ambiente es, además, una oportunidad para la economía mundial como demostraba de forma rigurosa el Informe Stern, encargado por el citado Tony Blair.
Recordemos que Stern afirmaba que con una inversión cercana al 1 por ciento del PIB de cada país podríamos dar la vuelta a la actual situación mientras que el peso de la inacción oscilaría entre el 5 por ciento y el 20 por ciento de ese PIB en el corto y medio plazo.
Si para la economía internacional la defensa del medio ambiente puede considerarse una oportunidad, y no un “capricho prescindible” del que debemos olvidarnos en tiempos de crisis, mucho más lo representa para nuestro país que se enfrenta ahora al desmoronamiento de un sector que ha actuado como motor del crecimiento económico, como lo es el de la construcción.
Imagen de la Bolsa de Barcelona
Pues bien, un macro sector medioambiental podría ser el sustituto como locomotora de nuestra economía y además con la garantía de estabilidad a largo plazo. Existe un sector pionero en esta vía como lo es el de las energías renovables en general y el de la eólica en particular. Un sector que ha logrado el liderazgo mundial en promoción, que ha creado un fecundo tejido industrial, que ha generado decenas de miles de puestos de trabajo, que se ha convertido en uno de los más dinámicos en la exportación, que desarrolla tecnología propia en la mayor parte de los casos, que invierte en I+D+i muy por encima de la media de la industria española.
En contra de lo que se presupone, este sector ha surgido con un precio muy interesante para la economía española. El esfuerzo de los consumidores (Ojo, ¡no de los contribuyentes!) por las primas atribuidas al sector es notablemente inferior al importe de las importaciones evitadas de combustibles fósiles, es inferior al coste de las emisiones evitadas y está ampliamente compensado por la positiva aportación a la balanza comercial. Un buen negocio, en definitiva, para el país como lo sería el abordar con decisión el conjunto de políticas activas que requiere la defensa del medio ambiente.
España cuenta con las bases necesarias para construir este macro sector medioambiental como se pondrá en evidencia en el Congreso Nacional del Medio Ambiente (CONAMA 9) el próximo mes de diciembre en el que se reunirán diez mil profesionales que son la garantía del conocimiento, la tecnología y la experiencia para abordar esta tarea. Un congreso que tiene como lema “el reto es actuar” porque como ha dicho Nicholas Stern la inacción tendrá un precio inasumible.
Artículo de opinión de Gonzalo Echagüe, presidente de Fundación CONAMA y del Colegio de Físicos.
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